Las primeras luchas partidarias por hacerse del poder en un país que nacía al final de la Guerra de Independencia. Liberales, conservadores y política en la formación del Perú.
Durante las décadas que siguieron a la Independencia, el Perú quedó en ruinas por las incesantes guerras civiles. En el caos político del siglo XIX, la división entre conservadores y liberales constituyó la brecha más visible. Agustín Gamarra, Antonio Gutiérrez de La Fuente y Felipe Santiago Salaverry estuvieron entre los líderes de los conservadores, en tanto que José La Mar y Luis José Orbegoso encabezaban a los liberales. Aunque todos ellos eran generales, ambos grupos -y de hecho cada caudillo- estuvieron a la cabeza de alianzas políticas con conexiones a lo largo de todo el país. El trazo de esta división puede remontarse en la larga Guerra de la Independencia. Los conservadores (con frecuencia llamados autoritarios, principalmente por sus enemigos) eran los seguidores de quienes se habían mostrado más reticentes al derrocamiento del colonialismo español, mientras los liberales continuaban el combate de los más ardorosos luchadores por la Independencia, y de quienes estaban a favor de una república y no de una monarquía constitucional. Los políticos más influyentes de los primeros años de la República (1820-1850) formaron parte de una generación que surgió durante la Independencia. La mayoría de los generales que gobernaron el Perú en esos años habían recibido su bautizo político y militar durante la guerra contra los españoles, y muchos de ellos se habían pasado al lado de los patriotas recién cuando los españoles estaban ya al borde de la derrota.
Los conservadores estaban a favor de un Estado fuerte y centralizado, de políticas comerciales proteccionistas y del mantenimiento de las corporaciones y el ethos coloniales. A pesar del gran número de asesores, ideólogos y oficiales extranjeros en sus filas, los conservadores eran xenófobos. Vilipendiaban a los liberales por el supuesto favoritismo de este grupo hacia los extranjeros y porque aplicaban ideologías “importadas" que tenían como resultado el caos político. Los liberales, por otro lado, buscaban un Estado menos centralizado y con fuertes restricciones al poder del presidente. Asimismo, estaban a favor de una política comercial más abierta y de una reducción drástica de los derechos otorgados a las corporaciones. Aun cuando eran menos chauvinistas y militaristas que sus contrapartes conservadores, los liberales no proponían cambios sociales radicales. Tulio Halperín señaló su “adhesión a una imagen jerarquizada de la sociedad... [que] excluye de ese primer liberalismo hispanoamericano todo motivo democrático”. Increpaban a los conservadores acusándolos de intentar defender y reconstruir las estructuras coloniales y de oponerse a la democracia. Si bien los principales líderes de los liberales tenían una activa participación en el Congreso, para la lucha contra los conservadores dependían de la conducción de jefes militares débiles y maleables como La Mar y Orbegoso. Nótese, por otro lado, que muchos de los ideólogos liberales eran curas.
Las luchas políticas del siglo XIX en la América Hispana no siempre siguieron líneas claramente partidarias. Algunos políticos tendían un puente, o incluso cruzaban en uno y otro sentido entre los campos conservador y liberal. En la zona andina es particularmente notable el caso de Andrés Santa Cruz, que condujo la Confederación Perú-Boliviana entre 1836 y 1839. Dirigió un Estado conservador fuertemente centralizado, que favorecía políticas autoritarias; sin embargo implementó una política comercial liberal. De hecho, los generales Gutiérrez de la Fuente, Santa Cruz y Gamarra tuvieron opiniones y carreras políticas similares, y trabaron juntos y estrechamente a fines de la década de 1820; no obstante, a lo largo de la década de 1830 combatieron incesantemente unos contra otros. El oportunismo, así como la incertidumbre en relación a la naturaleza del Perú republicano, ayudan a explicar que las divisiones entre los principales grupos políticos con frecuencia se tomaran borrosas, y que las posiciones de los principales caudillos fueran cambiantes. Así, la división entre diferentes fracciones permaneció fluida y la flexibilidad fue una característica de las afiliaciones políticas de este inestable periodo.
El federalismo también complicó la distinción entre liberales y conservadores. Gamarra era la cabeza de los conservadores, que tenían tendencias centralistas y cuya sede estaba en Lima, aunque mantenía una fuerte coalición en Cusco, basada en el regionalismo anti-limeño. Geográficamente, los conservadores tenían su base en Lima y en la costa norte, en tanto que los liberales eran más fuertes en el sur, particularmente en Arequipa. Sin embargo, muchos individuos, grupos sociales e incluso regiones enteras no corresponden tan claramente a este patrón norte-sur. Más aún, los conservadores y los liberales no controlaban totalmente sus bases: los conservadores de Lima enfrentaban una constante oposición de los liberales de Lima -tanto de la elite y de la clase baja-, mientras el sur andino nunca fue sólidamente liberal. Es más, las guerras civiles del período no simplemente enfrentaron al sur de los Andes versus Lima y el norte; en este turbulento período las fracciones políticas cambiaban constantemente, pues la gente se afiliaba y abandonaba coaliciones y, por otro lado, las plataformas conservadoras y liberales también evolucionaban. No obstante, la oposición liberal/conservador constituyó la línea divisoria central, incluso en los períodos caóticos en los cuales varios caudillos se disputaban la presidencia.
Tomado del libro De Túpac Amaru a Gamarra
Autor Charles F. Walker
Autor Charles F. Walker
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