jueves, 16 de diciembre de 2021

Los incas y sus momias, una relación de ultratumba en la tierra.

Durante el incanato, los restos de los dignatarios eran momificados y tratados como personas vivas. Algunos hasta se casaban luego de muertos.

En el imperio incaico la muerte tenía fuertes vínculos con la vida cotidiana. Según los historiadores, esta sociedad andina tenía conceptos espirituales y del tiempo distintos a los de la civilización occidental. Por ello, creían que sus antepasados permanecían en la tierra después de su fallecimiento. Los muertos formaban parte de su entorno e intervenían en la toma de decisiones. 
Narran varios cronistas que los mandatarios y curacas más importantes eran sometidos a misteriosas técnicas de momificación tras su deceso. Estas momias, en vez de ser apartadas de la vida pública, ocupaban lugares privilegiados en sus palacios. Ahí recibían cuidados, las veneraban, las sacaban en procesión y también podían realizar actividades civiles como contraer matrimonio.


“Las momias no fueron percibidas como muertos, sino como vivos. Como tales, podían tener hambre, sed y frío. Tenían que comer y beber, calentarse con fuegos, ser limpiadas y cambiadas de ropa. Además participaban en las fiestas, se visitaban mutuamente y también a sus parientes vivos”, explica a El Comercio el investigador alemán Stefan Ziemendorff, quien ha estudiado a fondo la historia de las momias incas.
Según Ziemendorff, un testimonio insólito sobre el tratamiento de las momias en el incanato lo ofrece el encomendero español Polo de Ondegardo, quien en 1559 había incautado varias momias de las panacas del Cusco. En 1571, Polo de Ondegardo relató que el jefe de una panaca había bebido con y en nombre de una momia. Se narra incluso que este jefe llevaba la momia consigo a cuestas para hacerla orinar.


Mantenían sus posesiones
La tradición prehispánica señala que los incas después de muertos no dejaban herencia. Las momias seguían ‘viviendo’ en sus palacios en el Cusco e incluso mantenían sus casas de campo en los alrededores de la ciudad imperial. Según Ziemendorff, Chinchero era una región que pertenecía a Túpac Yupanqui, Calca a Wiracocha y Yucay a Huayna Capac. Tras su muerte, estos gobernantes mantuvieron sus posesiones.
“A manera de ejemplo, el escribano conquistador Sancho de la Hoz escribe en 1534: “Cada señor difunto tiene aquí su casa y todo lo que le tributaron en vida, porque ningún señor que sucede puede después de la muerte del antepasado tomar posesión de su herencia. Cada uno tiene su vajilla de oro, de plata, sus cosas y ropas aparte, el que le sucede nada le quita”, cita Ziemendorff.
En general, en el Tahuantinsuyo las viudas podían volver a casarse. La excepción eran las esposas de los soberanos incas que debían permanecer junto a sus momias cuando estos fallecían. Y tanta vigencia tenían estos muertos en la sociedad incaica que podían seguir casándose. 


El historiador Waldemar Espinoza refiere que en un documento colonial de Cajamarca se constató que la hija de un cacique de esa ciudad fue enviada como esposa a Huayna Cápac por órdenes de su hijo Atahualpa. Esto a pesar de que el gran gobernante Huayna Cápac ya había muerto cuatro o cinco años antes.

Descontento
Ziemendorff resalta también que aunque los súbditos del incanato respetaban a las momias, las numerosas tierras que los muertos habían acumulado llegaron a irritar a Huáscar, cuando este asumió el poder en el Cusco. 
“Huáscar propuso que todos los recursos sean usados en adelante solo para los vivos. Varios historiadores piensan que esta revolución contra las momias puso buena parte de la nobleza inca (particularmente a la panaca de Pachacútec) al lado de Atahualpa e inclinó la balanza en la guerra entre hermanos”, relata el investigador.




viernes, 5 de marzo de 2021

La Religión en el Antiguo Perú: nuevas perspectivas

A partir de 1987 el autor comenzó a interesarse por el estudio de aspectos concernientes a la religión profesada por los antiguos peruanos, debido a que por entonces inició indagaciones etnográficas en parajes altoandinos. Estos le permitieron recopilar mitos y leyendas de raigambre ancestral, así como también presenciar rituales de antiquísimo cuño anterior a la irrupción europea y probablemente aún a tiempos anteriores al Incario. En base a sus experiencias en parajes altoandinos llegó a la conclusión que una indagación sobre la religión ancestral peruana no podía basarse únicamente en lo que refieren los cronistas de los siglos XVI y XVII. Para lograr un acercamiento eficiente, era imprescindible acudir simultáneamente también a fuentes etnográficas e iconográficas (Kauffmann Doig, 1986a, 1987, 1991, 1996, 2001a, 2001d, 2002a, 2003, 2011b). 


Sus reiteradas indagaciones etnográficas lo condujeron, entre otras conclusiones, a poner en duda el carácter heliolátrico que en consenso se viene asignando a la religión prehispánica (Kauffmann Doig, 2003). Por otra parte, en cuanto al análisis que viene ejecutando en el campo de la arqueología-iconográfica -y siguiendo en esto la brecha abierta por Rebeca Carrión Cachot (1955, 1959), éste lo condujo a deducir que una pareja divina, conformada por una especie de Dios del Agua y de Diosa Tierra, fue la que debió ocupar el sitial más alto entre las divinidades de la cosmovisión andina. Al respecto, como se verá en su debida oportunidad, considera que un tipo particular de recipientes escultóricos Moche en los que aparecen dos motivos representados en forma realista y que representan una cresta de ola que se desborda sobre un grupo de andenes o terraza de cultivo (Figs. 22a, 23, 31), son los que permiten descifrar, fehacientemente, esto es sin tener que obrar “a ojo de buen cubero”, los innumerables y más diversos motivos representados en tejidos, cerámica y material arqueológico en general como símbolos del agua y de la tierra fértil. Las experiencias acumuladas a lo largo de muchos años, conjugadas con los temas que al presente son materia de la presente investigación gracias al contrato como docente-investigador de la URP permiten al autor a abrigar la esperanza de ofrecer un estudio sobre la religión del antiguo Perú basado en nuevas perspectivas.
Seguidamente, el autor presenta un Sumario de los puntos cruciales que comprende la investigación acerca de la religión profesada por los antiguos peruanos. No se trata de una lista, sino de una relación de temas expuesta con sumillas que abundan en información sobre cada uno de los temas que se mencionan:

Primero
La religión de los antiguos peruanos giraba en torno a un eje distinto al bíblico, que centra su atención en el campo de la moral. Su brújula apuntaba casi exclusivamente a la búsqueda de contar con la cuota necesaria de alimentos, algo que era difícil de alcanzar debido a la limitación de tierras aptas para el cultivo y a las catástrofes de orden atmosférico a los que está expuesta la región andina de costa, sierra y la Amazonía cordillerana.

Segundo
El único pecado proferido a sus divinidades era, en el antiguo Perú, el no honrar y ofrendar, llegándose hasta sacrificios de individuos en ocasiones de extrema crisis. Esto es clamando con intensidad a las dos más conspicuas divinidades que se presumía tenían pleno gobierno sobre la producción agraria y de éste modo sobre la existencia misma.

Tercero
Por lo expuesto, los seres más conspicuos del panteón andino, deberían recibir la calificación de dioses del sustento. Adelantamos una especie del Dios del Agua y una Diosa Tierra o Pachamama.

Cuarto
El problema de contar con una cuota suficiente de alimentos fue agravándose por el rápido y sostenido aumento poblacional que acarrea la actividad agraria, que para aumentar la producción al ritmo exigido por la tasa demográfica creciente, tropezaba con la mencionada limitación de tierras aptas para el cultivo y los azotes naturales frecuentes que devenían en prolongadas sequías o por el contrario en desastrosas lluvias torrenciales las que barrían con los cultivos.

Quinto
La religiosidad andina se reducía básicamente a la ejecución de rituales dirigidos a los poderes sobrenaturales, para implorar por la cuota de alimentación necesaria para una población en crecimiento constante desde hace tres o cuatro mil años. Cuando el principal recurso alimenticio se hacía provenir de la actividad agraria y parcialmente de la crianza de animales, en particular de la llama y de otros camélidos sudamericanos. El fenómeno de la tasa poblacional sumado a las hostilidades de tipo geográfico y atmosféricos, moldearon la estructura de la religiosidad peruana ancestral. Como quiera que estas adversidades estuvieron siempre presentes, una vez incrementadas las técnicas agrarias adecuadas, las estrategias a seguir en el campo socio-político y de gobierno, y de conceptuar la religiosidad propiciatoria de la producción, alcanzado plenamente en el tercer milenio antes de Cristo, la cultura andina se consolidó alcanzando su madurez lo que tuvo lugar tempranamente: hace 3000 años.

Sexto
Por lo mismo, las divinidades de mayor rango eran imaginada como conformando una pareja, de cuyo connubio dependían simbólicamente las cosechas. Adelantamos que la pareja divina a la que nos referimos la conformaba una especie del Dios del Agua y una Diosa Tierra o Pachamama.

Sétimo
Esta situación permite explicar el porqué, en el antiguo Perú, no hubiera un Dios único, masculino y asexuado, como el Padre Eterno de la Biblia, sino mas bien una pareja divina, masculina y femenina, de cuyo connubio se hacía depender el sustento y con ello la existencia misma.

Octavo
La divinidad masculina era imaginada como la donante del agua, y su contraparte como la tierra fértil, que solo podía gestar y ofrecer así los alimentos, de ser fecundada por el líquido vivificante de su consorte.

Noveno
De esta manera queda patente, que los antiguos peruanos concebían dos dioses principales, sustentadores de la humanidad: un Dios del Agua y una Diosa Tierra o Pachamama.

Décimo: La moral estaba en manos del Estado, que a través de sus funcionarios aplicaban severas formas a quienes quebrantan lo prescrito.

Décimo primero
Como en la estructura religiosa andina no se concebía ni cielo ni infierno, los asuntos concernientes a la moral estaban en manos del Estado. A éste competía sancionar las infracciones a las normas establecidas. Los castigos se ejecutaban con severidad, de acuerdo al grado de la afrenta, y lo que es de señalar también en cuanto a la condición social del infractor.

Décimo segundo
La divinidad de mayor jerarquía no era concebida en forma de un Dios creador, algo que ya lo hicieron notar Pierre Duviols y María Rostoworowski. Como veremos en su debido momento, fueron dos los entes divinos superiores, uno masculino (Dios del Agua) y el otro femenino (Diosa Tierra o Pachamama). Con el fin de semejarlo a Jehová, el dios andino masculino fue distorsionado en los siglos XVI y XVII por los evangelizadores atendiendo a su búsqueda de estrategias destinadas a aligerar la tarea de éstos de introducir el catequismo.

Décimo tercero: Adelantamos que el considerar al Sol como al dios andino fue también el producto de una falsificación. Si bien el soberano Pachacútec quiso imponerlo, no lo logró. Por lo mismo, al presente se constata que en los parajes andinos la adoración no es heliolátrica, sino que se dirige a las seculares montañas sagradas o apus. Se les implora para que las lluvias no se retrasen o ausenten del todo provocando sequías. La adoración a los apus es hasta el presente acompañada de ofrendas o pagos. Es por lo mismo que adelantamos, que en las montañas sacras debió materializarse lo que proponemos calificar de Dios del Agua; ser divino con dominios en el firmamento de donde provienen los rayos, los truenos y la lluvia.

Décimo cuarto
También eran tenidas como sagrados muchos otros elementos: amuletos o conupas, ciertos animales, antepasados momificados y sus kamaken (alma), etc., etc.

Décimo quinto
Por lo mismo que el Dios del Agua era considerado como adverso, era temido y considerado demoníaco, en razón de que para derramar a tiempo y en su justa medida las lluvias que estaban bajo su control, exigía se le rindiera veneración y se le suplicara fuera benévolo. Para ello se valían de ampulosos rituales y de dadivas. En caso de crisis climáticas agudas cundía la desesperación, al extremo que se llegaba a sacrificar hasta a humanos, especialmente niños en tiempos del Incario. Al respecto recuérdese la presencia de la Dama de Ampato o “Juanita”, hallada en cumbres nevadas.

Décimo sexto
Este tipo de sacrificio era llamado capac-cocha (qhapaq = grandioso; kotsha = almacén de agua: lagunas, lagos y mar).

Décimo séptimo
Contrariamente al dios bíblico, el Dios del Agua, aunque considerado divinidad suprema era tenido como malévolo. Esto presunción provenía por el hecho de que se le atribuía ejercer supremo gobierno sobre las inclemencias climáticas, generadas por El Niño y otros fenómenos meteorológicos que atentaban de continuo contra la producción de los alimentos y que de esta manera atentaban contra la existencia misma. Se le debía adorar y sacrificar constantemente para lograr su benevolencia. De otro modo castigaba con sequías prolongadas, lluvias torrenciales, friajes y otras calamidades que por igual afectaban los cultivos y hacían que aparezca el fantasma del hambre.

Décimo octavo
Por lo mismo que el Dios del Agua era un dios considerado de condición demoníaca, en sus representaciones es retratado como un varón dotado de atributos de ave (garras) y de amenazantes colmillos de felino. Décimo noveno: Contrariamente a lo que narra la Biblia, se estimaba que el hombre había sido creado por autogestación y haber nacido del vientre de la Pachamama, en otras palabras de la Diosa Tierra. Habría brotado de sus entrañas por grutas, sus simbólicas vulvas. Las diversas poblaciones señalaban cada cual una cavidad en particular, como su pacarina o lugar de procedencia de sus primeros ancestros.

Vigésimo
Mitos oficiales refieren que la creación de los hombres se habría producido por tres grutas: de la primera habrían surgido los ancestros de los soberanos y de la nobleza; de la segunda las mujeres de éstos; y de la tercera los antepasados del pueblo, campesinos fundamentalmente. Con esta saga la élite gobernante propagaba que la humanidad desde sus orígenes mismos y por mandato divino, había quedado dividida en dos clases sociales. Con éste recurso propagandístico, las órdenes impartidas eran acatadas servilmente por el pueblo. Aquello, en su forma prístina no necesariamente debido a orgullo de casta, sino obedeciendo a objetivos que permitieran lograr una eficaz producción de la cuota de comestibles requerida por la población; para ello se le obligaba a trabajar denodadamente, como consecuencia de las recurrentes anomalías climáticas que soportaban los antiguos peruanos.

Vigésimo primero
Como continuación de lo expuesto en el Informe No. 4-2013 acerca de la presencia de una pareja divina como entes de la mayor jerarquía del panteón de los antiguos peruanos, es preciso aclarar que nuestra formulación se contradice con el concepto tradicional ampliamente difundido y aceptado que esgrime que en la religión en el Incario primaba el Sol como suprema divinidad. Aceptando que Pachacútec tratara de imponer el culto heliolátrico, acaso apoyado en el mito de sus ancestros Manco Cápac y Mama Ocllo que habrían sido hijos del Sol, como se explicará oportunamente esta apreciación no caló en el pueblo, que prosiguió adorando a los apus o determinado cerros en los que se presumía radicaba el espíritu que gobernaba sobre los fenómenos atmosféricos, una especie de Dios del Agua que fecundaba los campos de la Diosa Tierra o Pachamama. A todo esto es preciso clarificar si en el fondo la élite conformada por la parentela terminara también por considerar que, por encima de todo, existía un dios creador universal que se personificaba en el Sol.

Para el caso de Wirakocha, Pierre Duviols y María Rostworowski han revelado que se trata de un concepto colonia temprano. En efecto, el mito andino de Wirakocha debió ser distorsionado a fin de, engrandeciendo a este personaje, fingir que era el propio Jehová de los antiguos peruanos. Esta patraña, fruto de los catequistas del siglo XVI, fue creada con las más sanas intensiones: para disponer de una valiosa muleta en el proceso de evangelización, que les permitiera facilitar la evangelización.
Por su parte, invitado por Mircea Eliade para colaborar en su "Encyclopedia of Religion" (New York / McMillan 1987), Federico Kauffmann Doig al profundizar en el tema en mención, observó que no sólo el mito andino de Wirakocha había sido manipulado. También lo había sido el concepto mismo del dios solar andino; o que éste había sido incomprendido e interpretado erróneamente por la perspectiva occidental. En efecto, el Sol no parecer haber sido, por más que esta aseveración parezca inverosímil e incongruente no otra cosa que una personificación más del Dios del Agua. Testimonios iconográficos ofrecen atisbos en apoyo de lo enunciado en esta hipótesis: en éstos el Sol no era representado. Y en un kero, si bien es retratado el Sol, éste es emplazado por encima de las nubes de las que cae la lluvia.

Vigésimo segundo
Siguiendo el hilo conductor, en lo que respecta a Pachacamac, Miguel de Estete, testigo ocular durante la presencia primigenia de los españoles en aquel santuario, informa en sus “Noticias del Perú” (1938, p.195-264) que al dios de este nombre que Estete vio representado en una escultura de madera, se le imploraba por “buenos temporales...” Y añade “que... les dice que está enojado... y los sacrificios que han de hacer, y los presentes que quiere que le traigan”. Por lo mismo, Pachacamac no debió ser en el fondo otra cosa que el inveterado Dios del Agua Andina.

Vigésimo tercero
Wirakocha no debió ser más que una de los muchas denominaciones que recibía el Dios del Agua, en tiempos del Incario popularmente era conocido como Illapa. El Dios del Agua recibía también varios otros nombres, según las distintas regiones, lo que ha llevado a que algunos estudiosos del tema religioso a sostener que en el Perú antiguo hubo una infinidad de dioses. Naturalmente que al lado del Dios del Agua existía también un sinnúmero de seres divinos, pero éstos no eran jerárquicamente equiparables a éste ni a la Diosa Tierra o Pachamama, su “consorte”.

Vigésimo cuarto
La Pachamama o Diosa Tierra era universalmente simbolizada por un emblema escalonado, que alude a los andenes o terrazas de cultivo; el Dios del Agua era por su parte, desde tiempo inmemorial, simbolizado por una cresta de ola en forma de una greca conformada por bastones; éstos al mismo tiempo simbolizaban plumas, con equivalente valor emblemático. Este símbolo aparece representado por ejemplo en la Estela Raimondi, y de modo elocuente en las representaciones de la cabeza de Ai-apaec plasmadas en las paredes de la Huaca de la Luna, valle de Moche. En el último caso citado, se advierte claramente la transfiguración simbólica que experimenta el motivo "cresta de ola" con el de la pluma; la cual, de este modo, acoge el mismo valor emblemático.

Vigésimo quinto
Cuando el Dios del Agua es retratado de cuerpo entero, registra contornos humanos además de elementos anatómicos provenientes de los felinos, más otros de condición ornitomórfica tal como se observa ya en la imagen esculpida en la Estela Raimondi y en las variantes posteriores como las citadas que retratan a Ai-apaec, el Dios del Agua en su modalidad Moche.

Vigésimo sexto
La Pachamama o Diosa Tierra era vinculada a la mujer, a la Luna, a la noche, al felino, y a la plata. Por su parte, al Dios del Agua, de rasgos acentuadamente masculinos, con excepción de los primarios o sexuales que no eran destacados, se le asociaba con el Sol, con el día, con las aves de rapiña (especialmente el halcón), y con el oro.

Vigésimo séptimo
El tupo o gran alfiler metálico dotado de un disco o de un motivo en medialuna, debió evocar a la Luna. Por lo mismo era adorno propio del mundo femenino; su pequeño agujero podría haber tenido función en las prácticas de la magia lunar


Vigésimo octavo
Se le ofrendaba al Dios del Agua alimentos. Especialmente mullo, o sea caparazones triturados de animales marinos, particularmente los del género Spondyllus; además de otras muchas “golosinas” tales como fetos de llama...

Vigésimo noveno
La grasa de camélidos tenía un significado simbólico muy importante, mayor que la sangre: objetos utilizados en los rituales son aún untados con grasa. También era depositada sobre la tierra "para que aparezca siempre humedecida". En ambos casos también para fortalecerla, tal como se asevera hasta el día de hoy en lugares en los que palpitan todavía estas viejas prácticas. El vocablo Wirakocha contiene precisamente la palabra wira = grasa/sebo, y de no proceder la palabra wira de willka (sagrado) –acaso término en alguna forma equivalente- el nombre de la divinidad podría descomponerse en Wira-kocha, siendo su etimología: "recipiente primario del agua dotado de grasa”. En su forma simbólica, la grasa era también asociada al agua: en la espuma que se forma a las orillas del mar y de las lagunas así como de los ríos.

Trigésimo
Las creencias mágico-religiosas terminaron por consolidarse en el antiguo Perú durante la etapa Formativa Floreciente (Cupisnique-Chavín); esto es en el primer milenio antes de Cristo. Desde entonces y hasta la llegada de los españoles, las mismas siguieron vigentes, con variantes tan sólo de segundo orden. Esto queda comprobado por un análisis de las imágenes iconográficas de todos los tiempos y regiones. El Dios del Agua es representado, de este modo, luciendo siempre los mismos rasgos esenciales que lo caracterizan, a lo largo de casi tres mil años: un ave humanizada con atributos de felino o un hombre-felino alado, los que deben ser sus acólitos, los Qhoa, Oscollo o Titi, frecuentemente son diseñados en vuelo. De modo simplificado mediante un símbolo en forma de un bastón, graficado con infinitas variantes, que en su origen descubre derivar de la figura de una cresta de ola. En ocasiones este motivo era representado formando una unidad con el símbolo con el que era figurada la Diosa Tierra, que toma básicamente el aspecto de tres gradas; iconográficamente se comprueba que aluden a terrazas de cultivo.

Trigésimo primero
Los "felinos voladores" de la iconografía andina perviven en el mito actual de qhoa, oscollo o titi. Están presentes en mitos relatados todavía en la actualidad en zonas alto-andinas del Cuzco, Apurímac, Ayacucho, Puno y Arequipa. La información de la que dispongo procede, por lo menos, de las regiones citadas.

Trigésimo segundo
El mito de Qhoa relata cómo este gato montés con pintas –posiblemente alusivas a las gotas de lluvia- se eleva entre la niebla partiendo de un manantial o puqio. Aquello se efectuaría precisamente al momento de producirse tempestades. Luego el personaje mítico es visto desplazándose por el firmamento, en medio de las nubes. Sus ojos despiden relámpagos, de su rabo se desprenden rayos y su vientre expulsa truenos. En algunas versiones del relato mítico, se cuenta adicionalmente que sus orines se transforman en lluvia.

Trigésimo tercero
Los felinos voladores no son, empero, imágenes del Dios del Agua como inicialmente suponíamos en base a la información inicial recabada. Es el Dios del Agua el que les ordena desplazarse para premiar a los hombres provocando lluvias; o en su defecto castigarlos dejando caer granizo y heladas que, al afectar negativamente los campos de cultivo provoquen hambrunas. Esta divinidad, suprema, aparece materializada en las cimas imponentes o apu(ses), por lo que los felinos voladores no son otra cosa que sus acólitos.


Trigésimo cuarto
Se supone que los castigos impartidos mediante los fenómenos atmosféricos adversos, son producidos por no habérsele venerado y ofrendado en la medida demandada por la divinidad suprema. Esto es, el Dios del Agua que se le presume materializado en ciertas cumbres, o residente en las mismas. Los cerros en general se conocen con el nombre orqo-kuna (kuna=plural).

Trigésimo quinto
La pareja divina conformada por los dioses andinos más encumbrados, está constituida por el Dios del Agua y la Diosa Tierra (Pachamama). Se caracterizan básicamente por ser dioses del sustento.

Trigésimo sexto
El Sol era y es ciertamente venerado por ofrecer luz y calor. Pero en ninguna ocasión hemos podido constatar que se le venera como a una divinidad, menos aún como un ser divino de suprema jerarquía. De acuerdo a las fuentes escritas, se señala que Pachacútec trató de imponer el culto heliolátrico. Pero al parecer no tuvo éxito, de otro modo el Sol sería adorado al presente, en los parajes altoandinos, donde todavía en la actualidad sobrevive una porción importante de la religiosidad andina.

Trigésimo séptimo
Los dioses andinos no tenían injerencia en asuntos concernientes a las reglas morales existentes por entonces. El único “pecado” era el no rendirles respeto y no ofrendarles rituales y sacrificios. Se presumía que de esta manera, en particular el Dios de Agua, podía ser domeñado; esto es evitar que provocara anomalías climáticas atentatorias a la producción de los alimentos. Quebrantar normas éticas eran consideradas únicamente afrentas contra el Estado, y era éste el que se encargaba de los castigos que por lo general eran muy severos.


Trigésimo octavo
Por lo expuesto, los agravios de orden moral recibían castigos en este mundo y no después de la muerte como en la religión cristiana. Con todo, existía la firme convicción de una vida en ultratumba. Pero esta era concebida sin la presencia de cielo ni de infierno. Se presumía que, tal como había transcurrido en este mundo, la vida se prolongaba después de la muerte. Continuaban así, en el más allá, las jerarquías así como la necesidad de trabajar los campos para "subsistir". La ilusión de un bienestar en la vida en el más allá, se limitaba a disponer de cosechas abundantes. Las ofrendas de alimentos y bebidas colocadas en las tumbas, estaban destinadas simbólicamente a satisfacer el hambre que experimentaría el difunto en su trayecto al más allá; así como para halagarlo también, ofrendándole los potajes que en vida habían sido de su preferencia.

Trigésimo noveno
La conservación del cadáver era requisito indispensable para "sobrevivir" en las moradas de ultratumba. Aquello explica el florecimiento, en el Antiguo Perú, de sofisticadas técnicas de momificación. También el especial empeño puesto en la construcción de los sepulcros, ya sea los construidos sobre el suelo como las tumbas en tierra; va parejo al rango social que en vida cupo al difunto. Se consideraba que era de especial importancia que el cuerpo del difunto no sufriera menoscabo por putrefacción u otros agentes que pudieran atentar contra su integridad. Esta concepción debe traer lejanas raíces y haber estado presente en el pensamiento mágico-religioso que debió regir en el orbe desde tiempos neolíticos tempranos, o acaso antes. Por lo mismo la antiquísima tradición, como la citada, de clara raíz chamánica, debió ser introducida en América con las primeras oleadas de inmigrantes provenientes del Asia.

Cuadragésimo
La continuidad de la vida después de la muerte trajo consigo que en el Antiguo Perú se practicara la necropompa, o autoinmolación. Era practicada por esposas de la élite y gente de servicio. También aquí podría tratarse de una tradición ancestral común a la humanidad.

Addendum
El caso de Atahualpa, estando en prisión, es patético en cuanto a la firme creencia en una vida después de la muerte, siempre y cuando se conservara el cadáver. Al escuchar el bando por el que lo sentenciaba a morir ahorcado, al garrote, testigos oculares de aquel suceso subrayan que el soberano no se inmutó en lo mínimo. Eso sí, en el momento en el que le fue comunicado que su cadáver sería quemado en la hoguera por no ser bautizado, prorrumpió en sollozos, desplomándose su fortaleza espiritual. Y es que el ser incinerado significaba para él morir definitivamente y así no poder gozar de la vida en ultratumba. Queda sobrentendido que luego de aceptar el bautizo, la pena de la hoguera le fue conmutada por la del garrote o asfixia.

Amauta Federico Kauffmann Doig

miércoles, 24 de febrero de 2021

Traiciones y dictadura del auténtico Simón Bolívar: el millonario «español» que se hizo revolucionario

La historia recuerda a Simón Bolívar como el gran libertador de Sudamérica y el hombre que soñó con una confederación democrática de estados libres al estilo de EE.UU. Se cuidan los que han levantado esta pulida y mitificada versión de Bolívar, hoy reverenciado por cierta izquierda americana, en omitir el giro despótico que invadió al criollo en varios periodos de su vida. Aparte de su mala opinión de los indígenas, «seres incapaces de una concepción política»; o de su hostilidad hacia Perú, que veía como una amenaza a su Gran Colombia.

Nacido en el seno de una familia de ascendencia española de Caracas, Bolívar ingresó muy joven en el Batallón de Milicias de Blancos de los Valles de Aragua, donde su padre ejercía sus funciones de oficial y tenía un gran hacienda. En 1799, realizó un viaje a Europa para perfeccionar su formación militar, si bien fue entonces cuando germinó en su interior las ideas independentistas contra la «Madre Patria». Ya en la rebelión iniciada por Francisco de Miranda, en plena Guerra de Independencia española, cobró Bolívar un importante protagonismo como el hombre que convenció al exiliado en Londres de regresar a América.

Retrato de Simón Bolívar, por José Gil de Castro
Caído el prestigio de Miranda, el criollo le traicionó en última instancia para salir con vida de este primer intento de independencia. Bolívar hizo prisionero a Miranda y lo entregó al Ejército español a cambio de un salvoconducto para regresar a Caracas, si bien finalmente se dirigió a Cartagena de Indias con la intención de encender una nueva rebelión.

Una guerra civil entre españoles
Lo que vino a llamarse la «Campaña Admirable» dio luz a la Segunda República, un régimen totalmente personalista del criollo, que trasladó la guerra a un nuevo nivel de violencia y confrontación social. Lejos del relato clásico de la lucha de los americanos por conseguir su independencia respecto a los españoles, las sucesivas guerras de emancipación que se vivieron en los territorios del Imperio español fueron, en esencia, una guerra civil entre españoles, esto es, españoles de América contra españoles de Europa.

Los procesos corrieron a cargo de criollos dueños de grandes plantaciones e intelectuales enriquecidos, que recibieron el apoyo indirecto de EE.UU. e Inglaterra, empezando con el comercio de armas y barcos de guerra a los insurgentes. Sin ir más lejos, la familia de Bolívar era dueña de extensas plantaciones de cacao, con indios de encomienda y esclavos negros. La población mestiza e indígena combatió de forma indiferente en ambos bandos y no mejoró, sino todo lo contrario, su situación una vez se marcharon los europeos.

Tras sucesivas derrotas a manos del Ejército español, la Segunda República de Bolívar se deshilachó a la misma velocidad que se había creado. Cuando en 1814 Fernando VII regresó al poder, pudo organizar una expedición de 10.500 soldados desde España y restablecer el poder real en todos los territorios. Poco después, Bolívar renunció a su mando y, en mayo de 1815, se exilió a Jamaica, en manos británicas. Un periodo de reflexión en el que el criollo español abandonó su proyecto de independencia regional y se abonó a uno continental. Revestido de democracia a toda costa, Bolívar postulaba un sistema político propio de los caudillos latinos, con un presidente vitalicio y una cámara de senadores hereditarios integrada por los generales de la independencia…

En 1819, logró la independencia de Nueva Granada y el nacimiento de la Gran Colombia, de la cual se convirtió en dirigente. Sin tiempo que perder, impulsó una ley de expulsión de los españoles el 18 de septiembre de 1821 por la que todos los ciudadanos con origen peninsular que no demostrasen haber formado parte del movimiento independiente serían sacados a la fuerza del país.

Entrevista en Guayaquil entre Bolívar y San Martín
Puesta su mirada en el sur, el todopoderoso Virreinato del Perú, trató de forjar una alianza con José de San Martín. Durante una reunión entre ambos en Guayaquil, Bolívar concluyó decepcionado que el libertador del Perú «no creía en la democracia, estando convencido de que aquellos países no podían ser regidos más que por Gobiernos vigorosos, que impusieran el cumplimiento de la Ley, ya que cuando los hombres no la obedecen voluntariamente, no queda más arbitrio que la fuerza». Cuando San Martín le ofreció el liderazgo de la campaña libertadora en el Perú, Bolívar le dio a entender que solo lo aceptaría si él se retiraba del Perú. ¡O Bolívar o nada!

Así lo hizo San Martín, que puso rumbo a Europa, si bien el verdadero problema de Bolívar con Perú era la amenaza que suponía como país para su amado proyecto de la Gran Colombia. En opinión del historiador Hugo Pereyra Plasencia, Bolívar llegó al Perú no tanto por dar la libertad a los peruanos, «sino principalmente por el interés geopolítico de destruir de raíz lo que consideraba como una amenaza para la Gran Colombia, […] Por eso se crea Bolivia, para cortarle las patas al “monstruo” peruano». Lo poco que le importaba la libertad local se demostró cuando, en 1825, Bolívar dispuso la anulación de la emancipación de los esclavos que había decretado San Martín y poco después implantó de nuevo el tributo del indígena, que también había sido eliminado por San Martín el 27 de agosto de 1821.

La Muerte del Libertador, por Antonio Herrera Toro
Ese mismo año, el Congreso Constituyente convocado por él en Perú ordenó levantar una estatua ecuestre de Bolívar en la plaza del Congreso, donde está actualmente, y el pago de una recompensa de 1.000.000 de pesos, cantidad que representaba, más o menos, la tercera parte del presupuesto anual del Perú de la época, como una «pequeña demostración de reconocimiento» hacia su figura.
Bolívar llegó al Perú no tanto por dar la libertad a los peruanos, «sino principalmente por el interés geopolítico de destruir de raíz lo que consideraba como una amenaza para la Gran Colombia»
Años de dictadura
Bolívar soñaba con replicar los EE.UU. en un territorio fragmentado, de caracter provincial y diverso, que en algunas zonas veía con poco o nada entusiasmo el proyecto confederado, como en el caso de Perú. En los años posteriores el «libertador», que empezó a acaparar poder y actuar de forma despótica, fracasó en su intento de imponer su visión de la democracia a todo el continente.

En 1826, el levantamiento de José Antonio Páez contra el orden impuesto en Venezuela por Bolívar, unido al rechazo de la unión con Colombia, comprometieron gravemente el proyecto de la Gran Colombia. Tampoco salieron las cosas como él había previsto en la Asamblea de Panamá (1826), donde intentó conseguir la unión continental a través de una confederación, quedando reducida la participación a Colombia, México, Perú, Chile y las Provincias Unidas de Centroamérica y los compromisos a solo buenas palabras.

Además, concluida la guerra contra el Imperio español, la aristocracia limeña consiguió la anulación de la Constitución bolivariana que se les había impuesto con el argumento de Bolívar de que, aunque no fueran legales los métodos para aprobarla, era «popular y por lo tanto propio de una república eminentemente democrática». Ni entonces, ni hoy, Perú guarda buen recuerdo del Libertador.
Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander
 en el Congreso de Cúcuta

Sobrepasado por las circunstancias, Bolívar asumió en 1828 en un pronunciamiento en Bogotá plenos poderes dictatoriales, lo que condujo a la rebelión colombiana contra su dictadura pretoriana. Entre las medidas impopulares que impuso, estuvo una serie de privilegios a la alta jerarquía del Ejército y la restitución del impuesto de la alcabala, un impuesto español que se había llevado a América tras la conquista y del cual muchos criollos se habían quejado a lo largo de los tiempos.

La invasión del ejército peruano al frente de La Mar, la insubordinación del general de su mayor confianza, José María Córdoba, y un intento de asesinato el 25 de septiembre de 1828 le señalaron la puerta de salida. Bolívar, gravemente enfermo y en proceso depresivo, presentó su dimisión en 1830 ante el Congreso colombiano y vivió sus últimos días torturado por las noticias que llegaban de más y más fragmentaciones de las repúblicas americanas. Falleció poco después en la casa del hidalgo español Joaquín de Mier, en San Pedro Alejandrino.


FUENTE: ABCeshistoria.com

martes, 2 de febrero de 2021

El inca que traicionó a su hermano (:

José Vargas Sifuentes -Periodista-

Manco Inca propició el viaje a Chile de Diego de Almagro para separarlo de su socio y aniquilarlo. La historia de la larga resistencia de los incas contra los españoles, iniciada por Manco Inca, nombrado por los españoles como sucesor de Atahualpa; y continuada por tres de sus hijos, está llena de pasajes históricos pocos conocidos o ignorados por algunos de nuestros historiadores.
Uno de esos pasajes fue el papel que cumplió Huáscar Túpac Paullu Inkil (o Cristóbal Paullu Inca), nombrado inca por Diego de Almagro, el Viejo.
Recordemos esta historia, que forma parte de la larga lucha emprendida por los sucesores de Atahualpa a partir de 1536.

Tras la ejecución de Atahualpa, Francisco Pizarro nombró inca a Túpac Hualpa, llamado Toparpa, quien murió a los tres meses de su mandato (agosto a octubre de 1533) a causa de un envenenamiento que se atribuyó al general Calcuchimac, quien fue sentenciado a muerte por ello.
Para sucederlo en el trono fue nombrado Manco Inca Yupanqui (también llamado Manco Cápac II), hermanastro de Huáscar y Atahualpa, quien se rebelaría contra los españoles e iniciaría una guerra que inicialmente duraría ocho años.
Al iniciar la guerra de reconquista de su imperio, Manco Inca propició el viaje de Diego de Almagro a Chile en busca de nuevas riquezas. La intención del monarca era separarlo físicamente de su socio conquistador y aniquilarlo durante su viaje al sur.
Con esa mira envió a Vila Oma, sumo sacerdote y general de sus ejércitos, para dirigir la operación y al intérprete Felipillo como principal conspirador. (El papel que este cumplió en esa oportunidad le permitió reivindicarse como un héroe, como lo recordamos en las crónicas publicadas el 27 de octubre y el 10 de noviembre del 2018.)

El plan fue frustrado por la decisión del príncipe Paullu Inca –al mando de un grueso contingente de indios– de acompañar a Almagro para hacer méritos ante los españoles, encumbrarse y ser reconocido como inca bajo su égida.
Paullu era medio hermano de Manco e hijo de Huáscar y de Añas Colque, y se creía con derecho a sucederlo en el gobierno, lo cual le estaba negado por ser hijo de una princesa provinciana y no podía pertenecer a la panaca de su padre.
Sin embargo, habiéndose destruido el orden imperial, los príncipes de madres provincianas habían llegado a considerarse con iguales derechos que los de la cerrada casta de los orejones. Tarde se enteró Manco Inca del protervo proceder de su medio hermano y de su servil acercamiento a Almagro, y nada pudo hacer para contenerlo.

La presencia de Paullu impidió que los nativos atacaran a los invasores, y existe la versión de que se negó a llevar a cabo la matanza, argumentando que, con la fuga de Copiapó, no le quedaron suficientes hombres para concretar la orden.
Decepcionado por no encontrar riquezas, Almagro retornó al Cusco, donde se enteró de la rebelión de Manco Inca –que se había retirado a Vilcabamba–, y que la ciudad era gobernada por Hernando y Gonzalo Pizarro.
Con ayuda de Paullu, el frustrado conquistador se enfrentó y apresó a los hermanos, y después venció a las tropas de Alonso de Alvarado enviado por Francisco Pizarro, en la batalla del Puente Abancay (12 de julio de 1537), y retomó el control del Cusco.

Después de ese episodio, un Almagro agradecido coronó a Paullu como inca, en una fastuosa ceremonia.
La suerte del inca cambiaría cuando Almagro fue vencido en la Batalla de Las Salinas (6 de abril de 1538) y los Pizarro reasumirían el dominio absoluto de la situación. Paullu se refugió para evitar represalias de los vencedores.
Sin embargo, Hernando Pizarro, temiendo que se uniera a su hermano en Vilcabamba, lo convenció para que apoyara a los españoles.

Así lo hizo el falso inca. Lanzó a los indios leales a él contra su medio hermano y sus hermanos de raza. Con su ayuda, los hispanos ocuparon la ciudadela de Vilcabamba y vencieron a las tropas de Manco Inca, aunque no lograron capturarlo.
Informado del hecho, el rey Felipe II instruyó al licenciado Cristóbal Vaca de Castro para que le devuelvan a Paullu Inca las tierras que le fueron decomisadas en Arequipa. Más aún, Pizarro y Vaca de Castro le confirieron vastos repartimientos, y la corona española le concedió en 1544 un escudo de armas, ennobleciéndolo.
Finalmente, adoptó las costumbres españolas y fue bautizado con el nombre de Cristóbal, en 1545, junto con su madre, su hermana, su mujer, Catalina Tocto Sisa, y un hijo de 8 años, en una ceremonia apadrinada por Garcilaso de la Vega, padre del cronista homónimo.
Vivió y ‘gobernó’ en el Cusco hasta el día de su muerte, en 1549.

miércoles, 27 de enero de 2021

Chile: País ladrón y carente de vergüenza "El saqueo chileno al Perú entre 1879 y 1884"

Chile: País ladrón y carente de vergüenza.- El saqueo chileno del Perú entre 1879 y 1884.- Homenaje a la deshonesta república que más ha robado a sus vecinos de la América del Sur.- Documentos y textos para la Historia de Chile y el Perú
Escribe: César Vásquez Bazán

El soldado chileno de la izquierda sostiene en los brazos los robos realizados en Iquique y Tarapacá; el de la derecha carga en una canasta el producto de los hurtos en los territorios peruanos de Pisagua, Dolores, Agua Santa, Pozo Almonte, y La Noria y en los pueblos bolivianos de Cobija y Tocopilla. La ilustración fue publicada en el periódico chileno El Barbero, edición del 16 de diciembre de 1879.

En 1879, Perú sufrió una guerra de agresión y conquista territorial planificada con antelación por la República de Chile. Muchos tienen presente que el territorio peruano fue desmembrado con el robo de Tarapacá y Arica (49 mil kilómetros cuadrados). Sin embargo, lo que no se recuerda es que lo que se presenció en la Guerra del Salitre, entre 1879 y 1884, constituyó un crimen de lesa humanidad practicado por el gobierno y las fuerzas armadas de Chile. Fue además una expresión de repudio racista contra el Perú, nación de cholos, mestizos e indios. Para llevarla adelante, el gobierno chileno adquirió la experiencia necesaria “pacificando” la Araucanía y cancelando la vida de miles de pobladores indígenas, habitantes originarios del propio Chile.

Las acciones en las que se vieron envueltas las tropas chilenas durante la invasión del Perú configuran un crimen horrendo: genocidio. Violando la Convención de Ginebra de 1864 y la Declaración de Bruselas de 1874, las tropas chilenas asesinaron con frialdad a heridos peruanos. Al grito de “mueran los cholos”, se enorgullecían de “no tomar prisioneros”. Miles de peruanos perecieron “repasados” por los fusiles invasores. Ciudadanos de toda condición, hogares, pueblos, autoridades, instituciones, empresas e iglesias fueron violados, vejados, humillados, saqueados, deportados, asesinados y destruidos por las tropas de ocupación, que remitían felices y conscientes a Chile el botín de la rapiña. Chile dio muerte, inclusive, a marinos peruanos que trece años antes –con sus vidas y sus naves– lo habían protegido de la agresión española. Destaca entre ellos el nombre de Miguel Grau, al que la Historia recuerda como el Caballero de los Mares, por su respeto y humanidad con los vencidos.
Contrasta con la grandeza de Grau la miseria de los generales del sur que ordenaban el “repase” de los heridos, el fusilamiento de los prisioneros y el saqueo de los pueblos peruanos. Triste situación la de un país cuyos principales héroes militares son criminales de guerra que mancharon su foja de servicios con los crímenes contra la humanidad, atrocidades y robos cometidos en el Perú.

El general chileno manco Erasmo Escala Arriagada se acerca a tierra llevando sobre los hombros el producto de los robos y saqueos perpetrados en el Perú. La ilustración fue publicada en el periódico chileno El Barbero, edición del 29 de noviembre de 1879.

Inclusive treinta y cuarenta años después de 1879, en las primeras décadas del siglo XX, cuando Chile ocupaba Tacna y Arica, la política oficial de ese gobierno –conocida como “chilenización”– violentó e incluso asesinó a los peruanos que en esa tierra, su propia tierra, levantaban la bandera de Bolognesi, Grau y Cáceres y se negaban a adoptar la nacionalidad chilena.
La conducta que describimos ilustra nuestro pasado común. Es historia que no puede borrarse. Trasunta el pasado y problematiza el futuro. Para los peruanos es una lección que debemos mantener presente, no sólo por patriotismo y dignidad, sino por mero instinto de conservación nacional frente a un país cuyo arrogante lema es que las cosas se hacen “por la razón o la fuerza”.
Si los chilenos quieren sinceramente que el futuro una a nuestras dos naciones, si realmente anhelan que el pasado no nos divida, la condición fundamental de ese proceso es reconocer la responsabilidad histórica de Chile en el genocidio, desmembramiento territorial y saqueo del Perú. El primer paso de una verdadera reconciliación entre nuestras dos naciones es que Chile solicite disculpas públicas al pueblo peruano por su conducta y acciones delictivas durante la guerra que declaró en 1879 y ofrezca las reparaciones que la Historia exige.
Para que las anteriores acciones se produzcan, es imprescindible que el pueblo de Chile tome conciencia de la gravedad y extensión de los crímenes cometidos entre 1879 y 1884. Los artículos siguientes han sido escritos con la finalidad que los chilenos conozcan los saqueos, robos y otros vejámenes cometidos en su nombre, contra el Perú y los peruanos, durante el Conflicto del Salitre. Todos ellos están sustentados con evidencias documentales chilenas que demuestran la responsabilidad del país del sur en la ejecución de los citados crímenes de guerra. 

Lima, 30 de septiembre de 2012

El robo de las estatuas de mármol de los leones de Lima
Rateros chilenos de uniforme robando en Chorrillos, enero de 1881

A la izquierda, el Monumento al Dos de Mayo, ubicado en la Plaza de ese nombre, en la ciudad de Lima. A la derecha, el Monumento al Dos de Mayo –gemelo del anterior– hurtado por Chile en 1881 y ubicado hoy en la ciudad de Talca
Neptuno, estatua propiedad del Gobierno del Perú, robada de Lima por Chile en 1882. Actualmente se encuentra en la Plaza Aníbal Pinto (antes Plaza del Orden) en Valparaíso, tal como describe el intendente de ese puerto en carta de 1882 al presidente de Chile.


Lista de los libros traídos del Perú, testimonio del robo de los libros de la Biblioteca Nacional del Perú y materiales de enseñanza de la Universidad de San Marcos, reportados en el Diario Oficial de la República de Chile, Santiago, Sumario, lunes 22 de agosto de 1881, Año V, número 1,315

En el tercio inferior de la columna de la derecha se inicia la publicación (en tres partes) del informe sobre los libros y objetos científicos robados al Perú y remitidos  a la Universidad de Chile por la Intendencia General del ejército invasor. El informe está fechado en Santiago el 3 de agosto de 1881 y tiene dieciséis páginas. Es elevado por Ignacio Domeyko, rector de la citada Universidad, al ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública Manuel García de la Huerta. Domeyko expresa cumplir así con lo dispuesto en el decreto supremo del 22 de marzo de 1881.
En el documento, el rector de la Universidad de Chile da cuenta de haber recibido “una multitud de objetos” repartidos en setentaicuatro cajones y ochenta bultos. Entre los objetos a los que tuvo acceso Domeyko se encontraron:
— Instrumentos y aparatos para la enseñanza de la física y de la química
— Una colección de muestras para la química orgánica y farmacia
— Preparaciones anatómicas
— Objetos de historia natural
— Libros que sumaron más de diez mil volúmenes de libros, muchos de ellos publicados en el siglo XVI y XVII,  incluyendo  múltiples joyas bibliográficas universales, y
— Una colección geológica de rocas

Continúa la publicación de la Lista de los libros traídos del Perú, que prueba el robo de los libros de la Biblioteca Nacional del Perú y de los materiales de enseñanza de la Universidad de San Marcos. El reporte apareció en el Diario Oficial de la República de Chile, Santiago, Sumario, martes 23 de agosto de 1881, Año V, número 1,316. La relación se encuentra ordenada por cajones y presenta los libros numerados y con indicación de su tamaño y el número de volúmenes que incluye cada uno. En las páginas interiores del Diario Oficial continúa la publicación del contenido de cada uno de los cajones.

Continúa la publicación de la Lista de los libros traídos del Perú, que prueba el robo de los libros de la Biblioteca Nacional del Perú y de los materiales de enseñanza de la Universidad de San Marcos. El reporte apareció en el Diario Oficial de la República de Chile, Santiago, Sumario, miércoles 24 de agosto de 1881, Año V, número 1,317. En las páginas interiores del Diario Oficial continúa la publicación del contenido de cada uno de los cajones. Aquí se concluye la publicación de la Lista.

Textos y documentos para la Historia de Chile y el Perú 

I. Los militares y marinos chilenos como ladrones

I-1. Marinos y soldados chilenos denunciados como ladrones por la prensa de su propio país.- Periódico chileno “El Barbero” los presenta como saqueadores

I-2. Chile roba a los peruanos en 1880.- Rapiña chilena levantó con todo: joyas de oro con perlas y diamantes; relojes, cadenas y anillos de oro con brillantes, rubíes y piedras preciosas; kilos de oro y plata para fundir

I-3 Robos de Chile en el Perú.- New York "Herald" informa sobre los ladrones chilenos durante la Guerra del Salitre.- Ya desde 1883 el mundo conocía las raterías de la oligarquía y los rotos chilenos en el Perú

I-4. Palacio de Gobierno del Perú convertido en gigantesco burdel por orden del Gobierno de Chile a través de los ladrones Pedro Lagos y Cornelio Saavedra.- Invasores llenaron de cantineras y prostitutas chilenas la Casa de Gobierno en Lima.- Lo informó el New York "Herald", el 7 de septiembre de 1883


I-5. Saqueo y destrucción de Lima en 1881 por las fuerzas armadas chilenas.- Salvajismo y rapiña de los genocidas del sur

I-6. Embajador de EE. UU. en Perú Isaac P. Christiancy informa al Secretario de Estado de EE.UU. sobre el robo por los chilenos de la Biblioteca Nacional, el Palacio de la Exposición, la Escuela de Medicina de San Fernando y la Escuela de Artes y Oficios.- Sucedió en Lima, en 1881

I-7. Ladrones chilenos se llevaron de Lima ollas, platos y hasta las lozas del piso.- Jorge Basadre describe el saqueo chileno de la capital peruana en 1881

I-8. Chile reconoce el saqueo del Perú durante la Guerra del Salitre.- Edicto del ministro de Guerra y Marina de Chile aclarando que el producto de los robos en el Perú pertenece al Estado chileno


I-9. Chile organiza el saqueo del Perú.- Crea ente para centralizar los robos y exacciones al Perú y los peruanos.- Oficina Recaudadora de Contribuciones se encargaría de succionar los bienes peruanos y enviarlos a Chile

II. El saqueo de Chorrillos

II-1. Chorrillos en 1868, años antes de la masacre, saqueo y destrucción perpetrados por los genocidas chilenos.- Fotografías de Courret Hermanos

II-2. Chorrillos destruido en enero de 1881 por los genocidas chilenos.- Peruano: Nunca olvides de lo que fueron capaces nuestros vecinos del sur.- Chileno: Toma conciencia de los crímenes de guerra cometidos por tu país

II-3. El saqueo de Chorrillos, Barranco y Miraflores por la “hermana” República de Chile.- “Hay orden de poner todo a sangre y fuego. Nosotros quemamos, el Perú paga”.- Tomás Caivano relata el Holocausto de Chorrillos


II-4. El Holocausto de Chorrillos.- Miembro del estado mayor chileno describe la carnicería, saqueo y devastación de Chorrillos por los genocidas del sur.- Baquedano ante la matanza y el incendio: “¿Qué puedo hacer yo?”

II-5. Subteniente chileno describe la matanza, saqueo e incendio de Chorrillos.- Repase de heridos, fusilamiento de prisioneros, violaciones, robo, destrucción e incendios generalizados.- Tufo racista de la soldadesca chilena

II-6. Soldadesca chilena saqueando Chorrillos en enero de 1881


III. Robo de la Biblioteca Nacional de Lima

III-1. Chile roba los libros de la Biblioteca Nacional de Lima.- Escribe: Ricardo Palma

III-2. Rector de Universidad de Chile descubre el robo del Perú por los saqueadores sureños.- Describe los objetos científicos “extraídos” por Chile de nuestro país.- Sin proponérselo, el “Informe Domeyko” prueba que Chile es un país ladrón y carente de vergüenza

III-3. Documentos del Gobierno de Chile reconociendo el robo de libros de la Biblioteca Nacional del Perú y la sustracción de objetos científicos.- Textos originales del Diario Oficial de la República de Chile (22, 23, y 24 de agosto de 1881)

III-4. Presidente de Chile Domingo Santa María reconoce el hurto de libros de la Biblioteca Nacional del Perú.- Atribuye la ratería chilena a “un momento de ardor bélico”.- Se deduce entonces que cuando a los chilenos les entra “ardor bélico” se dedican a robar.- Carta de Santa María a Ricardo Palma fechada 14 de marzo de 1884

III-5. Saqueo de libros peruanos.- Periodista chileno Marcelo Mendoza denunció el robo de los libros de la Biblioteca Nacional del Perú por las fuerzas chilenas de ocupación entre 1881 y 1883

III-6. Chile reparte lo robado a la Biblioteca Nacional e instituciones educativas del Perú.- Ocho organismos chilenos se adueñaron de lo saqueado en el Perú: El laboratorio de física de la Universidad de Chile, el laboratorio de física del Instituto Nacional de Chile, el museo anatómico de la Universidad de Chile, el Museo Nacional de Chile, la Oficina Hidrográfica de Chile, la Oficina Meteorológica de Chile, la biblioteca de física del laboratorio de la Universidad de Chile y la Biblioteca Nacional de Chile

III-7. General chileno ladrón Marcos Segundo Maturana regala a la Universidad de Chile los libros que había robado en el Perú

III-8. Obra en ocho tomos donada por don José de San Martín a la Biblioteca Nacional del Perú fue robada por sargento mayor chileno quien “obsequió” los volúmenes al historiador Benjamín Vicuña Mackenna.- A su vez, los ocho tomos autografiados por el Libertador fueron “regalados” por Vicuña Mackenna a la Biblioteca Nacional de Chile, la que los aceptó como “libros adquiridos por obsequio”

III-9. Historiadores Benjamín Vicuña Mackenna y Diego Barros Arana reducidores de los libros robados por Chile de la Biblioteca Nacional del Perú.- Así lo evidencia carta de Vicuña Mackenna e “Informe Domeyko”

IV. Robo del Archivo Nacional del Perú 

IV-1. Chile saquea el Archivo Nacional del Perú.- Miles de documentos desaparecieron o se mutilaron, destruyéndose la clasificación de los legajos.- Chileno José Toribio Medina vino de Santiago a Lima para dirigir la selección y envío de los documentos robados por los invasores.- Hoy forman parte de la “Sección Peruana” del Archivo Nacional de Santiago

V. Robo del Palacio de la Exposición de Lima y obras de arte

V-1. Chile desvalija el Palacio de la Exposición de Lima.- Patricio Lynch firma en 1882 decreto ordenando el robo y remisión a Santiago de obras como “Los Funerales de Atahualpa” y “La Libertad” del pintor Luis Montero

V-2. Chile reconoce el robo de objetos de arte de propiedad del Perú.- Chilenos asaltaron el Palacio de la Exposición de Lima y levantaron con todo lo que pudieron.- Informe del jefe de la ocupación chilena Patricio Lynch al Ministro chileno de Guerra y Marina

V-3. Saqueo chileno del Palacio de la Exposición de Lima.- Minuta de Patricio Lynch muestra que chilenos hurtaron de todo: obras de arte, monumentos, estatuas de mármol y fierro, columnas, planchas, mesas y asientos de mármol, pedestales, jarrones, candelabros, maceteros, escaleras, balaustres y hasta pájaros y serpientes disecadas

V-4. Patricio Lynch remite a Chile lo robado en el Palacio de la Exposición de Lima


V-5. Chile roba los leones de mármol que adornaban Lima.- Cacos sureños remiten a Santiago el producto de sus hurtos

V-6. Chile saquea Lima entre 1881 y 1884.- Chilenos robaron estatuas y bancos de mármol, el cañón de bronce de Ayacucho, árboles y arbustos del Jardín Botánico de Lima, los leones y otros animales del Zoológico

VI. Robo del Jardín Zoológico de Lima

VI-1. Chile robó los leones del Zoológico del Palacio de la Exposición de Lima.- Rateros chilenos se los llevaron a fines de 1881

VII. Robo del Reloj de Pedro Ruiz Gallo

VII-1. El Reloj de Pedro Ruiz Gallo en el Palacio de la Exposición de Lima.- Otro de los robos de Patricio Lynch y los invasores del sur en 1882

VIII. Robo de la Universidad de San Marcos

VIII-1. Saqueo chileno de la Universidad de San Marcos.- Invasores a órdenes de Lagos Marchant robaron, destruyeron o inutilizaron los Gabinetes de Física y Mineralogía, Laboratorio de Química, Gabinete de Anatomía, el Jardín Botánico, el Museo de Historia Natural, la Sala de Disecciones y la Biblioteca

VIII-2. Coronel chileno Pedro Lagos Marchant robó los gabinetes de Física, Química y Mecánica de la Universidad de San Marcos y libros de la Biblioteca Nacional del Perú.- Ladrón chileno los "obsequió" al Liceo de Chillán en 1881.- Informe del director de dicho Liceo reconoce el hurto.- Chile: País ladrón y carente de vergüenza

VIII-3. Patricio Lynch denuncia a “particulares chilenos” como responsables del saqueo del Perú.- Reconoce que Chile robó la Biblioteca Nacional, la Imprenta del Estado, el Gabinete de Física, mobiliario y otros valiosos artículos.

IX. Robo del Observatorio Astronómico de Lima

IX-1. Chile roba los instrumentos científicos del Observatorio Astronómico de Lima.- En 31 cajones, cacos chilenos remitieron a su país el equipo de nuestro Observatorio

X. Robo de la Imprenta del Estado Peruano

X-1. Así robó Chile la Imprenta del Estado Peruano.- Por órdenes del gobierno chileno, Lynch sustrajo en 1881 valioso equipo tipográfico.- Confiesa el hurto en su “Memoria”

X-2. “Destruir Lima y reducir el Perú a polvo y escombros”.- Las exigencias del diario chileno “La Patria” de Valparaíso el 31 de enero de 1880.- Los ladrones Isidoro Errázuriz Errázuriz y Luis E. Castro Castro

XI. Robo de la Casa de la Moneda

XI-1. Chile saquea Casa de la Moneda de Lima con premeditación, alevosía y ventaja.- Informe de 1881 del invasor Federico Stuven proponiendo el envío a Chile de los equipos peruanos de amonedación

XI-2. Chile roba toda la maquinaria de la Casa de la Moneda de Lima.- Sucedió en abril de 1881 por órdenes del atracador Pedro Lagos Marchant.

XII. Robo de la Escuela de Artes y Oficios, Factoría de Bellavista, Maestranza de Guías y Fábrica de Pólvora

XII-1. Chile roba 4,700 toneladas de equipo de Escuela de Artes y Oficios, Factoría de Bellavista, Maestranza de Guías y Fábrica de Pólvora.- Conocido ladrón chileno Federico Stuven informa sobre las raterías y confima la confesión del Intendente sureño Dávila Larraín

XIII. Robo del Museo de Artillería

XIII-1. Chile se llevó de Lima “todo aquello que tenía algún valor”.- Información del francés E. Le Léon, teniente de navío en la Armada de su país y agregado al ejército chileno.- La descripción apareció en sus “Recuerdos de una misión en el ejército chileno”, publicados en 1883

XIV. Robo de antigüedades peruanas

XIV-1. General chileno Marcos Maturana roba “importantes antigüedades peruanas” y las regala al Museo del Louvre.- Teniente francés E. Le Léon relata el “obsequio” del ladrón Maturana durante la ocupación chilena

XIV-2. El colmo: General chileno ladrón Marcos Segundo Maturana condecorado por Francia.- País europeo agradeció “donación” de los jarrones incaicos y otras antigüedades peruanas robadas por Maturana en Lima

XV. Robo del Monumento al 2 de Mayo

XV-1. En 1881 Chile pensó robar el Monumento al 2 de Mayo.- Lo propuso el diario “La Patria” del caco Isidoro Errázuriz.- Periodista colombiano Adriano Páez denunció los delitos de la nación sureña tras la caída de Lima en 1881

XV-2. Monumento al 2 de Mayo destinado al Callao, gemelo del de Lima, fue robado por Chile.- Coronel chileno José Francisco Gana lo “obsequió” a Talca, su ciudad natal

XVI. Robo de dinero a mano armada

XVI-1. Chile impone exacción mensual de un millón de pesos plata a Lima y Callao (US$22,700,000 de hoy).- 50 peruanos tienen 8 días para pagar.- Ladrones chilenos amenazan con destruir propiedades por un valor mínimo tres veces mayor que el cupo impuesto.- Encargan la destrucción al criminal de guerra Pedro Lagos Marchant

XVI-2. Chile roba US$11,350,000 a 250 peruanos.- Continúa asalto a mano armada en el Perú.- Ladrones chilenos aplican “gastos de cobranza”, “intereses penales” y “recargos”

XVI-3. Criminal de guerra Lynch y saqueador Stuven destruyen la Hacienda "Palo Seco" y la infraestructura de Supe, Paita y Chocope.- Mayúsculas y generalizadas violaciones de las leyes de la guerra por los invasores

XVI-4. “Palo Seco”, la hacienda cerca de Chimbote destruída por los asaltantes chilenos.- Dueño Dionisio Derteano se negó a pagar la extorsión que quiso imponerle el caco Lynch.

XVI-5. Expedición de ladrón chileno Ambrosio Letelier saquea sierra central del Perú.- Historiador chileno Gonzalo Bulnes reconoce: “Mas que campaña militar la Expedición Letelier se transformó en una gran requisición de dinero a mano armada”

XVI-6. Caco chileno Ambrosio Letelier extorsiona a comerciante italiano de Cerro de Pasco para extraerle el equivalente de US$1,135,000 del día de hoy

XVI-7. Forajido chileno Ambrosio Letelier cobra en Banco de Londres, México y Sudamérica cheque al portador por medio millón de soles.- Rufián sureño pasó por Caja al regresar a Lima el 15 de julio de 1881.- ¿Cómo así se apoderó de ese cheque? - Según Patricio Lynch, su jefe y colega de rapiña, Letelier lo recibió producto de una venta de barras de plata saqueadas durante su expedición a la sierra central

XVI-8. Rufián chileno Letelier condenado a seis años de presidio y baja del ejército por apropiarse del botín de expedición a la sierra central del Perú.- Sentencia no es por saquear, robar e imponer cupos sino por no haber entregado todo el producto de sus robos al Estado chileno.- Foja oficial de servicios de Letelier oculta que fue dado de baja en 1882

XVI-9. Llover sobre mojado.- El artículo “Expedición a Junín” [Expedición Letelier] escrito por la hija del teniente coronel chileno Ambrosio Letelier

XVII. Robo de la Hacienda Montalván del Libertador Bernardo O'Higgins

XVII-1. Ladrones chilenos asaltan propiedad del Libertador Bernardo O'Higgins.- Cacos del sur robaron Hacienda Montalván en Cañete.- Levantaron con los objetos existentes y los remitieron a Valparaíso.- Chile: País ladrón y carente de vergüenza

XVIII. Otros robos y saqueos

XVIII-1. Chile roba del Perú “más de dos mil rieles” y cañones.- Reconocimiento del latrocinio aparece en la “Memoria 1882” de Patricio Lynch

XVIII-2. Cobardes invasores chilenos matan a palos y culatazos rebaño de 500 ovejas en Supe.- Cumpliendo órdenes del criminal de guerra Lynch, salvajismo fue obra de soldadesca del regimiento Buín

XIX. Violación de las leyes de la guerra y el saqueo del Perú

XIX-1. Leyes de guerra aceptadas en la época del Conflicto del Salitre fueron violadas por Chile al saquear el Perú.- Entre 1879 y 1884 Chile se ensució en el Derecho Internacional.- Se burló de las “Leyes de guerra para los ejércitos de tierra” de 1880.- Hizo caso omiso de la “Declaración de Bruselas” de 1874.- Se jaraneó de risa de las “Instrucciones para los ejércitos de los Estados Unidos en campaña” (Código Lieber) de 1863

XIX-2. Chile violó las leyes de guerra durante el Conflicto del Salitre.- Declaración de Bruselas de 1874 pone en evidencia crímenes de guerra y delitos chilenos

XIX-3. Crímenes de guerra de Chile en la Guerra del Salitre y la violación del artículo sexto de la Convención de Ginebra de 1864.- El repaso de heridos peruanos y bolivianos

XIX-4. Convenciones de Ginebra de 1864 y 1868 para mejorar la condición de los militares heridos en campaña.- Chile no respetó los Convenios, como lo prueba la criminal práctica del “repase”

XIX-5. Al comenzar la Guerra del Salitre, Chile hizo suyos los avances en materia de leyes de guerra contenidos en la Declaración de Bruselas de 1874, la Convención de Ginebra de 1864 y otras disposiciones.- Gobierno de Chile publicó en 1879 recopilación oficial de leyes de la guerra en el manual “El derecho de la guerra y los últimos progresos de la civilización”.- Con carácter de código militar, leyes de guerra se comunicaron al ejército y escuadra de Chile para que reglasen su conducta a esas disposiciones.- Adopción voluntaria de leyes de la guerra impide a Chile justificar incumplimiento de las normas del Derecho Internacional aduciendo desconocimiento o no haber suscrito la Declaración de Bruselas de 1874

XIX-6. Crímenes de guerra cometidos por Chile en el saqueo y robo del Perú durante el Conflicto del Salitre.- Violaciones chilenas a las “Leyes de la guerra para los ejércitos de tierra”