sábado, 22 de agosto de 2020

Tangarará, "La primera ciudad española en el Perú".

Alguna vez hemos dicho que la historia del Perú debe ser reescrita. Porque hay hechos omitidos, tergiversados o simplemente olvidados, que merecen ser reconsiderados. Uno de ellos es el caso de Tangarará, la primera ciudad fundada por los españoles en América del Sur, aunque en la escuela y en los libros de historia se sigue difundiendo que el título le corresponde a la ciudad de Piura, lo que no es cierto.


La primera ciudad fundada por Francisco Pizarro fue San Miguel de Tangarará, en una campiña sembrada de algarrobos a la diestra del río Piura, en el hoy distrito de Marcavelica, en la provincia de Sullana, el 15 de julio de 1532, con lo que se cumplió el deseo del conquistador de fundar un ‘pueblo de cristianos’ después de partir de Poechos con destino a Cajamarca.

El lugar era gobernado por el cacique Tangar Arac (‘pantano pluvial con peces’, en tallán) y allí se erigió el primer templo cristiano, donde el cura Valverde ofició su primera misa e inició el proceso de evangelización. Se nombró primer alcalde a Blas de Atienza; contador a Alberto Navarro, y tesorero a Alfonso Riquelme, y se constituyó así la primera municipalidad del Perú. (San Miguel del Villar, hoy Piura, fue fundada un mes después, el 15 de agosto de 1532).

Así lo han establecido el historiador Miguel Seminario Ojeda (Historia de Sullana); y los cronistas Pedro Cieza de León (La Crónica del Perú) y Juan de Arce, testigo del acto de fundación, que señala que el lugar era “tierra buena, de mucha comida”.

La versión es respaldada por los historiadores Reynaldo Moya Espinoza, Juan José Vega y Miguel Arturo Seminario Ojeda, aunque con fecha errada debido a la ausencia de un acta de fundación, que no siempre era levantada cuando se establecía una ciudad.

El acto fue confirmado por el emperador Carlos V al otorgarle el escudo de armas el 7 de diciembre de 1537, distinguiéndola como la primogénita ciudad europea fundada en América del Sur.

El hecho lo corroboró José Antonio del Busto en su Historia General del Perú y lo ratificó un Diploma al Mérito expedido el 15 de julio del 2005 por el Congreso de la República.

Ese mismo año, el Instituto Nacional de Cultura declaró a Tangarará Patrimonio Cultural de la Nación, y en abril el gobierno regional de Piura dictó la Resolución Ejecutiva Regional N° 248-2005 que la declara “primera ciudad fundada por los españoles en el Pacífico Sur y Capital Nacional de la Transculturación”.

La fundación de la villa figura también en la Relación del Descubrimiento y Conquista del Perú, basada en los manuscritos de Pedro Pizarro, sobrino del conquistador, participante activo en la conquista y presente en el acto.
Más aún, fue declarada monumento histórico del Perú el 3 de junio de 1982 mediante la R. M. N° 475-82-ED; y después Distrito Histórico de la región Piura y una de las Ocho Maravillas Turísticas de la Región.

No obstante tantos títulos, documentos y testimonios históricos, Tangarará ha visto frustrado su deseo de convertirse en distrito y permanece con el tiempo detenido, con sus ranchitos con paredes de adobe y techos de paja y barro; con su plaza de corte moderno denominada Encuentro de Dos Culturas, con un obelisco en su centro inaugurado en 1932, al conmemorar sus 400 años de fundación, y una réplica de la cruz que utilizara Pizarro para el acto de fundación hace 486 años.

Dedicada a la agricultura como actividad principal –básicamente producción de arroz y plátanos–, Tangarará sigue padeciendo la falta de infraestructura y servicios básicos, que dificulta la llegada de turistas y visitantes dispuestos a apreciar y disfrutar de la indescriptible belleza de su paisaje y sus mil historias legendarias. 

Esta localidad llena de historia requiere la atención de las autoridades a todo nivel para seguir creciendo con el importante legado cultural e histórico que representa y que actualmente identifica y enorgullece a cada uno de sus pobladores.
El viernes 24 de agosto, en medio de una comprensiva expectativa, se realizó una audiencia pública organizada por la Comisión de Educación, Cultura y Deporte de la Municipalidad de Sullana, con el objetivo de defender a Tangarará como la primera ciudad española establecida en el Pacífico Sur por los conquistadores españoles.

Lo cierto de todo es que el Perú no puede seguir ignorando su pasado ni mucho menos seguir permitiendo que continúe en el olvido y el abandono una ciudad como Tangarará, poseedora de una enorme importancia histórica, además de muy valiosa.


José Vargas Sifuentes
Periodista 

miércoles, 12 de agosto de 2020

La guerra de los dos hermanos: división y caída del Imperio Inca

El 26 de julio del año 1533, el último gobernante del imperio inca, Atahualpa, fue ejecutado por los españoles a “garrote” (artilugio utilizado para estrangular a los reos). Su muerte significó el fin del gran imperio inca y el comienzo de la conquista española sobre aquella región de América del Sur. Sólo un año antes, Atahualpa había salido victorioso de la sangrienta guerra civil mantenida para conseguir el Sapa Inca (título que significaba ‘el inca, el único’). Esta guerra es conocida con diversos nombres: guerra civil inca,  guerra dinástica inca, guerra de sucesión inca y  guerra de los dos hermanos.

Retratos de Huáscar y Atahualpa aparecidos en sellos peruanos emitidos en el año 2004. 
La muerte de un Sapa Inca
La guerra entre los dos hermanos empezó con la muerte del Sapa Inca Huayna Cápac y de su heredero, Ninan Cuyuhi en el año 1527. Probablemente murieran ambos a causa de la viruela, enfermedad que se propagó rápidamente entre las comunidades indígenas desde la llegada de los españoles al continente.
Tradicionalmente, el Sapa Inca legaba el trono a su primogénito. En el caso de Huayna Cápac, sin embargo, su hijo mayor, Ninan Cuyochi, había fallecido antes que él. Poco después de la muerte de su hijo, también Huayna Cápac se encontró en su propio lecho de muerte, y fue por esta razón por la que el Sapa Inca rompió la tradición y dividió el imperio entre sus dos hijos menores: Huáscar y Atahualpa.

La división del imperio inca
De los dos hijos, Huáscar era el mayor, y el segundo hijo de la mujer legítima de Huayna Cápac. Mientras, de Atahualpa se decía que era fruto de su unión con una de sus concubinas. Por  tanto, entregó el imperio a Huáscar excepto Quito y sus alrededores, al norte del territorio, que fueron para Atahualpa. Gobernando Cuzco, la capital del imperio inca, Huáscar conseguía la lealtad de la mayor parte del pueblo. Atahualpa en cambio lograba la lealtad del ejército inca, situado al norte para someter a las tribus fronterizas. Además, tres importantes generales, Chalcuchímac, Quisquis y Rumiñahui, juraron lealtad al menor de los hermanos.

El 12º Inca, Huayna Cápac
El comienzo de la guerra
Es posible que Huayna Cápac pensara que ambos hermanos gobernarían el imperio juntos, en armonía. Pero no fue así. Huáscar vio el mando de Atahualpa sobre el ejército inca como una amenaza directa a su posición como Sapa Inca, y decidió atacar primero para tratar de conquistar Quito.
Al principio esta maniobra pareció tener éxito, derrotando las tropas de Huáscar a Atahualpa y capturándole cerca de Tomebamba. Sin embargo, Atahualpa logró escapar y regresó a Quito para reagrupar a sus tropas. Aunque Huáscar trató de conquistar la capital norteña, fue derrotado y forzado a replegarse de nuevo hacia el sur. Fue entonces cuando Atahualpa envió un ejército capitaneado por Chalcuchímac y Quisquis contra Huáscar, mientras el general Rumiñahui permanecía en Quito para proteger la plaza.

Historias difamatorias sobre Huáscar
Se ha dicho que Huáscar se fue convirtiendo en un gobernante muy poco querido por su pueblo porque, por ejemplo, se le acusaba de haber asesinado a los señores que habían acompañado el cadáver de su padre, Huayna Cápac. Dichos señores ocupaban una elevada posición social en Cuzco. Por si esto fuera poco, la nobleza le dio la espalda cuando Huáscar supuestamente amenazó con quedarse con las pertenencias de las momias reales para, a continuación, quemar sus sagrados cuerpos.
Incluso se afirmaba que Huáscar mandaba matar a todos los mensajeros enviados por Atahualpa. También se le acusó de haberles cortado la nariz a algunos mensajeros –que portaban presentes de parte de Atahualpa- y mandarlos de vuelta con los ropajes desgarrados. Es muy probable que estas acusaciones acerca de la crueldad de Huáscar provinieran del bando vencedor, es decir, del propio Atahualpa y de sus generales y aliados, mientras que la versión de la historia vivida por Huáscar y los suyos se habría perdido para siempre. 

Chasqui haciendo sonar un pututu (caracola). Los chasquis eran los veloces mensajeros del Imperio Inca, y de ellos se decía que podían correr hasta 240 kilómetros en un día. Por medio de un eficiente sistema de relevos, eran capaces de hacer llegar un mensaje importante de Quito a Cuzco en tan solo una semana.
El fin de la guerra entre los dos hermanos y la creación de un nuevo imperio
En 1532, el ejército de Atahualpa derrotó a las fuerzas de Huáscar en una batalla decisiva librada a las afueras  de Cuzco, capturándole y haciéndole prisionero. Las noticias de esta victoria llegaron hasta Atahualpa cuando éste se hallaba en la ciudad de Cajamarca porque, justo por aquel entonces, se habían visto en aquella zona a unos extraños hombres de piel blanca con “lana en sus rostros”… Los españoles habían llegado. 
Atahualpa no podía suponer entonces lo corto que sería su reinado, ya que aquellos extraños hombres acabarían derrotando a sus ejércitos y ejecutándole, poniendo fin a su Imperio. De hecho, Atahualpa fue apresado muy poco después de su victoria sobre Huáscar.
La guerra entre los dos hermanos no sirvió para conseguir la reunificación del imperio inca bajo un único soberano, sino que provocó, indirectamente, la conquista de los incas por parte de los recién llegados españoles.

Huáscar cautivo del ejército de Atahualpa, dibujo de Felipe Huamán Poma de Ayala

Fuentes:

Hidden Inca Tours, 2015. The Inca Civil War: Not Civil at All. [Online]
Disponible en: https://hiddenincatours.com/the-inca-civil-war-not-civil-at-all/

Minster, C., 2015. Biography of Atahualpa, Last King of the Inca. [Online]
Disponible en: http://latinamericanhistory.about.com/od/theconquestofperu/p/08Atahualpa.htm

Minster, C., 2015. Huáscar and Atahualpa: An Inca Civil War. [Online]
Disponible en: http://latinamericanhistory.about.com/od/theconquestofperu/a/08incacivilwar.htm

Rodriguez, J., 2014. 10 Broken Lines Of Succession That Changed The World. [Online]
Disponible en: http://listverse.com/2014/07/20/10-broken-lines-of-succession-that-changed-the-world/

Spanish Wars, 2012. The Conquest of the Inca Empire. [Online]
Disponible en: http://www.spanishwars.net/16th-century-conquest-inca-empire.html

www.historyworld.net, 2015. History of the Incas. [Online]
Disponible en: http://www.historyworld.net/wrldhis/PlainTextHistories.asp?groupid=3077

www.sjusd.org, 2015. Civil War. [Online]
Disponible en: http://www.sjusd.org/leland/teachers/sgillis/geog/la/inca_civil_war.pdf

sábado, 25 de abril de 2020

Castigos mágicos y mortales del Inca Pachacútec

Si eres de los o de las que piensa que el Inca era un ser de luz, no estás equivocado. Lo era a su manera y de acuerdo a los principios que reinaban en aquellos tiempos. Pero lo que debemos respetar es su derecho a que era un ser humano, con ambiciones, errores, defectos y virtudes. Un hombre con ganas de dejar huella en la historia de la humanidad, así lo decretó y así es hasta el día de hoy.
El Sancayhuasi, lugar de tormento para los enemigos del inca, por Guamán Poma de Ayala
Este análisis lo he creado basado en algunos datos de Guamán Poma de Ayala, Fray Martín de Murúa y principalmente en las crónicas de Juan de Betanzos. Este último, como todos y todas sabemos, vivió en los palacios de la más alta nobleza incaica en tiempos virreinales, en el Cusco. Sus fuentes son de primera mano y es uno de los pocos que intenta ser imparcial, pese a la época.
Ustedes saben que las formas de conquista incaicas eran de dos tipos: Por convencimiento (el inca gestionaba un trato a cambio del poder sobre el reino) y la otra por sometimiento (a la fuerza y con guerra). En el último caso, muchos de los reinos que el inca no lograba conquistar por convencimiento, eran considerados reinos tercos y rebeldes, entonces se procedía a la sangre. 
Después de la carnicería que se realizaba en los campos de batallas, se procedía al agradecimiento a la huaca que habían llevado como protectora de guerra, cargada en una litera. Luego la construcción de un templo en homenaje al panteón incaico, sacrificios, ceremonias, ofrendas y la edificación de instituciones públicas, que le darían el nuevo rumbo al reino conquistado. Acto siguiente, se recogían los cuerpos de los aliados para ser llevados al Cusco y entregarlos a las viudas, en cambio a los de la contraparte se les dejaba podrir regados en el campo como castigo. Asimismo, procedían a los “castigos mágicos, físicos y psicológicos” realizados principalmente a gente de los cargos más altos. Matar al Cápac rebelde, o sea al gran señor que no quería someterse al Inca, era vital en una guerra de este tipo, ya que al matarlo, moría automaticamente la cabeza y el pensamiento filosófico del reino conquistado. 

LA CABEZA Y EL CÁMAC: 
El señor del Collasuyu, por ejemplo (que era un tipo poderosísimo y dueño de latifundios del sur) fue decapitado y su cabeza, por orden del inca, debería ser conservada y decorada, o sea, momificada para su preservación. Si bien podría sonar aterrorizante para nuestro mundo actual, en esa época era común que las personas de poder en los andes precolombinos (hablo de Incas y pre incas) tomasen la cabeza del enemigo como una “cárcel del cámac”, o sea “atrapar en la cabeza, la fuerza-espíritu del contrincante, tomar su poder a través de la retención de la misma, para ser más fuerte y gobernar su pueblo”. Un muestra de ello, tenemos las cabezas trofeo de la cultura nazca, a las cuales se les cerraba cualquier tipo de orificio para que el “camac’ no se escapase. 
Pero en fin, no era un trofeo para el miedo, aterrorizar a la gente y colgarla en la plaza, como lo hacían en occidente. Era guardada en una de las galerias del Yachayhuasi y quedaba a disposición del inca y de los rituales. La guerra terminaba siendo mágica, la cabeza estaba con el nuevo señor y el pueblo conquistado tenía que obedecer a su nuevo Cápac. 

Guerrero inca, reconstrucción realista realizada por el ilustrador Frank Abarca. 
2.- LA APROPIACIÓN MÁGICA Y LA RECIPROCIDAD: 
Siguiente paso, era tomado el botín de guerra, llamado “Piña”. Consistía en juntar los bienes de lujo del reino conquistado, como oro, plata, auquénidos y los tejidos mas bellos. Esos tejidos eran, en su mayoría la ropa de los oficiales y del Cápac sometido, a los cuales el Inca mandaba adornarlos con borlas rojas del tamaño de un jeme (distancia del dedo pulgar al índice) como símbolo de subyugación.  Luego el Inca pisaba todo el botín, incluyendo las ropas “borleadas”de los enemigos, para luego disponer de ellos. El acto público del Inca, de pisar la propiedad ajena con sus propios pies, automáticamente le pertenecía y se convertía en sagrado. Después procedía a ofrendarlos: los más bellos a la hoguera, junto con comida y animales, para todas las huacas del Hanan Pacha (especialmente del Sol y del Rayo) y lo que sobraba para sus aliados. Y sepan que tenía que sobrar bastante, porque el botín era el acto de reciprocidad más importante post guerra, era como el pago a sus aliados y generales por los servicios prestados. Se dice que una vez, Huayna Cápac (y esto lo cuenta Murúa) no priorizó la repartición del botín de guerra en una batalla y las tropas le dieron la espalda. El inca desesperado tuvo que accionar rápidamente para que no lo abandonasen y darles lo que querían. 

LA TORTURA PSICOLÓGICA DEL ROJO: 
El inca mandaba hacer unas túnicas rojas hasta los tobillos, repleta de borlas grandes cosidas del mismo color y pedía que los prisioneros las vistiesen. Dicho acto también estaría ligado al del botín : “vestir al enemigo con el color del inca y con el símbolo de su borla (la Maskaypacha) para que se torne su propiedad”. Acto siguiente, estos prisioneros eran ritualizados con baños de chicha en la cabeza y migajas de masa de maíz, al compás de cánticos de hombres y mujeres. Estas canciones decían la manera en que el inca “borleaba de rojo” al enemigo. Esto si era humillante y duraba aproximadamente un mes. 
Pachacútec, reconstrucción realista realizada por el ilustrador Frank Abarca. 
EL FIN Y EL ANONIMATO:
Durante la conquista al antisuyu, se trajeron felinos, serpientes y posiblemente anacondas. Obviamente estos animales eran botín de guerra y habían sido criados por los señores conquistados de la selva. Esos animales eran bien cuidados en cautiverio en unos salones oscuros o cavernas, llamados Sancayhuasi. Pero eran usados, principalmente para terminar el castigo. Primero se les tenía en ayuno un par de días para luego lanzar a los prisioneros de rojo con las fieras. Se les dejaba unos tres días con los animales hambrientos y los sobrevivientes eran curados y despojados de sus pertenencias (mujeres, propiedades, etc) .
Finalmente eran "vaciados": se les quitaba su identidad antigua, sus nombres, eran cusqueñizados y luego eran convertidos en Yanaconas, para servir en las casas de las huacas, el cuidado de las momias o trabajos diversos caseros en los palacios. 
Muchos de estos señores yanaconas de castigo, fueron los que aprovecharon la oportunidad de liberarse cuando llegaron los españoles, otros en cambio decidieron seguir en la conformidad de las casas reales hasta fines del virreinato. Unos lograron heredar parte de pequeñas encomiendas y otros simplemente quedaron en el olvido.

lunes, 30 de marzo de 2020

Las trepanaciones en el antiguo Perú

Existe hasta la actualidad un antiguo misterio sin resolver respecto a las trepanaciones craneanas que los antiguos peruanos practicaban para, según John Verano, curar migrañas, aneurismas e intensos dolores de cabeza.
Escribe: Suriel Chacon.

El antropólogo forense e investigador, John Verano, a lo largo de su carrera profesional ha visto, estudiado y analizado más de 800 cráneos de antiguos peruanos que habrían sido intervenidos con la metodología denominada ‘trepanaciones craneanas’; praxis respaldada por los conocimientos ancestrales de los antiguos peruanos que constituían las civilizaciones preincaicas.
Verano, especialista en examinar momias, esqueletos de toda América antigua aplica las herramientas más sofisticadas para descifrar los secretos que envuelven los sacrificios humanos, heridas de guerra y enfermedades de la época.

Las preguntas que se formula John Verano son las siguientes:
¿Por qué los médicos incas intervenían quirúrgicamente el cráneo de los antiguos habitantes del Perú hasta en siete ocasiones mientras estos aún seguían con vida?, ¿Qué tipo de anestesia utilizaban?

HISTORIA:
El antropólogo forense, Verano, narra que hace 100 años, la expedición de Yale que descubrió y mostró al mundo la maravilla mundial, Machu Picchu, también descubrió algo misterioso. Integrantes del equipo de excursión ingresaron a una cueva con el objeto de desenterrar algunas momias y descubrieron el esqueleto de un inca muy extraño. Algo que llamó poderosamente la atención fue un cráneo que tenía cinco orificios homogéneos en distintas partes del casco (círculos perfectos).
Pasó el tiempo y diversas expediciones con profesionales nacionales y extranjeros pudieron intervenir, algunos de manera legal y otros de manera ilegal, infinidad de cuevas a lo largo y ancho de la geografía peruana con el objeto de desenterrar esqueletos, momias y realizar evaluaciones y estudios respecto a estas intervenciones quirúrgicas a la cabeza (cráneo) de los antiguos peruanos. Todos estos descubrimientos arrojaban más misterios que hasta la actualidad no se pueden resolver, y honestamente, creo que nunca se podrán, ya que no existen más evidencias.
No obstante, el investigador, John, pudo acceder a archivos y pruebas que cualquier otro profesional hubiera querido tener en sus manos.
[…] Verano y un colega consiguieron ver primera vez algunos cráneos intervenidos en 2002, cuando visitó un museo en la ciudad de Cusco, que se ubica a 11.000 pies de altura […]
Gracias a esa visita, estos investigadores pudieron analizar, estudiar y fotografiar cráneos de los antiguos peruanos que habían sido intervenidos quirúrgicamente con la famosa praxis médica, ‘trepanaciones craneanas’, según lo publicado en el informe de John Bonifield de la CNN, se habrían estudiado y analizado 62 cráneos, 41 con un solo orificio y 21 con dos o tres orificios.

Por otro lado, los cráneos que poseen tres o cuatro orificios de gran tamaño representarían los “restos” intangibles de cruentas guerra de conquista de una cultura a otra, además, dichas fracturas comprobarían la fatalidad de las antiguas armas de guerra, hasta que llegaron las espadas y sables de los españoles.
Después de leer la deducción de Verano, nos lleva a pensar que la cantidad de personas con traumatismos encéfalos craneanos, obligó -al inicio de esta pericia- a que se improvise para intervenir a los heridos de manera urgente, y con el paso del tiempo, a mejorar la experiencia médica para salvar la vida de los pacientes que por lo general eran guerreros que habían sido heridos en el campo de batalla.
“Hay muchos casos en que hay un agujero en el cráneo, y justo al lado es una línea de fractura que se extiende hacia fuera”, informa.
[…] Un hombre tenía toda la parte superior izquierda de su cráneo raspada con una cuchilla de piedra. La cirugía fue uno de los primeros de su tipo realizado en las Américas, hace unos 2.400 años […]
“Alguien examina a un paciente como el que podría limpiar la herida y luego echar un vistazo. Si hubo fracturas y pedazos de hueso, que podían retirar con cuidado los”, dijo Verano.

Estas cirugías tenían una tasa de supervivencia del 40 % en su primera etapa, pero con el correr del tiempo, los incas habrían mejorado su técnica y habrían alcanzado hasta un sorprendente 80 % de tasas de supervivencia. Por otra parte, en esa misma época –hace 700 a 500 años- ese tipo de cirugías se realizaban –en Europa- con sondas de metal y taladros. Incluso Hipócrates escribió un manual para intervenir este tipo de fracturas en la cabeza.
“Durante los siguientes 2.000 años, aislada del resto del mundo, los cirujanos andinos rasparon, cortaron y perforaron la cabeza de los pacientes lesionados para limpiar una herida, o para desaparecer coágulos de sangre o bajar hinchazones. Esa práctica se denomina trepanación.”
“En un momento determinado en el tiempo de los Incas, hace 500 a 700 años con las técnicas más avanzadas y consistentes, que fueron capaces de alcanzar tasas de supervivencia de empuje 80%.”
“Ha sido un enfoque muy práctico para lesiones en la cabeza, y funcionó”, dijo Verano. “Sin duda, era tan buena o mejor que la neurocirugía fue hasta tiempos muy recientes.”
“Esta praxis médica desapareció no bien que los españoles colonizaron y conquistaron la cultura inca poniendo fin a 20 siglos de la medicina tradicional.”

OPINIÓN:
Las trepanaciones craneanas, sobre todo, las de la civilización Paracas, que se desarrollaron al sur de la actual ciudad capital, Lima, Perú, son envueltas en un manto de misterio, y algunos historiadores y especialistas aseguran de que esas intervenciones quirúrgicas en el cráneo de los antiguos peruanos, se habrían hecho por algún ritual sagrado, por otro lado, existe otra hipótesis que se respalda en un cráneo con un portal abierto; para:
1).- mejorar la oxigenación o flujo sanguíneo, 
2).- hallar más sabiduría e inteligencia. Muy descabelladas las hipótesis, no obstante, no existe ninguna evidencia al respecto.

PERO AQUÍ VIENE LO MEJOR.
Después de que John Verano haya estudiado por más de 25 años sobre las trepanaciones craneanas, especialmente, respecto a los diversos agujeros (4,5,6,7) que tienen algunos cráneos sugiere que:
“Es posible que se realizaron para tratar de alivia “Es posible que se realizaron para tratar de aliviar dolores de cabeza o mareos, pero tampoco hay evidencias, y nunca las habrá, deduzco que las trepanaciones craneanas podrían haber sido una especie de aspirina antigua.”

[Créditos. Con información: edition.cnn.com, yale.edu, Harvard Universty Press │ Foto de portada: Harvard Universty Press]

miércoles, 25 de marzo de 2020

¿Cómo era la vida de la realeza inca del Perú?

Fray Martín de Murúa fue un religioso mercedario que vivió entre 1566 y 1615. Fue el autor de dos manuscritos ilustrados que soñó con publicar algún día, anhelo que no pudo concretar, pues falleció antes de que el rey de España le diera la autorización. En realidad, se tuvo que esperar hasta inicios del siglo XX para que su singular y extraordinaria obra empezara a ser conocida por los investigadores y el público en general. La azarosa historia es la siguiente: en 1911 salió a la luz un primer manuscrito de Murúa que, lamentablemente, se publicó de manera incompleta bajo el título de Orígenes de los incas, por el sacerdote Manuel González de la Rosa. Aunque se trataba de un documento muy valioso, tenía más visos de borrador que de obra definitiva.



Lo más grave fue que los errores que se cometieron en esta primera edición siguieron repitiéndose en publicaciones posteriores. Por eso habría que esperar hasta 1946 para que un jesuita acucioso por fin pudiera producir una edición más fidedigna. Este religioso sabía que en el convento de Loyola se conservaba una copia de la obra de Murúa, con el título de Origen y genealogía real de los reyes incas del Perú, realizada posiblemente por un fraile de su misma orden a instancias del célebre historiador Marcos Jiménez de la Espada. Este religioso, llamado Constantino Bayle, hasta entonces el más notable conocedor de la obra del mercedario, se vio recompensado con una magnífica edición preparada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas del Instituto Santo Toribio de Mogrovejo. Pero había más.

COPIAS, HALLAZGOS Y DUDAS

Con estas ediciones —la de 1911 y sobre todo la última de Bayle— la figura de Murúa se popularizó entre los estudiosos del periodo prehispánico, pero la cúspide la alcanzó cuando, en 1962 y 1964, el historiador español Manuel Ballesteros Gaibrois publicó en dos volúmenes una edición numerada de un gran descubrimiento que había dado a conocer en Lima, en el Congreso de Peruanistas de 1950. Se trataba de un manuscrito desconocido de Murúa que, además de superar al anterior en tamaño, incluía alrededor de 37 láminas a color que —desafortunadamente— fueron publicadas en blanco y negro por Ballesteros.

El título del novedoso manuscrito era Historia general del Perú, y se pudo determinar que era la obra final de Murúa, no solo por sus dimensiones, la depuración de la estructura y el texto, sino también por el gran número de recomendaciones que recaba entre 1612 y 1615. Estas concluían con la autorización de publicación del rey de España, que databa de 1616. Lamentablemente, un año después de la muerte del religioso mercedario.
Entonces, muchas dudas se tejieron sobre la naturaleza de ambos documentos. Murúa había concretado parte de su sueño, pero reinaba mucha confusión sobre la originalidad de los manuscritos. Algunos creían que la copia del convento de Loyola era una versión mal hecha de la difundida por Ballesteros. Para este último, sin embargo, la única versión original era la que él había publicado, la cual había estado en poder del duque de Wellington.

Por eso a este documento se le pasó a llamar manuscrito Wellington.



EL MANUSCRITO GALVIN

Actualmente, todas estas dudas se han disipado gracias al hallazgo del manuscrito que sirvió de base a la copia hecha en el convento de Loyola por Constantino Bayle. No me voy a extender en este acontecimiento, pues lo he explicado al detalle en numerosas oportunidades, muy en particular en mi artículo “Tras la huella de Murúa”. Solo me limitaré a señalar que luego de 36 años, descubrí que este documento inicial se hallaba en Irlanda, en manos de un coleccionista, cuyo hijo llamado Sean Galvin, luego de algunos contactos previos, tuvo la gentileza de facilitarme.
Pero aquí no terminó su generosidad. Galvin, después de permitir que lo fotografiara y filmara al detalle, siguió mis consejos y lo envió a la casa Sotheby para su restauración. Asimismo, me obsequió una copia de las fotos que los técnicos habían tomado antes de realizar su tarea.

Luego, en 2004, Galvin dio las facilidades para que la editorial Testimonio hiciera una edición facsimilar numerada; y, finalmente, en 2008, valiéndonos del concurso del historiador del arte Tom Cummins y de Barbara Anderson, funcionaria del Centro Getty, prestó el documento por un año a esta institución, para que fuera analizado minuciosamente.
De esta manera, se convocó a un grupo de estudiosos, quienes examinaron el manuscrito desde distintos ángulos. Para honrar su desprendimiento, hemos querido llamar a este documento inicial de Murúa, fechado en 1590, como manuscrito Galvin.



—La presencia de Guamán Poma—

La magnanimidad de este último gesto de Galvin permitió que, después de cuatro siglos, este manuscrito se uniera al hallado por Ballesteros, aquel que alcanzó la autorización del rey de España en 1616, pues no hacía mucho que este documento había sido adquirido por Getty. A partir de entonces, dejó de llamarse manuscrito Wellington y se adoptó el nombre de manuscrito Getty.
Gracias a este reencuentro, los investigadores por primera vez tuvieron a su alcance los dos manuscritos de Murúa —el Galvin y el Getty—, y a partir de sus sesudas observaciones se publicaron dos libros que daban cuenta del contenido de ambos documentos desde distintos ángulos.
Además, esto permitió ahondar en lo que ya otros estudiosos habían reparado: el estrecho vínculo que había existido entre el mercedario Martín de Murúa y el cronista indígena Felipe Guamán Poma de Ayala, quien había dibujado alrededor del 80 por ciento de las ilustraciones del manuscrito Galvin, y cuatro del manuscrito Getty.
Guamán Poma sería después autor de otro manuscrito —todavía más voluminoso que los del mercedario— con cerca de 400 ilustraciones en blanco y negro. Lo fabuloso es que muchas de estas, correspondientes al periodo inca, a inicios de la Colonia, y a las ciudades coloniales, guardan gran parecido con las de los manuscritos de Murúa. Tantas son las similitudes que en unos textos, que habían quedado ocultos en ambos manuscritos al superponerse páginas con dibujos, salieron a la luz unas cartas —casi idénticas— a las que Guamán Poma en su Primer nueva corónica y buen gobierno atribuye a su padre y a sí mismo.



Hoy parte de los artículos que vieron la luz en dichas publicaciones en inglés, como los de Tom Cummins, Nancy Turner, Karen Trentelman, Elena Phipps y mi persona han sido traducidos y aparecen en el volumen Vida y obra. Fray Martín de Murua, con la excepción de un iluminador estudio del historiador vasco Borja de Aguinagalde, que ofrece detalles inéditos sobre la vida del sacerdote mercedario. Pero, obviamente, lo más deslumbrante de este nuevo libro, que será presentado este 5 de diciembre, es la belleza de los 113 dibujos a color del manuscrito Galvin y los 37 del manuscrito Getty.

Para Tom Cummins y para mí ha sido motivo de gran satisfacción colaborar en la bella edición que publica Apus, bajo la excelente dirección de Anel Pancorvo y el desprendido apoyo de Ernst y Young a través de Paulo Pantigoso, su presidente en el Perú. Todo esto constituye un gran homenaje a un sacerdote mercedario que, además de sus propios méritos, supo encontrar en Felipe Guamán Poma de Ayala a un gran colaborador, particularmente en su manuscrito inicial.
De esta manera, creemos haber contribuido a completar, cuatro siglos después, el sueño de Murúa.


Juan Ossio