jueves, 10 de marzo de 2016

Atahualpa Inca Yupanqui (1487-1533)

Atahualpa ya sabía que los “barbados” estaban en su territorio y que venían con el ánimo de conquista. Sin embargo, sintiéndose todavía vencedor de la guerra civil entre los incas, hijo favorito del dios Inti, se creyó invulnerable y no se preparó para enfrentarse a los españoles. Su soberbia le hizo perder al antiguo Perú la posibilidad de seguir desarrollándose con autonomía e independencia.

Tetrarquía cusqueña
Era costumbre en el Tahuantinsuyu que cuando el Zapa Inca se ausentaba del Cusco, siempre dejaba a su reemplazante. Ese encargo podía recaer en un auqui o en una junta de orejones o nobles cusqueños. Esos gobernantes temporales mantenían con el Zapa Inca, donde él estuviera, una comunicación casi diaria, gracias al servicio de los quipucamayocs y de los chasquis. Así, por ejemplo, durante las ausencias de Huaina Cápac, una tetrarquía de orejones o nobles gobernó el Cusco. Estuvo integrada por Topa Cusi Huallpa (Huáscar Inca), Hilaquita, Auqui Topa Inca y Tito Atauchi. En el séquito del Zapa Inca, siempre estuvieron sus otros hijos: Ninancuyuchi y Atahualpa.
Huáscar Inca era hijo de Huaina Cápac y de la coya Raura Ocllo. Había nacido en el Cusco y pertenecía, por descendencia materna, al linaje de Túpac Inca Yupanqui. Era más administrador que guerrero. Atahualpa Inca era también hijo de Huaina Cápac, pero este lo tuvo con la ñusta Tupa Palla. Hay cronistas que sostienen que su madre se llamó Tocto Coca. “Se llamó Toctollo”, dice Santa Cruz Pachacútec. Si hubiese sido así, su linaje descendía de Pachacútec Inca Yupanqui.


¿Quién fue la madre del intrépido?
Pero hay dudas sobre quién fue la madre de Atahualpa Inca. Veamos: 
1. Hay quienes afirman que nació en Quito (por ejemplo: Inca Garcilaso de la Vega, Antonio Vázquez de Espinoza, Pedro Pizarro, Agustín Zárate, Pedro Gutiérrez de Santa Clara y Francisco López de Gómara). 
2. Felipe Guamán Poma de Ayala afirma que nació en Chachapoyas. 
3. Marcos de Niza (según Juan de Velasco, en su Historia de Quito) dice que Huaina Cápac se había casado con la última descendiente de la etnia de los scyris (del reino de Quito). De esa unión, nació Atahualpa. Lo cierto es que Atahualpa Inca se destacó por su espíritu guerrero, ganándose la confianza de su padre y constituyéndose como su preferido. 

Sucesión, enfermedad y muerte
Sin embargo, Huaina Cápac había establecido la siguiente orden de sucesión:
1. Primera opción, su hijo Ninancuyuchi. 
2. Segunda opción, Huáscar Inca. Atahualpa Inca no estuvo en sus planes iniciales. Esa versión es sostenida por los cronistas Pedro Sarmiento de Gamboa, Juan Santa Cruz Pachacuti Yamqui, Bernabé Cobo, Martín de Murúa y Miguel Cabello Balboa.
Para asegurarse de su buena elección, Huaina Cápac consultó con los augures. Un villaoma partió a hacer los sacrificios de la callpa (“la fuerza o poder del alma o del cuerpo; augur”). En eso, Huaina Cápac cayó enfermo de viruela, en Quito. Ante la gravedad de la situación, una embajada especial, comandada por Cusi Topa Yupanqui, fue enviada a Tumipampa para que avise a Ninancuyuchi de la decisión de su padre para que sea el reemplazante en el trono imperial.El villaoma regresó a Quito desalentado por las “respuestas negativas” de los augures. Los enviados a Tumipampa también retornaron a Quito. Llegaron con la fatal noticia de que Ninancuyuchi había fallecido. Esos malos informes ya no pudieron ser escuchados por el Zapa Inca, porque Huaina Cápac había dejado de existir.

Huaina Cápac, el último de los grandes
incas. Murió sin determinar quien sería su heredero
La contienda política
El Tahuantinsuyu había quedado acéfalo; sin gobernante oficial, real. Ante tal situación de incertidumbre, los orejones de la corte imperial que estaban en Quito urdieron una estratagema. Decidieron llevar la momia de Huaina Cápac al Cusco, “como si estuviera vivo, para no generar mayor desconcierto”, pero Atahualpa Inca y un grupo de nobles se quedaron, sospechosamente, en Quito. En cambio, Raura Ocllo, la Coya, madre de Huáscar Inca, salió apresuradamente de Quito rumbo al Cusco para dar esa noticia a su hijo. Otra de sus intenciones era convencer a los nobles orejones para que nombren a Huáscar Inca como al nuevo Zapa Inca. Después de ella, recién la comitiva, con la momia de Huaina Cápac, llegó primero a Limatambo; luego, al Cusco. Al llegar la comitiva al “Ombligo del Mundo”, Huáscar Inca se encolerizó, porque comprobó que Atahualpa Inca no estaba en ella, confirmándose la versión de su madre. Culpó a los orejones “por no haberlo llevado”. En verdad, Atahualpa Inca había desacatado la orden dada por su hermano mayor, el auqui, de trasladarse a la capital imperial. Huáscar Inca perdió toda la confianza que le tenía a Atahualpa Inca y llegó a creer que todos los que llevaron la momia de Huaina Cápac eran cómplices de tamaña ofensa a su investidura imperial. Por eso, dispuso que matasen a todos los orejones de la comitiva venida de Quito; cosa que se cumplió en el acto. Ese castigo, para algunos cronistas, se realizó en el Cusco; para otros, en Limatambo. Los orejones a quienes Huáscar Inca había hecho ejecutar pertenecían al linaje de Pachacútec Inca Yupanqui. El principal de ellos fue Cusi Topa Yupanqui. Por lo tanto, esa medida molestó a las panacas del Hanan Cusco.

La lucha de las panacas
Atahualpa Inca se dirigió a Tumipampa, donde hizo construir varios edificios públicos imperiales, presuntamente “en homenaje a Huáscar Inca”. Pero las intrigas cortesanas en el “Ombligo del Mundo” se incrementaron. Los huascaristas veían en todos los actos de Atahualpa Inca la inminencia de una traición y los atahualpistas creían percibir en cada gesto de Huáscar Inca los deseos de una hegemonía en los beneficios del Imperio, excluyéndolo. Por supuesto, esas insinuaciones aumentaron la desconfianza y acrecentaron el mutuo resentimiento entre ambos hermanos.
Los españoles disparan a diestra y siniestra
mientras los orejones tratan de sostener el
anda del inca
En eso, para “mal de males”, Ullco Colla, el curaca de Tumipampa, envió mensajeros a Huáscar Inca haciéndole saber que Atahualpa Inca intentaba sublevarse. Huáscar Inca volvió a enfurecerse. Esta vez, culpó a su madre y hermana por haber permitido que Atahualpa Inca se quedase en el norte. Más que nunca, consideró que Atahualpa Inca era un gran peligro para su trono. Para desgracia de Huáscar Inca, Atahualpa Inca era el preferido de los militares, cuyos mandos más importantes se habían quedado con él en Quito y Tumipampa. Mensajeros especiales de Atahualpa Inca llevaron al Cusco ricos presentes para Huáscar Inca, para apaciguarlo y ganar tiempo. Pero el advertido Huáscar Inca no cayó en la trampa y los obsequios fueron menospreciados y dichos mensajeros fueron ejecutados. Dicen que sus pieles fueron secadas para convertirlas en cueros, con los que se hicieron tambores de guerra. Huáscar Inca, por burla y provocación, le hizo llegar a Atahualpa Inca prendas y joyas femeninas.

Guerra, leyenda y mitología
Con todas esas actitudes, dignas de su tiempo, la animadversión entre los hermanos aumentó. De ella se aprovecharon los generales de Atahualpa Inca y le convencieron para que haga pública su rebelión. A partir de entonces, la guerra civil se desató. Dos ejércitos entraron en campaña para pelear por la hegemonía en el Tahuantinsuyu. Cuando Atahualpa Inca estaba todavía en Tumipampa, haciendo preparativos para la contienda, cayó prisionero. “Fue apresado por los cañaris, leales a Huáscar Inca”, dicen algunos cronistas. “Fue derrotado por tropas enviadas del Cusco, por Huáscar Inca”, dicen otros cronistas. Lo cierto es que fue encerrado en un tambo real, de donde fue liberado durante la noche por sus partidarios. Se dice que una mamacuna le proporcionó una barra de cobre con la que hizo un forado en la pared y logró escabullirse sin ser notado por sus vigilantes, “que festejaban el triunfo”. Atahualpa Inca aprovechó astutamente dicho episodio, porque hizo creer que el Inti lo había transformado en amaru (serpiente) para que pueda escaparse por una rendija del tambo real. Esa leyenda se propaló por todo el Imperio y convirtió a Atahualpa Inca en un ser mítico; el “elegido por los dioses”.
Las tropas de Atahualpa Inca se reorganizaron en Quito. Con su ejército bien pertrechado, volvió a Tumipampa, tomando dicha plaza. Allí, Atahualpa Inca se vengó de los cañaris, porque destruyó la ciudad fundada por Túpac Yupanqui y convertida por Huaina Cápac en su llacta preferida. Luego, se dirigió a la costa norte, destruyendo todos los poblados hasta Tumbes. Para tomar el curacazgo de La Puná, que era partidario de Huáscar Inca y que quedaba en la isla del mismo nombre, en el golfo de Guayaquil, Atahualpa Inca reunió una respetable flota de balsas, a fin de invadirlo desde tierra firme. Avisado de las intenciones del inca, el curaca de La Puná hizo lo mismo, pero en su isla. Atahualpa Inca embarcó a su tropa hacia La Puná y el curaca de esa isla salió a su encuentro. En el mar, ambas flotillas de guerra se encontraron y se trabó un feroz combate. Atahualpa Inca fue herido en la pierna y sus tropas llevaron la peor parte y tuvieron que retirarse a tierra firme.  De allí, se trasladaron a Quito. El victorioso curaca de La Puná invadió Tumbes, la arrasó y castigó a la guarnición dejada por Atahualpa Inca, tomando centenares de prisioneros. Cuando llegó Francisco Pizarro a ese sitio, encontró a 600 cautivos atahualpistas.

Huáscar Inca no mostraba liderazgo
Entre tanto, Huáscar Inca, que había sido elegido por la nobleza cusqueña como Zapa Inca, se mostraba en el Cusco como un gobernante “pusilánime, violento, cruel y desatinado”. No logró captar la simpatía de la clase dirigente incaica ni el respeto de los generales del ejército de Huaina Cápac que se hallaban en la ciudad capital. Además, se hizo impopular porque: 
a). No asistía a los agasajos y comidas que las panacas solían hacer en la plaza principal del Cusco durante sus festividades. 
b). Apartó de su guardia personal a los integrantes de los ayllus custodios, desconfiando de ellos. En su reemplazo, un grupo especial de cañaris y chachapuyas pasaron a formar su guardia real. 
c). Amenazó con despojar a las panacas de sus haciendas y otros bienes. Pero, lo que colmó la indignación de la nobleza cusqueña fue la decisión de Huáscar Inca de enterrar las momias que cada panaca conservaba. Le oyeron decir: “En el Cusco hay más momias que vivos”.
Ese hecho era grave, porque: “Según las costumbres cusqueñas, las momias de los difuntos incas se conservaban como si estos estuviesen con vida, rodeadas de sus mujeres y servidores. Suyos eran los mejores campos de las afueras del Cusco, es así como los muertos gozaban de mayores riquezas y privilegios que los vivos. Alrededor de los cuerpos de los pasados soberanos se reunía un numeroso séquito que se sustentaba a costa de las panacas, y ocupaba la capital en recíprocas fiestas, borracheras y comilonas” (María Rostworowski).Todas esas intenciones de Huáscar Inca despertaron el rencor de los miembros de las panacas, de sus muchos servidores y paniagudos. Huáscar Inca, al notar ese rechazo, quiso pasarse del Hanan Cusco al Hurin Cusco. En cambio, Atahualpa Inca, que había pasado diez años lejos de las intrigas de la corte cusqueña, fue ganando adeptos. Además, estaba respaldado por una buena parte del ejército imperial y de los generales más experimentados y hábiles.

En la guerra civil, Huáscar Inca fue
derrotado y apresado (dibujo de Guamán Poma de Ayala)
La campaña norteña
Huáscar Inca envió, bajo órdenes del general Atoc, un numeroso ejército a Tumipampa. En esta ocasión, no era un símbolo cualquiera el que enarbolaba dicho ejército. Una hermosa estatua de oro del Inti encabezaba dicha marcha. Atahualpa Inca, desde Quito, mandó a sus tropas a órdenes de los generales Challcochima, Quízquiz, Rumiñahui y Ucamari. El primer encuentro entre ambos ejércitos se realizó en Chillopampa, triunfando las tropas de Atoc. Miguel Cabello Balboa, el cronista, dice que ese primer encuentro se realizó en Mullihambato. Según el mismo cronista, en una segunda batalla salieron victoriosas las tropas de Atahualpa Inca. Según Pedro Cieza de León, hubo solo una batalla entre los ejércitos de ambos incas. Pero es evidente que en la campaña norteña la victoria final correspondió a las tropas atahualpistas. En esta campaña murió Ullco Colla, curaca de Tumipampa. Los generales Atoc y Hango cayeron prisioneros y fueron cruelmente victimados. Según una versión, los volvieron ciegos y los abandonaron en un paraje solitario, donde murieron de hambre y sed. Según otros, murieron ante la presencia de sus enemigos. De sus pieles, se habría hecho tambores de guerra. Del cráneo de Atoc “mandó hacer Challcochima un recipiente con adornos de oro para beber chicha”, dice un cronista.

Campaña de la sierra central
El ejército huascarista -bajo el mando de los orejones Huanca Auqui, Ahuapanti, Urco Huaranca e Inca Roca- salió del Cusco con dirección al norte. El ejército atahualpista, comandado por Quízquiz y Challcochima, fue a su encuentro. Se enfrentaron ambos ejércitos en Caxabamba, saliendo derrotados los huascaristas. Huanca Auqui logró huir y reorganizó sus tropas en Cajamarca. Pero, a partir de entonces, todas las batallas de esa campaña se van a definir a favor de las tropas atahualpistas; a tal extremo que los huascaristas solo protegieron su retirada hacia el Cusco. Las más importantes de dichas batallas fueron: Cocha Huailla (Huancabamba- Huambo), Pumpu (meseta de Bombón), Jauja (valle del Mantaro) y Vilcas (Ayacucho).

Defensa de la capital imperial
Atahualpa Inca se había quedado en Cajamarca. Cuando sus victoriosas tropas ya se hallaban en Curahuasi (pasando Andahuaylillas; sureste del Cusco; provincia de Quispicanchis), Huáscar Inca multiplicó sus rogativas a las huacas. Como las respuestas siempre eran negativas, cayó en un desánimo casi total. Pero, ante la inminente invasión al “Ombligo del Mundo”, fue obligado a hacer frente a la situación.
Reorganizó su ejército. Lo dividió en tres frentes: 
A). El primero, comandado por él mismo, custodiado por nobles guerreros del Hurin Cusco, cañaris y chachapoyas.
B). El segundo, por Uampa Yupanqui, quien dirigió su ejército hacia Cotabambas, a donde habían retrocedido las tropas de Atahualpa Inca. 
C). El tercero, bajo la jefatura de Huanca Auqui, quien tenía la misión de vigilar y atacar al enemigo por sorpresa.

Requerimiento a Atahualpa Inca hecho por el
dominico Vicente Valverde, con la presencia
de Hernando de Aldana y Felipillo.
Guanacopampa
Ambos ejércitos se encontraron en Guanacopampa (distrito de Tambobamba, provincia de Cotabambas, Región Apurímac). El primer escalón huascarista que entró en batalla fue el comandado por Uampa Yupanqui. Enterado que entre los atahualpistas había muerto el general Tomay Rima y, por ese motivo, anticipándose a una victoria final, Huáscar Inca ordenó la participación de los demás escalones. En la lucha destacaron sus hermanos Tito Atauchi y Topa Atao. La batalla fue encarnizada. Duró todo el día y ninguno de los ejércitos se rindió. Al anochecer, Quízquiz y Challcochima se replegaron a una colina cercana. Huáscar Inca, al notar la hierba seca que los rodeaba, hizo que prendieran fuego. Abrasados por el incendio, murieron muchos soldados atahualpistas. Entonces, sus jefes ordenaron la retirada y cruzaron el río Cotabambas, pero Huáscar Inca cometió el error de no perseguirlos. Al día siguiente, Topa Atao fue al encuentro de Challcochima hacia una hondonada, pero Challcochima lo derrotó y lo tomó prisionero. Luego, hizo avisar a Quízquiz que tomara preso al soberano por la retaguardia. Huáscar Inca cayó en la emboscada y fue hecho prisionero. En seguida, Challcochima tomó sus andas, se subió a ella llevada por sus partidarios y, haciéndose pasar por el Zapa Inca, se dirigió a Guanacopampa, donde estaba pertrechado gran parte del ejército de Huáscar Inca.
Allí, al principio creyeron que volvía su inca victorioso. Pero el hábil general Challcochima soltó a un prisionero para que avisara que el Zapa Inca había caído en su poder. Entonces, las tropas rivales, totalmente desconcertadas, emprendieron la huida por el río Cotabambas. Cuando pasaban a la otra orilla, les cayeron las tropas de Challcochima, los derrotaron y tomaron prisionero al general Tito Atauchi.

Toma de la ciudad imperial 
El apresado Huáscar Inca, con una custodia especial, quedó en Quiuipay. Las victoriosas tropas atahualpistas avanzaron hacia el Cusco. Arribaron a Yavira, muy cerca de la ciudad-capital, para descansar y recibir órdenes de Atahualpa Inca, el usurpador Zapa Inca. Informados de dichos sucesos, llegaron a Yavira los personajes más importantes de la nobleza cusqueña, para rendir homenaje a Atahualpa Inca, quien era representado por una estatua; su doble o huauque, llamado Ticsi Cápac. Challcochima ordenó un castigo ejemplar contra el general huascarista Huanca Auqui y los villaomas Apo Challco Yupanqui y Rupaca, culpados por haber entregado la mascapaycha a Huáscar Inca. Luego, los atahualpistas tomaron el Cusco sin ningún otro contratiempo. Enaltecido por la victoria final, Atahualpa Inca envió a Cusi Yupanqui al Cusco con poderes especiales, principalmente para castigar a los partidarios de Huáscar Inca. Una disposición precisa quedó al descubierto al poco tiempo de su llegada: aniquilar la panaca de Túpac Inca Yupanqui y el linaje de Huáscar Inca. En efecto, las mujeres, hijos y deudos de Huáscar Inca fueron ejecutados. Destruyeron el mallqui de Túpac Inca Yupanqui, quemándolo en un despoblado. Ese acto era considerado en ese tiempo como el más vil de los castigos. Luego, persiguieron y mataron a todos los integrantes de su panaca, incluyendo a sus mamaconas, yanas y demás servidumbre.

Grabado colonial sobre la muerte de Atahualpa
“Extraños y fieros barbados”
Cuando Atahualpa Inca se encontraba en Huamachuco, preparándose para viajar al Cusco, llegaron unos mensajeros enviados por los curacas de Paita y Tumbes. Le informaron al Zapa Inca que habían llegado unos “extraños personajes que habitaban unas casas flotantes y montaban unos enormes animales”. Atahualpa Inca ordenó que a Huáscar Inca lo llevasen a Cajamarca, donde él mismo también se dirigió para estar más al tanto del desplazamiento de esos barbados en tierras de “su imperio”. Francisco Pizarro y su tropa se enteraron de estas noticias estando en Tangarará, donde fundaron la ciudad de San Miguel. Pizarro calculó sus acciones y no se apresuró. Sabía que el curso de la historia estaba a su favor. Se acercaba el fin del Tahuantinsuyu. El 15 de noviembre de 1532, llegó Pizarro a la llacta de Cajamarca, mientras Atahualpa Inca lo esperaba en los Baños del Inca, a 5 km de la ciudad. Sin apearse del caballo, Pizarro ordenó a Hernando de Soto, primero, y a Hernando Pizarro, después, que fueran a invitarlo al Inca. Atahualpa Inca se mostró sereno, seguro, hasta soberbio, ante la embajada y ofreció visitarlos al día siguiente. No tomó ninguna previsión guerrera. En cambio, los españoles prepararon la emboscada. Al día siguiente, cuando ya se ocultaba el Inti, llegó la comitiva de Pizarro a Cajamarca. Atahualpa Inca, el Señor de Chincha y el Señor de Cajamarca se presentaron en relucientes andas e ingresaron a la plaza de Cajamarca. Les salió al paso el cura dominico Vicente Valverde, quien les hizo el requerimiento o sometimiento a la Corona española, lo que Atahualpa Inca rechazó enfurecido. Valverde dijo: “¡Santiago! ¡Santiago!”, el grito de guerra que Pizarro y sus huestes estaban esperando. Salieron los soldados de a caballo, los dogos, los fusileros de a pie y las cuatro culebrinas empezaron a disparar sus balas. Todo se alborotó y los acompañantes del Inca entraron en pánico y empezaron a escaparse, muriendo miles en ese intento ante la arremetida de la tropa pizarrista. Francisco Pizarro aprovechó la ocasión para tomar preso a Atahualpa Inca, con lo que la victoria fue asegurada por los conquistadores.
Días después, Atahualpa Inca, comprendiendo la ambición de los españoles, les ofreció una fabulosa cantidad de oro y plata por su libertad. Pizarro hipócritamente, aceptó el ofrecimiento. De todo el Tahuantinsuyu empezó a llegar el tesoro de los incas, uno de los más grandes que conquistador alguno haya obtenido en la historia de la humanidad. Los españoles fundieron todos los objetos artísticos de oro y se repartieron los lingotes, enviando el “quinto real” a España. En seguida, “juzgaron” a Atahualpa Inca y lo sentenciaron a ser quemado vivo. El Inca pidió clemencia, se bautizó y fue muerto con la pena del garrote. Era el 26 de julio del año 1533, fecha en que se terminó el desarrollo independiente de la cultura andina.

Pintura colonial sobre la muerte y los funerales del Inca Atahualpa
FUENTE: JUlio villanueva Sotomayor
Biografia "Atahualpa Inca Yupanqui"

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