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sábado, 25 de abril de 2020

Castigos mágicos y mortales del Inca Pachacútec

Si eres de los o de las que piensa que el Inca era un ser de luz, no estás equivocado. Lo era a su manera y de acuerdo a los principios que reinaban en aquellos tiempos. Pero lo que debemos respetar es su derecho a que era un ser humano, con ambiciones, errores, defectos y virtudes. Un hombre con ganas de dejar huella en la historia de la humanidad, así lo decretó y así es hasta el día de hoy.
El Sancayhuasi, lugar de tormento para los enemigos del inca, por Guamán Poma de Ayala
Este análisis lo he creado basado en algunos datos de Guamán Poma de Ayala, Fray Martín de Murúa y principalmente en las crónicas de Juan de Betanzos. Este último, como todos y todas sabemos, vivió en los palacios de la más alta nobleza incaica en tiempos virreinales, en el Cusco. Sus fuentes son de primera mano y es uno de los pocos que intenta ser imparcial, pese a la época.
Ustedes saben que las formas de conquista incaicas eran de dos tipos: Por convencimiento (el inca gestionaba un trato a cambio del poder sobre el reino) y la otra por sometimiento (a la fuerza y con guerra). En el último caso, muchos de los reinos que el inca no lograba conquistar por convencimiento, eran considerados reinos tercos y rebeldes, entonces se procedía a la sangre. 
Después de la carnicería que se realizaba en los campos de batallas, se procedía al agradecimiento a la huaca que habían llevado como protectora de guerra, cargada en una litera. Luego la construcción de un templo en homenaje al panteón incaico, sacrificios, ceremonias, ofrendas y la edificación de instituciones públicas, que le darían el nuevo rumbo al reino conquistado. Acto siguiente, se recogían los cuerpos de los aliados para ser llevados al Cusco y entregarlos a las viudas, en cambio a los de la contraparte se les dejaba podrir regados en el campo como castigo. Asimismo, procedían a los “castigos mágicos, físicos y psicológicos” realizados principalmente a gente de los cargos más altos. Matar al Cápac rebelde, o sea al gran señor que no quería someterse al Inca, era vital en una guerra de este tipo, ya que al matarlo, moría automaticamente la cabeza y el pensamiento filosófico del reino conquistado. 

LA CABEZA Y EL CÁMAC: 
El señor del Collasuyu, por ejemplo (que era un tipo poderosísimo y dueño de latifundios del sur) fue decapitado y su cabeza, por orden del inca, debería ser conservada y decorada, o sea, momificada para su preservación. Si bien podría sonar aterrorizante para nuestro mundo actual, en esa época era común que las personas de poder en los andes precolombinos (hablo de Incas y pre incas) tomasen la cabeza del enemigo como una “cárcel del cámac”, o sea “atrapar en la cabeza, la fuerza-espíritu del contrincante, tomar su poder a través de la retención de la misma, para ser más fuerte y gobernar su pueblo”. Un muestra de ello, tenemos las cabezas trofeo de la cultura nazca, a las cuales se les cerraba cualquier tipo de orificio para que el “camac’ no se escapase. 
Pero en fin, no era un trofeo para el miedo, aterrorizar a la gente y colgarla en la plaza, como lo hacían en occidente. Era guardada en una de las galerias del Yachayhuasi y quedaba a disposición del inca y de los rituales. La guerra terminaba siendo mágica, la cabeza estaba con el nuevo señor y el pueblo conquistado tenía que obedecer a su nuevo Cápac. 

Guerrero inca, reconstrucción realista realizada por el ilustrador Frank Abarca. 
2.- LA APROPIACIÓN MÁGICA Y LA RECIPROCIDAD: 
Siguiente paso, era tomado el botín de guerra, llamado “Piña”. Consistía en juntar los bienes de lujo del reino conquistado, como oro, plata, auquénidos y los tejidos mas bellos. Esos tejidos eran, en su mayoría la ropa de los oficiales y del Cápac sometido, a los cuales el Inca mandaba adornarlos con borlas rojas del tamaño de un jeme (distancia del dedo pulgar al índice) como símbolo de subyugación.  Luego el Inca pisaba todo el botín, incluyendo las ropas “borleadas”de los enemigos, para luego disponer de ellos. El acto público del Inca, de pisar la propiedad ajena con sus propios pies, automáticamente le pertenecía y se convertía en sagrado. Después procedía a ofrendarlos: los más bellos a la hoguera, junto con comida y animales, para todas las huacas del Hanan Pacha (especialmente del Sol y del Rayo) y lo que sobraba para sus aliados. Y sepan que tenía que sobrar bastante, porque el botín era el acto de reciprocidad más importante post guerra, era como el pago a sus aliados y generales por los servicios prestados. Se dice que una vez, Huayna Cápac (y esto lo cuenta Murúa) no priorizó la repartición del botín de guerra en una batalla y las tropas le dieron la espalda. El inca desesperado tuvo que accionar rápidamente para que no lo abandonasen y darles lo que querían. 

LA TORTURA PSICOLÓGICA DEL ROJO: 
El inca mandaba hacer unas túnicas rojas hasta los tobillos, repleta de borlas grandes cosidas del mismo color y pedía que los prisioneros las vistiesen. Dicho acto también estaría ligado al del botín : “vestir al enemigo con el color del inca y con el símbolo de su borla (la Maskaypacha) para que se torne su propiedad”. Acto siguiente, estos prisioneros eran ritualizados con baños de chicha en la cabeza y migajas de masa de maíz, al compás de cánticos de hombres y mujeres. Estas canciones decían la manera en que el inca “borleaba de rojo” al enemigo. Esto si era humillante y duraba aproximadamente un mes. 
Pachacútec, reconstrucción realista realizada por el ilustrador Frank Abarca. 
EL FIN Y EL ANONIMATO:
Durante la conquista al antisuyu, se trajeron felinos, serpientes y posiblemente anacondas. Obviamente estos animales eran botín de guerra y habían sido criados por los señores conquistados de la selva. Esos animales eran bien cuidados en cautiverio en unos salones oscuros o cavernas, llamados Sancayhuasi. Pero eran usados, principalmente para terminar el castigo. Primero se les tenía en ayuno un par de días para luego lanzar a los prisioneros de rojo con las fieras. Se les dejaba unos tres días con los animales hambrientos y los sobrevivientes eran curados y despojados de sus pertenencias (mujeres, propiedades, etc) .
Finalmente eran "vaciados": se les quitaba su identidad antigua, sus nombres, eran cusqueñizados y luego eran convertidos en Yanaconas, para servir en las casas de las huacas, el cuidado de las momias o trabajos diversos caseros en los palacios. 
Muchos de estos señores yanaconas de castigo, fueron los que aprovecharon la oportunidad de liberarse cuando llegaron los españoles, otros en cambio decidieron seguir en la conformidad de las casas reales hasta fines del virreinato. Unos lograron heredar parte de pequeñas encomiendas y otros simplemente quedaron en el olvido.

viernes, 19 de agosto de 2016

La ociosidad como delito en el derecho penal inca

Escriben: José Carlos Mendoza Valdez y Claudia Flores Fuentes

Introducción
“El hombre no tiene naturaleza sino (…) historia”; sentencia harto significativa de quien por antonomasia puede ser considerado el filósofo español más influyente del siglo XX. Y es que el acento puesto por Ortega y Gasset en la siempre escurridiza meditación sobre el pasado nos persuade a señalar aspectos medulares concernientes a una figura delictiva un tanto curiosa si la auscultamos desde nuestra perspectiva occidentalizada, pero que, por otra parte, fue sabiamente regulada en un derecho cimentado en la costumbre, como lo fue el incaico, a través de refranes, cuya presencia puede hoy ser verificada, todavía, en muchos lugares de esta parte del continente.}


La fuerza de trabajo en el incanato
La fuerza de trabajo era, a no dudarlo, el referente de riqueza por excelencia en una sociedad cuya economía se basaba principalmente en la agricultura, la ganadería y la minería. Por consiguiente, el hecho de asignársele al padre de familia, una porción de terreno por cada hijo nacido, no se estimaba tanto por el predio, en sí mismo considerado, sino por la fuerza de trabajo que un miembro más representaba en el proceso productivo.
De ahí la estricta regulación edificada en torno al trabajo, el que, a su turno, se desarrollaba sujeto a un régimen colectivo, lo cual no solo indicaba –como bien precisa Franklin Pease G. Y.– la participación de toda la comunidad del ayllu, sino que esta participación era simultánea[1]. Además de ello, el trabajo era obligatorio, razón esta por la cual los habitantes del Tahuantisuyo tenían alguna labor que desempeñar, aun cuando pareciese inútil su actuación. Al respecto la historiadora María Rosworowski señala que en algunos valles paupérrimos donde la producción era sumamente escasa el inca estableció que se tributase con canutos de piojos vivos[2], tanto para asegurar la higiene en el poblado como para mantener a la gente ocupada en alguna tarea.
En este sentido, como bien lo menciona Villavicencio, el ocio, la vagancia, el desempleo, no se conocían en la sociedad de los incas. El hecho del nacimiento implicaba ciertos derechos, pero sobre todo el deber de trabajo. Por lo tanto todos trabajaban, desde el inca hasta los que se encontraban en los estratos sociales más bajos, con la única excepción de los niños, enfermos y ancianos. Aunque en este último sentido, difiere parcialmente Guamán Poma, en tanto menciona que a los niños se les asignaba labores propias de su edad, como el pastoreo, hilado, recolección de flores, etc. Y a los mayores, otras tantas como la cría de animales menores o el tejido de sogas. A quienes padecían de algún defecto físico o psicológico se les encomendaba tareas en torno a las capacidades que poseían (tejer, cuidar casas, etc.).
Finalmente, el trabajo mostraba su carácter recíproco a través de dos modalidades, las que, a efectos de la presente glosa, solo es preciso mencionar, la mitta y la minga, esta manifestada en el trabajo solidario entre los miembros del ayllu, y aquella en el trabajo que se realizaba en las tierras del Sol y del inca.

La ociosidad como delito grave
Ahora bien, trazadas, a grandes rasgos, las características que el trabajo tuvo en el Tahuantinsuyo, es deseo nuestro, exponer las razones por las que creemos, fue considerada la ociosidad como un delito, tan grave, que en última instancia mereció la pena capital.
El poderío cusqueño comenzó su acelerada expansión, más allá del valle en el que inicialmente se asentó, en la primera mitad del siglo XV, con el advenimiento del inca Pachacutec, vencedor de los chancas. Este proceso mereció el concurso de un aparato administrativo, religioso y militar, los que, a su vez, se sustentaban en el producto de la fuerza de trabajo de la población. En otras palabras, las labores de conquista requerían tambos abastecidos de comida, ropa y armas para los ejércitos, o en su caso de artículos suntuosos, si la anexión de algún nuevo territorio al Tahuantinsuyo se llevaba a cabo pacíficamente mediante la reciprocidad, a través de ceremonias públicas en las que, además de comer y beber, el inca junto a los señores conquistados, les daba mujeres y artículos de lujo, fruto del trabajo de los artesanos que eran trasladados al Cusco desde diferentes regiones del naciente Estado.
Otro aspecto importante es el de la redistribución que, de los frutos del trabajo en las tierras del inca, se hacía a favor de los pueblos que sufrían de hambrunas, producto de fenómenos naturales como las sequías o inundaciones de la tierra de cultivo. A ello, tal vez sea necesario añadir que los funcionarios dedicados al culto cumplían una labor ideológica de dominación, pues no debemos olvidar que quien ceñía la mascaipacha en el elegido para el gobierno era el Vila Oma, esto es, el sumo sacerdote, en señal de aprobación divina del nuevo gobernante. Todos estos funcionarios eran sostenidos con la producción de las tierras del Sol.
Lo dicho hasta este punto nos lleva a sostener que la fuerza de trabajo de la población era la fuente primaria del sostenimiento del poderío cusqueño, de lo que no nos resta más que deducir la importancia de mantener ocupada a las personas, aun cuando sea en labores que no merecieran, a simple vista, la mayor trascendencia; sin embargo, tales argumentos en nada mellan el carácter constructivo de la máxima que mandaba a los habitantes alejarse de la ociosidad, que es al fin y al cabo madre de todos los vicios, y en ella misma radica su consideración como delito en el antiguo Perú.


¿Cómo se castigaba la ociosidad?
A continuación solo nos queda ocuparnos de las sanciones derivadas de la obligatoriedad del trabajo. De acuerdo con Murúa se aplicaban tres tipos de pena, en primer grado, el castigo público, que podía realizarse a través de una reprimenda pública, luego, la pena de tormento, y finalmente la pena de muerte en los casos de reincidencia, o si se trataba del hijo de algún señor principal que no quería aprender un oficio. La severidad que delata la pena aplicada en este último caso tiene que ver con la especial posición del encausado, pues al ser parte de la clase dirigente debía, con mayor razón, mostrarse solícito en el cumplimiento de alguna labor como ejemplo para los gobernados. La pena capital se ejecutaba colgando de los pies al condenado hasta que muriese (aplicada también a la mujer adúltera), y si era noble, se le decapitaba, al ser considerada, esta, la más honrosa de las penas, también podía operar la conmutación de la misma por la de prisión perpetua. Ahora bien, al tratarse de un haragán no consuetudinario, se le aplicaban penas corporales, como el azote o el corte de los artejos postrimeros de los dedos.
Finalmente, hemos de decir que, además de nuestra gran afición por la historiografía jurídica, nos lleva a la reflexión sobre la ociosidad, las consideraciones que sobre ella se han hecho a través de las legislaciones contra la vagancia que vieron la luz en los primeros años del siglo pasado, fruto pues de la explosiva y “efímera” influencia del positivismo criminológico, que hoy día pulula en nuestro medio disfrazado de manso cordero, el mismo que postulaba la represión de la vagancia como medida preventiva para combatir el delito, circunstancia que en no pocos casos dio cause a una actuación extrema de la criminalización secundaria de la que habla el profesor Zaffaroni en su monumental Manual y que, a su turno, fuera denunciada por el no menos preclaro Mariátegui. Sin embargo, tales reflexiones serán materia de un próximo trabajo, si el director de la revista nos lo permite.

Tomado de Contranatura, la revista. Facultad de derecho de la Universidad Nacional de Arequipa, año 1, núm. 2, agosto de 2009.

[1] Pease G. Y., Franklin. “Aproximación al delito entre los incas”, en Derecho, Pontificia Universidad Católica del Perú, núm. 29, Lima, 1971, p. 57.

[2] Rostworowski, María. Pachacutec. Inca Yupanqui, Obras Completas I, Primera Edición, IEP, Lima, 2001, p. 206.

jueves, 3 de marzo de 2016

Pachacutec Inca Yupanqui (1400- 1471)

Pachacútec Inca Yupanqui ha sido considerado como el gobernante más importante del Tahuantinsuyu. En realidad, él expandió el Imperio, lo organizó y dio su marco jurídico, determinando normas claras de conducta individual y social, hasta convertirlo en la expresión más avanzada entre las culturas antiguas del hemisferio sur.

Cusi Inca Yupanqui - Pachacutec
El “Alejandro Magno de América”
Según Garcilaso, al príncipe Titu Manco Cápac, su padre Inca Huiracocha le cambió el nombre por el de "Pachacútec". Acosta lo llama "Inga Yupanqui". Otros le dicen "Pachacútec Inca Yupanqui", nombre que él mismo se habría puesto, luego de deponer a su padre y su tío Urco. Se casó con la Coya Anahuarque y con ella tuvo a su heredero Inca Yupanqui. Reinó por casi 50 años y tuvo varias mujeres y muchos otros hijos, "que, con ser tantos, dicen los indios que eran pocos para hijos de tal padre". Para el historiador inglés Sir Clement Markham, Pachacútec es: “El más grande hombre que la raza aborigen de América haya producido”. 

Sus primeras acciones. 
Durante los primeros años de gobierno, Pachacútec Inca Yupanqui se dedicó a ordenar el Cusco, visitó su reino, sometió a los huancas y estuvo afincado en el Cusco durante 3 años seguidos. Por otros tres años realizó visitas a su Imperio. Luego alistó un ejército de 30 mil hombres y salió hacia el Chinchasuyu, acompañado de su hermano Cápac Yupanqui. De Villca, que era el extremo noroeste de sus dominios, pasó al curacazgo de Sausa (Xauxa), que tenía más de 30 mil habitantes y que pertenecía al reino Huanca. Su ejército, comandado por Cápac Yupanqui conquistó a los huancas pacíficamente y los redistribuyó en tres curacazgos: Sausa, Marcauillca y Llacsapallanca.

Expansión del Tahuantinsuyu
El ejército imperial de Pachacútec siguió más al norte y conquistó a los de Tarma y Pumpu (en español: Bombón). A 150 km al oriente de esos curacazgos, Cápac Yupanqui sometió a los antis, que eran tribus de la selva. Retornando a Pumpu, siguió hacia el norte. Tuvo guerra con los de Chucurpu. Murieron más de 4 mil soldados de ambas partes; pero los sometió, finalmente. Siguió a Ancara y Huaillas. De allí se regresó al Cusco, donde ya lo esperaba su hermano, el Inca.

Crónica publicada en 1737
El autor es Antonio de Herrera y aparecen 13 incas.
        
Correinado
Pachacútec se dedicó a construir las obras públicas de su imperio durante tres años, luego de los cuales retornó al Cusco y después de varios meses de estadía en el "Ombligo del Mundo", acordó con su hermano y sus consejeros emprender otra acción conquistadora por el Chinchasuyu. Para asegurar una unívoca administración y siguiendo la costumbre de sus antepasados, Pachacútec también continuó con el sistema del correinado, y lo hizo con Cápac Yupanqui, quien era "su segunda persona". Por tal motivo, una vez más delegó la conducción del ejército imperial a su “auqui”, Cápac Yupanqui, a quien hizo acompañar con su sobrino, el príncipe heredero Inca Yupanqui. Este había cumplido 16 años y había pasado hacía poco las pruebas del huaracu (pruebas de valor).

Conquistas norteñas
La formidable tropa de Pachacútec, que contaba con 50 mil hombres de guerra, partió del Cusco con todos los honores hacia el norte y llegó a Chucurpu y desde allí conquistaron pacíficamente al curacazgo de Pincu. Desde Pincu (en el actual departamento de Junín), el Inca mandó mensajeros a los curacazgos de Huaras, Piscopampa y Cunchucu (en la actual Región Áncash) para que se incorporasen a sus dominios. Pero esas naciones rebeldes se juntaron y respondieron que mantendrían su independencia, "... que el Inca se contentase con lo que había tiranizado, pues con celo de religión había usurpado el señorío de tantos curacas como había sujetado". Huaras, Piscopampa y Cunchucu se atrincheraron en sus fortalezas y en las cañadas de sus principales caminos. Cápac Yupanqui separó a su ejército en 4 divisiones de 10 mil soldados cada una. Su intención era sacarlos y rendirlos por hambre. Él y su sobrino Inca Yupanqui, con otra parte del ejército, se quedaron a prudente distancia, siempre vigilantes de los acontecimientos, para socorrer al partido que lo necesitare. Al mismo tiempo, mandó a un hermano suyo para que de los curacazgos cercanos le ayudasen en provisiones dobles de las ordinarias.
Las batallas fueron durísimas. Los ejércitos de los tres curacazgos, en competencia de valor, resistieron a los del inca sin retroceder de sus atrincheramientos y fortalezas. El Inca ensayó una táctica: a las mujeres y niños que sus tropas encontraban en los caminos o en los campos, después de darles de comer, hacerles obsequios y aleccionarlos, los enviaban donde sus esposos o parientes que estaban en los campos de batalla. Su objetivo era distraerlos y ablandarlos. Los rebeldes recibieron la táctica como si fuera un insulto y endurecieron la resistencia. Así estuvieron durante 6 meses, hasta que, por la enfermedad, la mortandad y el hambre, tuvieron que rendirse ante Cápac Yupanqui. La doble provisión que el Inca pidió a los curacas vecinos fue útil, porque ese fue el abastecimiento que les dejó a los vencidos, ya que las cosechas de ese año se perdieron. También dejó a sus funcionarios reales; eligió a los curacas de confianza; dispuso las obras que tenían que hacerse y se alistó a seguir la conquista hacia el norte.

Huamachucu: campo real
Pacahacútec ordenó que las tropas imperiales pasaran más al norte, al actual territorio de la Región La Libertad, donde conquistaron pacíficamente a los huamachucu. Como la población de esa etnia estaba dispersa y el curaca se mostró amable, mandó que los caseríos y chozas dispersas se redujesen a pueblos de calles y vecindad, hizo pregonar que el único dios era el Sol, no otros, y que "echasen en la calle las piedras pintadas que en sus casas tenían por ídolos". Para todo ello, puso a sus funcionarios reales en cada pueblo. Pasado el tiempo, Huamachucu se convirtió en una de las zonas reservadas del Tahuantinsuyu, una especie de parque nacional donde había animales raros y plantas singulares, llevados de todas partes del país; pero visitado únicamente por el Zapa Inca y su corte.

Junto a las tropas de Pachacútec se iba
difundiendo en el mundo andino el
aribalo, huaco estilo inca.
    
Los caxamarcas y su resistencia
El ejército imperial pasó a Cajamarca. Planteada la rendición por los emisarios del Inca, los curacas de los caxamarcas respondieron que preferían morir por defender su libertad. Luego, los caxamarcas se atrincheraron en los "pasos fuertes", donde se produjeron enconadas peleas, y murieron miles de soldados, de ambos bandos. Lo mismo ocurrió en las batallas a campo abierto. Pero el poder de los incas obligó a los caxamarcas a atrincherarse en fortalezas, riscos y peñas, desde donde salían para hacer una especie de guerra de guerrillas (atacaban y corrían a esconderse). Ese asedio duró unos cuatro meses, hasta que la táctica de ablandamiento de los incas dio resultado y los caxamarcas se rindieron; entonces, el curaca admitió el dominio del inca, quien decretó la paz y el apoyo.

Pachacámac
Por el tratado entre incas y cuismancus
se logró, entre otras cosas, la unión de
los dioses más poderosos del Ande:
Inti y Pachacámac
Hecho el descanso, dadas las disposiciones correspondientes a los curacas y funcionarios reales y recibido un nuevo reabastecimiento de las tropas, Pachacútec ordenó a Cápac Yupanqui que pase a la costa central del Chinchasuyu, donde estaba el reino de Cuismancu y que se extendía por los valles de Pachacámac, Rímac, Chancay y Huaman. Al escuchar los apercibimientos del Inca, el rey de Cuismancu le mandó decir que sus dioses Pachacámac ("hacedor y sustentador del mundo"), Rímac ("el que habla") y Mamacocha ("madre-mar"): "... eran superiores al Inti, por lo que se consideraba tan rey como el del Cozco". Como los incas también reconocían a Pachacámac como dios, a pesar de no conocerlo, porque su fama venía desde antes, Cápac Yupanqui reiteró su petición de un sometimiento pacífico. Cuismancu tardó varios días en dar una respuesta, hasta que la paz fue acordada bajo las siguientes condiciones:
1. Que los cuismancu aceptaban al Sol como su dios en tanto que los incas seguirían creyendo en Pachacámac. 
2. Que en el templo de Pachacámac se construyera la casa de las Vírgenes del Sol para cuidar que se realicen los ritos ceremoniales en honor al Inti.
3. Que Cuismancu se quedaba con su reino pero como parte del imperio. Este tratado fue celebrado con parabienes y, para honrarlo ante el inca, Cápac Yupanqui fue con Cuismancu hasta el Cusco, a donde ya había llegado Pachacútec desde Rucana. "Pasado el triunfo hizo el Inca mercedes a Cuismancu y lo envió a su tierra lleno de favores y honra".

Cae un imperio
Después de seis años, Pachacútec envió un ejército de 30 mil hombres bajo el mando de Inca Yupanqui y seis de sus generales, para conquistar todas las tierras de la costa, desde el Rímac hasta la altura de Cajamarca. Cuando Inca Yupanqui llegó al Rímac, los curacas de Chuquimancu y Cuismancu salieron a recibirlo con alborozo y reforzaron su ejército con otros miles de soldados y gran cantidad de pertrechos militares. Luego, pasó al valle de Huaman (Barranca) y mandó decir al rey de chimu que aceptase integrar el Tahuantinsuyu. El rey Chimu tenía sus dominios en los valles de Parmunca, Huallmi, Santa, Huanapu y Chimu; ricos y fértiles. La respuesta fue que lo esperaba con las "armas en las manos para morir en defensa de su patria, leyes y costumbres y que no quería nuevos dioses". Inca Yupanqui, entonces, se dirigió hasta Parmunca, donde ya lo esperaba el ejército contrario. Ambos ejércitos se trabaron en dura batalla, con primeros resultados a favor de Chimu. Pero el Inca Yupanqui recibió un ejército de relevo de 20 mil soldados y embistió ferozmente a las cansadas tropas de Chimu. Los curacas y los nobles del reino Chimu fueron donde su rey a pedir que se rindiese. Chimu Cápac no quería; pero viendo la realidad y habiendo recibido un cordial mensaje de Inca Yupanqui, reunió a su consejo y se acordó la rendición. 

El Zapa Inca real se dirige con su ejército a conquistar reinos, señoríos y curacazgo
Rehízo todo
1. Embelleció el Cusco, principalmente el Coricancha, que quedó enchapado con láminas de oro y piedras preciosas. 
2. Hizo ampliar los caminos reales y mandó a construir palacios, templos del sol, tambos reales para alojamiento de los nobles y el abastecimiento de su ejército y pueblos necesitados. 
3. Creó varios yachayhuasis y aumentó el número de amautas para la educación de la nobleza. 
4. Generalizó el uso del quechua como lengua oficial. 
5. Reglamentó que el trabajo sea obligatorio, para lo que creó fuentes de trabajo en todo el imperio. Tantas cosas había que hacer en ciudades y campos, que niños, adultos, viejos e inválidos también tenían ocupación. Jueces especiales perseguían la holgazanería y sancionaban a los culpables. Sin embargo, tres días al mes estaban dedicados al descanso colectivo y a las fiestas. 
6. Durante esas fiestas, se dispuso que se realicen los "catu" o ferias de productos por guamani o provincias,
para que los artesanos y campesinos puedan intercambiar sus productos. 
7. Mandó que la división del Tahuantinsuyu, mediante guamanis, sea absolutamente precisa; de tal manera que quedasen bien demarcados los límites territoriales de cada una de las provincias del imperio. Lo mismo hizo con las ciudades. "Hizo ley que cualquier provincia o ciudad tuviese término señalado que encerrase en sí los montes, pastos, bosques, ríos y lagos y las tierras de labor, las cuales cosas fuesen de aquella tal ciudad o provincia en término y jurisdicción perpetua".

Vaso ceremonial Inca con estampa de guerrero.
En cuanto a la propiedad de la tierra, las sabias decisiones que tomó Pachacútec Inca Yupanqui fueron las siguientes: 
1. En todas las circunscripciones territoriales respetó las tierras de los curacas. 
2. A las otras tierras (que ancestralmente habían pertenecido a las comunidades aldeanas o las que eran productos de la ampliación de áreas de cultivo, gracias a las irrigaciones y andenerías), las dividió en tupus, y entregó a los runas, por cada familia...
"Y que ningún gobernador ni curaca fuese osado a disminuirlas, dividir o aplicar alguna parte para sí ni para otro,... señalando sus partes para las rentas reales (nota: "tierras del Inca) y para el sol (nota: "tierras del sol")”. Dice el Inca Garcilaso de la Vega: "De aquí se averigua ser falso lo que muchos falsamente afirman: que los indios no tuvieron derecho de propiedad en sus heredades y tierras, no entendiendo que aquella división se hacía no por cuenta ni razón de las posesiones sino por el trabajo común y particular que tenían que poner en labrarlas". 
3. En las grandes circunscripciones, aprobó las herencias de los estados y señoríos conforme a la antigua costumbre de cada provincia o reino.

La familia y otras normas
Las principales disposiciones sociales que tomó Pachacútec fueron las siguientes: 
a) Todos los hijos le debían obediencia y servicio a sus padres hasta los 25 años. 
b) En caso de no haber practicado el servinacuy, nadie se casase sin permiso de los padres. 
c) En caso de haber hecho el servinacuy, y si ello resultase exitoso, podrían legalizar su matrimonio con la aprobación de los padres y legitimando a sus hijos. Tal como dice Blas Valera, Pachacútec Inca Yupanqui impuso orden y tranquilidad en el Tahuantinsuyu, mediante las siguientes leyes: 
a)."Cuando los súbditos y sus capitanes y curacas obedecen de buen ánimo al rey, entonces goza el reino de toda la paz y quietud".
b). "El que mata a sus semejantes necesario es que muera. Por lo cual los reyes antiguos, progenitores nuestros, instituyeron que cualquier homicida fuese castigado con muerte violenta. Y nos lo confirmamos de nuevo". 
c). "En ninguna manera se deben permitir ladrones. Los cuales, pudiendo ganar hacienda con honesto trabajo y poseerla con buen derecho, quieren más haberla hurtando o robando. Por lo cual es muy justo que sea ahorcado el que fuere ladrón". 
d). "Cuando los súbditos obedecen lo que pueden, sin contradicción alguna, deben los reyes y gobernadores usar con ellos de liberalidad y clemencia. Más de otra manera, de rigor y justicia, pero siempre con prudencia".
e). "Los jueces que reciben a escondidillas las dádivas de los negociantes y pleiteantes deben ser tenidos por ladrones y castigados con muerte, como tales".

Testamento y muerte
“Hijo, ya ves las muchas y grandes naciones que te dejo y sabes cuánto trabajo me han costado. Nadie alce los ojos contra ti que viva, aunque sean tus hermanos. A estos nuestros deudos te dejo por padres, para que te aconsejen. Mira por ellos y ellos te sirvan. Cuando yo sea muerto, curarás de mi cuerpo y ponerlo has de mis casas de Patallacta. Harás mi bulto de oro en la casa del Sol y en todas las provincias a mí sujetas los sacrificios solemnes, y al fin la fiesta de Purucaya, para que vaya a descansar con mi padre el Sol”.
"Pachacútec expiró en pleno apogeo imperial. Su momia fue colocada en Tococache (San Blas/ Cusco), en el templo dedicado al Trueno, que él hizo edificar [...]. Exhaló el último suspiro muy viejo, completamente canoso, pese a que los runas andinos no encanecen con facilidad. En 1471 debió de ocurrir el deceso del creador del imperio Inca, pero dejó a este bien organizado, legislado y administrado con disposiciones que duraron hasta 1533 y décadas posteriores. Planificó todo y dejó listo para que sus hijos y demás descendientes llevarán al imperio a su máximo esplendor. Los demás soberanos no harían otra cosa que seguir sus pautas. No cabe duda de que fue un hombre genial. Abarcó y dominó todas las actividades. Fue el cerebro más insigne que ha producido la América precolombina, solo comparable con Alejandro Magno, otro eximio conquistador y creador de un extraordinario imperio en el Viejo Mundo. El territorio que legó fue la base del virreinato peruano y de la república actual del Perú" (Waldemar Espinoza Soriano. Los Incas. Pp. 91-92).

Pachacútec según retrato hallado
en el convento de Copacabana
(Bolivia)
Fuente: Julio Villanueva Sotomayor
Biografía "Pachacutec Inca Yupanqui"

martes, 20 de octubre de 2015

Machupicchu: Génesis, auge, ocaso.

Por: Julio Valdivia Carrasco 
Filósofo. Catedrático universitario

Machupicchu, esa hermosa y mágica ciudadela construida en la cima de una montaña del Perú, ha hecho historia en el mundo desde su “descubrimiento” por el profesor norteamericano Hiram Bingham y, más aún, desde que se le reconoció Maravilla Mundial. Sin embargo, su verdadera historia permaneció, hasta ahora, desconocida. Sólo se estudió y se investigó la estructura arquitectónica de la ciudadela, se atribuyó su construcción, sin mayores pruebas, al Inka Pachakuteq y se especuló mucho sobre su origen funciones y ocaso. Actualmente se discute si es propiedad privada de unos ricos agricultores cusqueños o es un bien cultural que pertenece al Estado peruano.

Primera imagen tomada  al momento de su "descubrimiento" por la National Geografhic Society
Hoy me permito presentar ante el pueblo del Perú el primer resultado de mi investigación sobre la real historia de Machupicchu donde intento demostrar básicamente tres hipótesis: 
1) Que fue el Inka Wiraqocha quien ordenó la construcción de Machupicchu y no el Inka Pachakuteq. 
2) Que cumplía una función eminentemente religiosa pues era la “mansión sagrada” y temporal del Dios-Rey Wiraqocha; y 
3) que su ocaso se debió a la orden del Inka Pachakuteq para su despoblamiento, su abandono y su perpetuo olvido. Para llegar a estos nuevos planteamientos ha sido necesario conocer e investigar la vida y la obra de los reyes inkas del Perú desde el mítico Manco Kapac hasta Tupac Amaru II y, para el caso específico de Machupicchu hurgar en la vida de Titu Kusi Wallpa, Quichka Tupac y Titu Kusi Yupanqui. El largo trajinar en la biografía de los gobernantes inkas (Ver mi libro: Los reyes inkas del Perú) me permitió avizorar, por “cuerda separada”, la real historia de Machupicchu.

Examinemos la primera hipótesis. 
En primer lugar, el inicio de la edificación de Machupicchu se realizó aproximadamente entre los años 1385-86, es decir, cuando Pachakuteq (1387-1471) era todavía un niño. Su construcción debe haber durado unos 20 o 30 años de rudo trabajo de miles de campesinos esclavizados (Yanakunas y mitmakunas). 
En segundo lugar, y esta evidencia es irrefutable, Wiracocha el Inka adoptó como su ascendiente y protector (Tótem) al Cóndor, ave majestuosa y tradicional de los andes peruanos he hizo que en el Cusco se le representara y rindiera culto en una peña llamada “Kunturqaqa” (La peña del Cóndor) tal como lo describe Garcilaso en sus Comentarios Reales. Asimismo, ordenó a sus arquitectos e ingenieros que diseñen la construcción de la ciudadela en lo más alto del “cerro viejo” dándole forma de la mencionada ave andina tal como puede apreciarse en las fotografías tomadas desde la cima de Wayna Picchu. Ordenó también la construcción, cerca al Templo del Sol, de un templo dedicado especialmente a la veneración del ave (El templo del Cóndor). 


El Cóndor de Wiracocha. Toma panorámica de Machupicchu
Veamos brevemente la biografía del inka Wiracocha (1355 – 1435). Fue el octavo gobernante del Estado cusqueño y sus padres fueron Yawar Waqaq y Choque Chiqlla Yupay. Su nombre original fue Kichka Tupac (Blas Valera). Fue erigido rey del Cusco después del asesinato de su padre por los insurreccionados Condesuyos. Luego de asumir plenamente el poder inició la expansión político militar de su Estado hacia la zona norte del Cuzco llegando hasta un lugar extraño donde observó la existencia de tres cerros: Uno pequeño, otro muy empinado y el tercero semiplano: los llamó Uchuy Picchu (Cerro pequeño), Wayna Picchu (Cerro joven) y Machu Picchu (Cerro viejo) respectivamente. De vuelta al Cusco luego de sus exitosas conquistas y haber extendido su Estado cambió su nombre por el de Qatun Tupac (Tupac el Grande). Luego de aproximadamente 10 años de haber consolidado su poder en el Cusco y de haber remozado la ciudad se hizo llamar Wiracocha arguyendo que el mismo Dios principal de los Inkas se le había presentado en sueños y designado dios en la tierra autorizándole adoptar su propio nombre. Es decir, por propia decisión se trasformó en Dios y Rey al mismo tiempo. Fue durante aquellos años que ideó, planificó y ordenó la construcción de una ciudadela sagrada, en honor del Dios Wiracocha, el mismo, destinado para su tranquilidad y descanso (Aukasamana). Ordenó la construcción de un hermoso templo-palacio para él, templos para el dios sol, para el cóndor, etc.; aposentos especiales para los sacerdotes y las sacerdotisas (Aqllakuna) al servicio del dios sol y del inka; habitaciones para los astrónomos, ingenieros y arquitectos, etc. En los alrededores se levantaron pequeños cuarteles para la guardia del Inka y para la custodia de la ciudadela. Así surgió y llegó a su apogeo lo que hoy conocemos como la mágica y misteriosa ciudadela de Machupicchu.


Hipótesis sobre la Construcción de Machu Picchu
Pero fueron pocos los años que el dios-rey Wiracocha pudo gozar de las bondades de la “ciudad sagrada”. Su hijo el príncipe Kusi Yupanqui luego de su circunstancial conversión en rey del Cusco, luego de la batalla con el poderoso ejército de los Chancas encabezado por Uscovilca, y de la muerte de su padre ordenó la desocupación total de la ciudadela y su olvido permanente. Veamos qué motivó éste extraño comportamiento de Titu Kusi Yupanqui, ya conocido con el sobrenombre de Pachakuteq. Wiracocha y Pachakuteq, padre e hijo, desde muy temprano cobijaron un odio profundo entre ellos. La fuerte personalidad del niño y adolescente Titu Kusi Yupanqui intranquilizó demasiado a su padre y al no poder controlar su conducta conflictiva y belicosa con los hijos de los otros nobles (Rompía brazos y piernas y dejaba mal heridos, en sus juegos, con otros niños y adolescentes) y por transgredir las reglas del Warachikuy, lo castigó desterrándolo a un páramo llamado Chita para que viva con los esclavos pastores de llamas (Llamamichiq). Mientras tanto en el Cusco Wiracocha había nombrado como su sucesor a Urko, hijo en su hermosa concubina Qori Chulpi (Maicito de oro). Esto acrecentó el odio de Kusi hacia su padre y más aún cuando el ejército de Uscovilca, rey del poderoso Estado confederado Chanka – Pokra – Wanka, cercó al Cusco e instó a Wiracocha su rendición quien huyó cobardemente a refugiarse en su ciudadela sagrada (que hoy conocemos como Machupicchu). Luego del resonante y sorpresivo triunfo de Kusi sobre Uscovilca su padre, lejos de recompensarlo con la sucesión, lo menosprecio y persistió en su hijo bastardo Urko como nuevo rey del Estado cusqueño. Wiracocha y Urko, no conformes con el manifiesto desprecio al victorioso Kusi, complotaron para asesinarlo. Alertado del complot por sus espías Kusi retornó apresuradamente al Cusco. Luego de algunos años padre e hijo se volvieron a encontrar en el Cusco donde Wiracocha, al ver la gran transformación de la ciudad, lo llamó Pachakutiq (“Transformador del mundo”). Ese mismo día Kusi cobró venganza con su padre: le arrancó la corona de rey de la cabeza y se la colocó a sí mismo asumiendo desde ese momento el reinado del Cusco (1545?). Sus primeras dos ordenanzas fueron: 
1) Que Wiracocha pida arrodillado perdón a los nobles y a la ciudad del Cusco por su insólito y cobarde abandono ante la arremetida de los chankas; y 
2) Desterrarlo a vivir hasta su muerte en su ciudadela llamada lugar de “tranquilidad y descanso” (Aukasamana), es decir, Machupicchu. Al fallecimiento de Wiracocha, su hijo ahora rey Pachakuteq ordenó el despoblamiento y total desalojo y olvido de la ciudadela donde su odiado padre pasó sus últimos días. Todos los tesoros de Machupicchu (Oro, plata, orfebrería, cerámica, textilería, etc.) fueron transportados al Cusco se saqueó, destruyó e incendió todo lo de menor valor y se abandonó para siempre la ciudadela. Quienes ofrecieron resistencia (sacerdotes, aqllas, guardias, etc.) fueron muertos Ello explica el por qué existe evidencia de destrucción e incendios. Así como de numerosos cadáveres en el lugar. Explica también el por qué el 90% de lo que H. Bingham se llevó a la Universidad de Yale fueron sólo “fragmentos” (Afirmación sostenida por el Dr. Luis G. Lumbreras).

Finalmente, cuando Pachakuteq ordenó el desalojo de Machupicchu (o tal vez antes) dispuso la construcción de otra ciudadela para su lugar de descanso y recreo. Eligió un sitio cercano y con características geomorfológicas similares a Machupicchu y solicitó a sus arquitectos e ingenieros diseñen la ciudadela dándole la forma de un puma, su tótem preferido. Una vez construida la mencionada ciudadela le dio el nombre de Choquequirao (Cuna de oro), nombre en honor de su abuela Choque Chiqlla Yupay (Joya de oro muy preciada). y trasladó todo el oro, plata y demás ornamentos (orfebrería, ceramios y textiles) de Machupicchu a Choquequirao para embellecer la ciudad. Esta nueva ciudadela se convirtió, casi cien años después, en el bastión de resistencia de los últimos inkas del Tawantinsuyo. Fue el lugar donde por más de 36 años (1536 – 1572) los destronados reyes inkas (Manko, Sayri Túpac, Titu Kusi Yupanqui y Túpac Amaru I , ofrecieron tenaz resistencia a los invasores europeos. Después de la despiadada ejecución de Túpac Amaru (I), de su esposa e hijos por los españoles, la ciudadela fue abandonada, sus hermosas edificaciones paulatinamente se deterioraron y fueron cubiertas por una densa vegetación. Una pequeña parte del oro y la plata de Choquequirao pasaron a cubrir el rescate que Atao Wallpa pagó a Pizarro y la mayor parte de los valiosos objetos fueron sigilosamente transportados a un lugar que permanece desconocido hasta hoy. Se cree que a ese lugar se le denominó “Paytiti”, nombre que alude el desprecio a la voracidad española y cuyo significado sería: “Darle a ellos sólo plomo” y no oro ni tampoco plata.
jvc400@hotmail.com


Semblanza del autor

Julio Valdivia Carrasco. Nació en Ayacucho - Perú, el año de 1941. Estudio filosofía en la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga, Ayacucho. Ejerció la docencia universitaria en varias universidades del Perú entre ellas la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Fue uno de los fundadores de la Facultad de Ciencias Histórico - Sociales y Educación de la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo de Lambayeque, donde ejerció el Decanato de dicha Facultad. Retirado ya de la docencia en la actualidad prosigue sus investigaciones en el campo de la filosofía, las ciencias sociales y la historia.