domingo, 7 de junio de 2015

La Inmortalidad de "Bolognesi en el morro de Arica"

Uno de los episodios más dramáticos se vivió en Arica, el 7 de junio de 1880. Aquí, algunos testimonios.
El Jefe del Estado Mayor de la Plaza de Arica, el peruano Manuel C. de la Torre, da testimonio de esa sublime entrega: “...Palmo a palmo y con empeñoso afán, fueron defendidas nuestras posiciones hasta el ‘Morro’, donde nos encerró y redujo a unos pocos, el dominante y nutrido fuego del enemigo por una hora. Eran las 8 y 59 de la mañana, cuando todo estaba perdido; muertos casi todos los Jefes, prisioneros los que quedaban, dos únicos, y arriada por la mano del vencedor nuestra bandera...”. El teniente coronel del ejército peruano, el argentino Roque Sáenz Peña dice en su parte de combate: “... La oficialidad y tropa del medio Batallón que logré subir [al Morro] estaba ya diezmada; los tres Jefes subalternos no pudieron seguirme, y yo me hallaba herido desde el principio del combate, de un balazo en el brazo derecho que me permitió sin embargo mantenerme a caballo hasta los últimos momentos en que tuve que abandonarlo por serme ya imposible darle dirección; fue entonces que nos reunimos con Ud. (Manuel C. de la Torre). Los señores coroneles don Francisco Bolognesi y don Guillermo Moore, cayendo a nuestro lado estos dignos jefes atravesados por el plomo de una fuerte descarga...”.

Francisco Bolognesi. Cortesia de La Biblioteca Nacional 1905
El capitán de corbeta y segundo jefe de las baterías del Morro, Manuel Ignacio Espinoza Camplodo manifiesta que: “...la tropa que tenía su rifle en estado de servicio, seguía haciendo fuego, hasta que los enemigos invadieron el recinto haciendo descargas sobre los pocos que quedábamos allí; en esta situación llegaron a la batería, el señor Coronel D. Francisco Bolognesi, Jefe de la Plaza, Coronel D. Alfonso Ugarte, Ud. (se refiere a Manuel C. de la Torre, a quien está elevado el parte), el teniente Coronel D. Roque Sáenz Peña, que venía herido, el Sargento Mayor D. Armando Blondel y otros que no recuerdo; y como era inútil toda resistencia, ordenó el señor Comandante General que se suspendieran los fuegos, lo que no pudiendo conseguirse a viva voz, el señor Coronel Ugarte fue personalmente a ordenarlo a los que disparaban situados al otro lado del cuartel, en donde dicho jefe fue muerto (...) A la vez que tenían lugar estos acontecimientos, las tropas enemigas disparaban sus armas sobre nosotros, y encontrándonos reunidos los señores Coronel Bolognesi, Capitán de Navío Moore, Teniente Coronel Sáenz Peña, Ud., el que suscribe y algunos oficiales de esta batería, vinieron aquellos sobre nosotros y, a pesar de haberse suspendido los fuegos por nuestra parte, nos hicieron descargas de los que resultaron muertos el señor Coronel Comandante General de la Plaza D. Francisco Bolognesi y el señor Capitán de Navío D. Juan G. Moore, habiendo salvado los demás por la presencia de oficiales que nos hicieron prisioneros...” .
Para Vargas Hurtado, historiador ariqueño, Bolognesi murió así: “En momentos que el enemigo descendía de Cerro Gordo en dirección al Morro, Bolognesi se hallaba en medio de la meseta de éste, dirigiendo la acción, acompañado de La Torre, Ugarte, More, Sáenz Peña y sus Ayudantes de campo. Su valor y arrojo infunden bríos a los pocos soldados que le quedaban, los cuales redoblan sus descargas sobre el chileno, que avanza en medio de granizadas de plomo. Fue en este instante cuando el defensor de la Plaza, revólver en mano, cae dominado por traidora bala (...) Cuando los asaltantes llegaron al sitio donde yacía el Héroe, estaba aun con vida, anegado en sangre; pero sin reparar en su alta investidura ni en su condición de herido, le destrozaron el cráneo a culatazos. ¡ASESINOS!”.

Sacrificio de Francisco Bolognesi
LAS ANGUSTIANTES HORAS PREVIAS
¿Qué impotencia habrían sentido los combatientes peruanos en el Morro de Arica en la víspera de su inmolación? Nadie se puede imaginar dichos momentos. Pensar que la esposas o novias repletaban sus mentes pero no estaban para consolarlos; imaginar que a los hijos les tenían en los cinco sentidos pero realmente no los podían oler, besar, tocar,
oír y solo se conmovían secándose las lágrimas de sus ojos; soñaban que el tibio sol acariciaba sus mejillas en el rincón más hermoso de sus vidas pero no había tal rincón, menos: sol; suponían que mañana podrían estar retornando al seno de sus patrias chicas por el Ferrocarril Arica – Tacna, pero se sobresaltaban al recordar que Tacna estaba perdida y Arica podría ser su tumba; pero la angustia siempre es turbada por la esperanza y, por lo tanto, una lucecita iluminaba sus mentes al pensar que podría llegar un refuerzo, la tropa comandada por Saldívar, desde Arequipa.
Si él llegaba la suerte hubiera sido distinta y eso lo reconoce una carta de un jefe chileno: “Las fortificaciones de Arica eran magníficas, pero para que fuesen enteramente inexpugnables necesitaban ser defendidas por una fuerza que no bajase de 5 a 6000 hombres. Este es el motivo porque las hemos tomado en pocas horas, cuando bien defendidas habrían resistido el ataque de 12 á 15 000 hombres. Los enemigos se han batido muy bien, como que sabían que la cosa valía la pena, pues no se daba cuartel en el combate” (publicado en el “Ferrocarril de Santiago”).



CARTA DE ALFONSO UGARTE A FERMÍN VERNAL
Alfonso Ugarte describe la calamitosa situación pero tiene la esperanza de recibir refuerzos venidos desde Arequipa. Eh aquí un extracto de su carta a Fermín Vernal, su amigo.
“... No hay detalles ni tenemos noticias seguras de los nuestros más de lo que te comunico.
Aquí en Arica estamos solamente dos divisiones de nacionales, defendiendo este punto, y aún cuando somos tan pocos, no podemos hacer lo de Iquique, abandonar el puerto y entregarlo, porque este es un puerto artillado y tiene elementos y posiciones de defensa. Tenemos pues, que cumplir con el deber del honor defendiendo esta plaza hasta que nos la arranquen a la fuerza. Ese es nuestro deber y así lo exige el honor nacional. Estamos pues esperando ser atacados por mar y tierra. Dios sabe lo que resultará, así que te puedes imaginar mi triste situación. Sin embargo es preciso resistir hasta el último y te puedo asegurar, también, que con las posiciones que ocupamos en el morro, los cañones de grueso calibre y las minas que tenemos preparadas, les costará muchas vidas a los chilenos reducirnos y quitarnos esta plaza. Estamos resueltos a resistir con toda la seguridad de ser vencidos, pero es preciso cumplir con el honor y el deber. Quizás la suerte nos favorezca y lleguen con tiempo los refuerzos que esperamos de Arequipa...”.

CARTA DE RAMÓN ZAVALA A UN AMIGO
Ramón Zavala expresa en carta a un amigo el indomable espíritu de los peruanos en Arica, lleno de valentía y patriotismo.
“... De todos modos tengo la seguridad de que si no triunfamos, que si los chilenos no reciben su castigo aquí, que si no hacemos de Arica un segundo Tarapacá, la defensa será de tal naturaleza, que nadie en el país desdeñará en reconocer en nosotros sus compatriotas, y que los neutrales no dejaran de reconocernos como los defensores de la honra e integridad de nuestra patria. Arica, no se rinde, ni las banderas se despliegan para abandonar la plaza; por el contrario, resistirá tenaz y vigorosamente, y cuando la naturaleza cede, obedeciendo a leyes físicas, los invasores pondrán su planta en un suelo que está cubierto de cadáveres y regado por sangre peruana. Sus defensores prefieren la muerte a la deshonra; la gloria a una vida que les hubiera sido insoportable, sino hubieran aprovechado del último.

TELEGRAMAS
Bolognesi, antes de la batalla, tenía comunicación con el prefecto de Arequipa, Carlos Gonzales Orbegoso. En los distintos telegramas le dice que no cuente con Manuel Leyva, Lizardo Montero, Narciso Campero (boliviano), sus batallones nunca llegaron a la batalla de Arica.
"Enemigo todas armas trasladadas trenes. Encuéntrense acampados dos leguas esta plaza. Esperamos mañana ataque. Resistiremos", dice el telegrama del 2 de junio de Bolognesi al prefecto.
Para la historiadora Medina, los documentos mostraban que la situación era complicada, la falta de alimento, la alarma por la ocupación chilena, pero aún así salieron al frente.
"Suspendido por enemigos cañoneo. Parlamento dijo: general Baquedano por deferencia especial a la enérgica actitud de la plaza desea evitar derramamiento de sangre. Contesté según acuerdo de jefes: mi última palabra es quemaremos el último cartucho. ¡Viva el Perú!", escribe Bolognesi al prefecto de Arequipa en telegrama del 5 de junio, mientras que Orbegoso le responde con emoción:
"Felicito a usted y jefes de la plaza en nombre del pueblo arequipeño por su noble actitud. Arequipa contesta: ¡Viva el coronel Bolognesi!".

CARTA DE BOLOGNESI A SU ESPOSA
Es una misiva impregnada de valor, pero, al mismo tiempo, de preocupación por su esposa y de crítica a Mariano Prado, que había huido, y a Nicolás de Piérola, el Dictador, que había sido un fracaso dirigiendo la guerra.
“... Esta será seguramente una de las últimas noticias que te lleguen de mí, porque cada día que pasa vemos que se acerca el peligro y que la amenaza de rendición o aniquilamiento por el enemigo superior a las fuerzas peruanas son latentes y determinantes. Los días y las horas pasan y las oímos como golpes de campana trágica que se esparcen sobre este peñasco de la ciudadela militar engrandecida por un puñado de patriotas que tienen su plazo contado y su decisión de pelear sin desmayo en el combate para no defraudar al Perú. ¿Que será de ti amada esposa? Tú que me acompañaste con amor y santidad. ¿Que será de nuestros hijos, que no podré ver ni sentir en el hogar común? Dios va a decidir este drama en el que los políticos que fugaron y los que asaltaron el poder tienen la misma responsabilidad. Unos y otros han dictado con su incapacidad la sentencia que nos aplicará el enemigo. Nunca reclames nada, para que no se crea que mi deber tiene precio...”.


Cartas del héroe. 
Correspondencia enviada a su familia y al prefecto de Arequipa muestran la tensión que vivió el héroe. “¿Qué será de ti, amada esposa?... Dios va a decidir este drama en que los políticos que fugaron y los que asaltaron el poder tienen la misma responsabilidad”. 
El general chileno Manuel Baquedano los miraba con su catalejo. No podía creerlo. Ellos eran 6 mil y los soldados de Francisco Bolognesi no pasaban de los 1.400. No entendía cómo estos hombres, más que armados, enfurecidos, optaban por el suicidio de enfrentarlos.
Bolognesi sabía que venía la muerte. Pero la patria era primero, por eso escribió cartas que no solo eran la despedida de sus seres queridos, sino también una confesión de valentía y amor por el Perú.
Su trazo era firme, pero en el mensaje había fastidio y mucha tensión. Sabía la dura batalla que le esperaba... A pesar de ello, en cada palabra mostraba las ganas de cumplir la orden encomendada. El héroe, quien nació un 4 de noviembre de 1816, vivía así un capítulo de su vida que hoy recordamos un día antes del aniversario de la batalla de Arica, gesta en la cual entregó la vida por la patria.
Las cartas que el coronel Bolognesi le escribió a su familia antes de la batalla, en junio de 1880, durante la guerra con Chile, mostraban la voluntad de cumplir con el deber, más allá de las dificultades. 
"Querido hijo: son las 11 del día y te dirijo estas palabras para despedirme. El enemigo está cerca de Tacna. Allí lo espera el general Montero con todo su ejército, salvo que los chilenos le hagan una jugarreta y vengan a tomar esta plaza (Arica) que la han dejado muy débil", escribe Bolognesi a su hijo Enrique, el 19 de abril. 
Meses después de esta emotiva carta, Enrique Bolognesi también decide luchar en la Guerra del Pacífico, en la batalla de Miraflores de 1881.
"Yo no tengo para su defensa más que 1.400 infantes; ellos pueden –en horas– traer a Pacocha (Ilo) 3 o 4 mil hombres y a la vez comprometer combate por mar y tierra. En fin, ha llegado el momento de decidir la cuestión.

No hay que asustarse: no estamos mal. Si se dirigen bien las cosas, les daremos un caldo como en Tarapacá.
Creo que seré el pato de la boda por ocupar este puesto que es el ensueño del enemigo. Mientras estén los nuestros en Tacna quizá no habrá nada aquí. 
Ya estoy fastidiado, deseo que llegue el momento de un ataque para descansar del modo que quieras entenderlo. Yo no duermo, no me dejan ni comer; en la calle y por donde vaya tengo que hacer con todo el que me busca. Afectos a todos en casa, a amigos y amigas. Adiós", narra en una misiva Bolognesi.

La historiadora Lourdes Medina comenta que cuando uno lee las cartas de Bolognesi, nota que el héroe siempre habla del cumplimiento del deber, porque no quería defraudar al Perú.
"Hay que rescatar en Bolognesi su optimismo, en las cartas dice que le podemos dar sopa como en Tarapacá, él pensaba que podía ganar en Arica, su esperanza estaba en la minas (dinamita camuflada), el trabajo estuvo a cargo del ingeniero Teodoro Elmore, pero lo capturan con los planos, después los chilenos identificaron la ubicación de las minas", recuerda la historiadora Medina. 
Luego, el 22 de mayo, le escribió a su esposa María Josefa, quien en sus primeras palabras adelantaba que estas serían sus últimas palabras, porque sabe que cada día que pasa el enemigo se acerca a Arica, conocía perfectamente que las fuerzas de Chile superaban a los defensores peruanos.

"Adorada María Josefa"

Esta será seguramente una de las últimas noticias que te llegarán de mí, porque cada día que pasa vemos que se acerca el peligro y que la amenaza de rendición o aniquilamiento por el enemigo superior a las fuerzas peruanas son latentes y determinantes. Los días y las horas pasan y las mismas como golpes de campana trágica que se esparcen sobre este peñasco de la ciudadela militar, engrandecida con un puñado de patriotas que tienen su plazo contado y su decisión de pelear sin desmayos en el combate, para no defraudar al Perú.
¿Qué será de ti, amada esposa, tú que me acompañaste con amor y santidad?, ¿qué será de nuestra hija y de su marido, que no me podrán ver ni sentir en el hogar común? Dios va a decidir este drama en que los políticos que fugaron y los que asaltaron el poder tienen la misma responsabilidad. Unos y otros han dictado, con su incapaz conducta, la sentencia que nos aplicará el enemigo. Nunca reclames nada, para que no crean que mi deber tuvo precio. Besos para ti y Margarita. Abrazos a Melvin”, escribe Bolognesi a su esposa.
Efectivamente, un grupo de peruanos, a pesar de la situación en contra y que sabían que iban a morir, se resistieron al final. Además de la guerra por el guano y el salitre era una lucha por la dignidad nacional.

6-11-1905. Se inauguró el monumento en su homenaje. A la ceremonia asistió uno de los sobrevivientes de la defensa de Arica, el argentino Roque Sáenz Peña, con rango de general del ejército peruano.

Inauguración del momumento a Bolognesi -1905


Francisco Bolognesi y la Jura a la Bandera

Bolognesi "Hijo de la Independencia"
Bolognesi había nacido el 4 de noviembre de 1816, en Lima. Era hijo del músico italiano don Andrés Bolognesi y de la arequipeña doña Juana Cervantes. Fue bautizado en la iglesia de San Sebastián, donde lo habían hecho también Santa Rosa y San Martín de Porres. Casi era “hijo de la independencia” y su familia había vibrado con los más hermosos pasajes de ella y también había sufrido con los embates de los realistas y las primeras frustraciones de la República. No es, pues, difícil entender el ambiente patriótico en que se crió Francisco Bolognesi; tampoco el impacto que tal sentimiento tuvo en su tierno corazón. Había nacido, pues, en plena lucha por la libertad americana, cuya proclama lo llevará como norte en su vida civil y militar.
Francisco Bolognesi
TRABAJÓ DESDE MUY CORTA EDAD
Durante ocho años se desempeño como contador de una empresa arequipeña e hizo largos viajes a Puno y Cusco. En el año 1832, cuando apenas tenía 16 años, lo contrataron para que trabaje en la sección de contabilidad de una importante casa comercial, cuyos dueños vieron en él mucha capacidad y notable honradez.

SE DEDICÓ A LA ACTIVIDAD COMERCIAL
Ese cargo lo ejercía junto a otra actividad comercial de suma importancia para el sustento familiar, la de realizar viajes hacía el oriente, a las selvas de Puno (Carabaya) y Cusco (valle de La Convención), a fin de comprar coca y cascarilla para trasladarlos a Arequipa y venderlos. Eran tiempos en que por esa ruta el viaje era penoso y, por tal motivo, sólo lo hacían jóvenes que tenían espíritu de aventura y afán de riqueza. Se trasladaban por abruptos caminos de herradura, en viajes que duraban varias semanas. Esas caravanas no tenían ningún temor de pasar las inhóspitas yungas, las frías punas ni las más calurosas omaguas. En el trayecto eran alentados por los lugareños quienes les brindaban alimentos y hospedaje a precios irrisorios, amén de los consejos y los contactos necesarios.

¿PARA QUÉ SERVÍAN LA COCA Y LA CASCARILLA?
La coca, que conseguían en las regiones de Selva Alta, las trasladaban a Arequipa y vendían a las casas comerciales o a los ricos hacendados, quienes daban dicho estimulante a sus operarios o peones como parte de pago de sus jornales o como contraprestación de sus servicios. Por poner a su alcance la “hoja sagrada de los Incas”, el comerciante que los llevaba desde lugares tan lejanos era recompensado con la venta asegurada. La cascarilla es también arbusto tropical, muy útil, porque de ella se extrae la quinina, sustancia medicina que en esa época se utilizaba para combatir el paludismo, endemia arraigada en todas las yungas o quebradas interandinas del Perú.

“LA EXCEPCIÓN QUE CONFIRMA LA REGLA”
La contabilidad y el comercio los cumplió Francisco Bolognesi hasta el año 1840, cuando frisaba los 24 años de edad. En esos tiempos, de caudillismos y revoluciones, eracomún observar en los ejércitos estatales y particulares, que de estos muchos los había, a gente muy joven, tradición que habían heredado desde los tiempos de los precursores y próceres. La carrera militar era la más popular e interesante entre la juventud de entonces.
Francisco Bolognesi, que había roto dicha tradición, porque había comenzado primero como contador y comerciante, fue una de esas excepciones que confirman la regla y recién se asimila al ejército peruano en 1853, a los 37 años de edad.

BOLOGNESI ERA CASTILLISTA
Entre los años 1854 y 1855, en las luchas partidarias entre los caudillos por el poder político, Francisco Bolognesi se inclinó por la señera figura de don Ramón Castilla, cuando este caudillo se enfrentó a Rufino Echenique, por entonces supremo mandatario del Perú. Se inició la revolución de Castilla en Arequipa afines del año 1854 y el gran mariscal se dirigió a Lima. Sus tropas y el de Echenique se enfrentaron en la batalla de Las Palmas, el 5 de enero de 1855, siendo derrotado Echenique y Castilla asumió el gobierno como presidente provisional, iniciando su segundo período gubernamental. Era uno de los tantos golpes de Estado que se sucedían en el Perú desde su creación como República. Bolognesi supo desde aquellos días cómo eran los vaivenes del poder.

EXPERIMENTÓ UN ACTO MILITAR GENEROSO
En 1858, Bolognesi fue ascendido a la clase de coronel del ejército peruano. En 1860, cuando las tropas de Ramón Castilla llegaron por tierra y mar a Ecuador y Castilla ingresó a Guayaquil, con el objeto de dar una lección histórica al gobierno ecuatoriano que tenía pretensiones de anexar la parte norte del Perú a su país, Bolognesi se encontraba en dicha expedición victoriosa. Fue, pues, actor de días de gloria con las que se cubrió el ejército peruano, principalmente porque Castilla puso las cosas claras con el hermano país del norte y se despidió de sus ocasionales rivales sin ningún rencor, sin haberles cobrado el cupo de la victoria y, al contrario, después de haberles colmado de regalos a los militares ecuatorianos, dejándoles inclusive uniformes de campaña. Bolognesi aprendió de la generosidad de su comandante y presidente del Perú.

ARMAMENTO QUE SIRVIÓ PARA DEFENDER A LA PATRIA
Luego de esa contienda, Francisco Bolognesi fue enviado a Europa para que adquiera armamentos para las fuerzas armadas del Perú; con el encargo especial de comprar cañones para la marina y la fortificación del Callao. Esa adquisición hecha por Bolognesi fue de suma utilidad y sirvió para defender con éxito la integridad del Perú y de América en 1866, cuando una armada española pretendió reconquistar el Perú y atacó el Callao, Combate del Dos de Mayo, saliendo totalmente derrotada. Lo más loable en la adquisición de armamentos que hizo Bolognesi en Europa fue el hecho que nuestro insigne patriota pagó con su propio dinero el costo de 7 piezas de artillería y que según el notario y administrador de la Tesorería Principal de Lima, don Juan Ignacio Elguera, ascendía a la suma de 1 436,00 libras esterlinas y que el Estado peruano había reconocido y que debería pagarle con un interés del 6% anual.

MODERNIZÓ EL ARMA DE ARTILLERÍA E INTERVINO EN LA GUERRA
En 1868, por sus indiscutibles méritos, Bolognesi fue nombrado Comandante General de Artillería, cargo desde el cual hizo todos los esfuerzos para modernizar dicha arma del ejército peruano. En abril de 1879, al declararse la Guerra del Pacífico, Bolognesi es nombrado Jefe de la Tercera División del Sur y marcha con sus tropas a defender el frente Tacna-Arica, zona que fue considerada por los chilenos como terreno estratégico y en donde se definió en realidad la campaña terrestre. Los más decisivos encuentros se realizaron, en efecto en esa franja territorial, y Bolognesi cumplió papel destacado en las batallas de San Francisco y Tarapacá, habiendo sido los chilenos derrotados en esta última.

UNA DEUDA PÚBLICA QUE EL ESTADO NO HONRÓ
En el año 1870 el Estado peruano no había honrado todavía la deuda que tenía con Bolognesi por la adquisición de los 7 cañones Blackelly y que nuestro héroe había comprado con su plata en Europa para la defensa del Callao en el año 1866. Bolognesi reclamó de manera indignada ante ese incumplimiento y escribe una carta al ministro de Hacienda. En uno de sus párrafos dice que, incluso, “... ha encontrado abandonados en el parque general de Aduanas 7 cañones Blackelly de su propiedad, rayados...”.
En 1873, Bolognesi decide nombrar a Aquiles Fonayre como su representante, quien, en otra carta dirigida a las autoridades del Poder Ejecutivo y al ministerio de Hacienda, hace notar que por el tiempo transcurrido y los intereses devengados la deuda ascendía a 10 mil soles, queja que ya había sido elevada a los tribunales. Es decir, el Estado había sido querellado.
Dos años antes de la Guerra del Pacífico, en 1877, Francisco Bolognesi escribió una conmovedora carta, dirigida nuevamente al ministerio de Hacienda, donde le recuerda que aún se le adeudaba 10 020 soles, de acuerdo con los cálculos de liquidación practicados por la Dirección General de Contabilidad y Créditos de dicha cartera.
El 22 de febrero de 1877, Mauricio Félix Torres, representante del ministerio de Hacienda, reconoce que la deuda a Bolognesi ascendía en realidad a 13 674,03 soles. Cuando dos años más tarde estalló la Guerra del Pacífico, Bolognesi tuvo otro noble gesto: postergó su reclamo “para otra ocasión”.

UNA INCÓMODA POSICIÓN MILITAR
Pero, la superioridad chilena era manifiesta; cosa que se hizo más notoria cuando los bolivianos se retiraron definitivamente de la guerra. Bolognesi sufrió en carne propia esa disímil situación, lo que supo sobrellevar con decoro y heroísmo. En efecto, Bolognesi, al replegarse el ejército peruano a Tacna, se quedó en Arica, al frente de una guarnición de 2 000 soldados. En el puerto de Arica quedaba el emplazamiento original de este pequeño destacamento. Allí, en el Chinchorro, había una casona que sirvió a Bolognesi como su cuartel general. A pocos metros se alzaba el Morro de Arica, colina de laderas suaves hacia el continente y de altísimo y abrupto acantilado hacia el mar.

LA HISTÓRICA RESPUESTA DE BOLOGNESI
Los chilenos tenían que pasar por dicho puerto para llegar a Tacna, que queda más al norte y con quien le une un ferrocarril, por el que muy bien Bolognesi podría haber ordenado la retirada de sus soldados. En la madrugada del 6 de junio se nota que más de ocho mil hombres del ejército chileno se apuestan frente a Arica y hacen que sus cañones apunten hacia el cuartel general y al morro. El general chileno Baquedano envía al mayor Salvo donde Bolognesi, pidiéndole rendición inmediata. El veterano coronel, con las palabras que inspira solo los momentos de gloria, le replica diciendo: “Mayor, dígale a su general, que no me rindo y que lucharé hasta quemar el último cartucho”. Pero, cuando el mayor Salvo ya se retiraba, lo llama y le dice que espere, “... que en su delante va a consultar con sus oficiales”. Era, sin duda, el sabio consejo de la experiencia y de los sentimientos nobles. El viejo soldado se había dado cuenta que sería egoísta de su parte hablar en nombre de todos, principalmente de todos...los jóvenes.
La respuesta de Bolognesi
Bolognesi ordenó a su edecán que convoque a Consejo de Guerra. Todos sus oficiales se apresuraron a acudir, deseosos estaban de saber el mensaje del chileno. Bolognesi, con esa solemnidad que da la dicha de estar dando por la patria un sacrificio sublime, les trasmite a sus oficiales la propuesta de Salvo y también la respuesta que había dado. Cuando estaba por explicar el por qué de su decisión, casi al unísono y sin esperar que termine la explicación, uno por uno, sus dignos oficiales se adhirieron a las palabras de Bolognesi, ante la patética admiración y consternación del militar chileno.
Eso ocurría en la tarde del 6 de junio de 1880. Desde aquellas horas, se redoblan los preparativos para defender el morro, símbolo de la patria y de la libertad. Bolognesi da órdenes sin cesar. Se colocan las pocas baterías en lugares estratégicos; se mina el morro para hacerla “volar si fuera necesario”; se distribuyen soldados, pertrechos y alimentos. La vigilia se muestra eterna, interminable; en el mañana parece que no habrá luz.

LA BATALLA DEL MORRO DE ARICA
El 7 de junio de 1880, desde horas muy tempranas, empiezan a retumbar los cañones chilenos. Los peruanos responden con furor pero los otros son demasiados. Los regimientos de infantería y caballería chilenos anuncian su marcha con densas polvaredas. Bolognesi, hecho un titán, arenga, estimula, amenaza. Está en todas partes, parece que se multiplicara. Pero, las tropas enemigas no entran en mientes y siguen avanzando. Los peruanos empiezan a replegarse y no funciona el sistema de explosión del morro. A los pocos minutos ya se lucha cuerpo a cuerpo. Un peruano tiene que enfrentar a diez chilenos y aquéllos se van haciendo cada menos, mientras éstos parecen ser cada vez: muchos más.
Bolognesi se bate heroicamente. Sable en mano, defiende al Perú, su honra y la de sus camaradas de armas. Cuando ya existen muy pocos peruanos en pie, los chilenos rodean al grandioso soldado, lo acribillan a balazos, le hieren con bayonetas, y lo matan al Titán del Morro. Alfonso Ugarte ve la escena, coge la bandera bicolor, espolea su caballo y, antes de rendirla al enemigo, se tira por el barranco a las profundidades del morro. Arica ha caído en manos de los chilenos, muy pronto lo hará el resto del Perú, pero la lección de Bolognesi lo encumbrará ante la gloria y la inmortalidad.

Sacrificio del Joven Alfonso Ugarte
ASALTO SANGRIENTO Y MÁS DE MIL MUERTOS
“En aquella epopeya –dice José Santillán Arruz- las bajas peruanas fueron grandes: más de mil muertos. Los integrantes de los batallones Granaderos de Tacna y Cazadores de Piérola, comprendiendo jefes, oficiales y tropa, murieron casi en su totalidad (Chile tuvo 114 muertos y 337 heridos). Fue una batalla heroica y que pudo ser ganada de no ser por la falta de refuerzos, entre ellos los hombres del coronel Segundo Leiva, comandante del segundo Ejército del Sur del Perú. De allí la famosa frase de Bolognesi en sus telegramas a este oficial cuando le escribe “¡Apúrate, Leiva; todavía puede llegar!”.
En el Instituto de Estudios Históricos del Pacífico se conserva la página del diario perteneciente a un joven soldado. En ella, el conscripto refiere que, al tener su arma inservible, sólo esperaba la muerte de su compañero para coger el rifle y seguir peleando. “Hay muchos soldados en mi situación”, confesaba. La razón es que en Arica más del 70% de los fusiles eran los rifles Chassepot, que tenían un percutor tipo aguja. Al cabo de un par de horas de uso, el sistema se desgastaba y el arma quedaba inservible.

¿EL ESTADO PERUANO PAGÓ LA DEUDA DE 1866?

En 1884, a los 4 años de la heroica muerte de Bolognesi en el legendario Morro de Arica, su hija, doña Margarita Bolgnesi de Cáceres, en una carta dirigida a los poderes públicos recordó que el Estado tenía una deuda pendiente con su padre. El ministerio de Hacienda hizo la liquidación correspondiente y reconoció que a la heredera del héroe de Arica debía pagársele la suma de 20 239,07 soles. El Estado empezó a pagar a cuenta gotas y terminó de hacerlo recién en el año 1905.

Lima, junio de 2009
Julio R. Villanueva Sotomayor