Bolognesi "Hijo de la Independencia"
Bolognesi había nacido el 4 de noviembre de 1816, en Lima. Era hijo del músico italiano don Andrés Bolognesi y de la arequipeña doña Juana Cervantes. Fue bautizado en la iglesia de San Sebastián, donde lo habían hecho también Santa Rosa y San Martín de Porres. Casi era “hijo de la independencia” y su familia había vibrado con los más hermosos pasajes de ella y también había sufrido con los embates de los realistas y las primeras frustraciones de la República. No es, pues, difícil entender el ambiente patriótico en que se crió Francisco Bolognesi; tampoco el impacto que tal sentimiento tuvo en su tierno corazón. Había nacido, pues, en plena lucha por la libertad americana, cuya proclama lo llevará como norte en su vida civil y militar.
Bolognesi había nacido el 4 de noviembre de 1816, en Lima. Era hijo del músico italiano don Andrés Bolognesi y de la arequipeña doña Juana Cervantes. Fue bautizado en la iglesia de San Sebastián, donde lo habían hecho también Santa Rosa y San Martín de Porres. Casi era “hijo de la independencia” y su familia había vibrado con los más hermosos pasajes de ella y también había sufrido con los embates de los realistas y las primeras frustraciones de la República. No es, pues, difícil entender el ambiente patriótico en que se crió Francisco Bolognesi; tampoco el impacto que tal sentimiento tuvo en su tierno corazón. Había nacido, pues, en plena lucha por la libertad americana, cuya proclama lo llevará como norte en su vida civil y militar.
TRABAJÓ DESDE MUY CORTA EDAD
Durante ocho años se desempeño como contador de una empresa arequipeña e hizo largos viajes a Puno y Cusco. En el año 1832, cuando apenas tenía 16 años, lo contrataron para que trabaje en la sección de contabilidad de una importante casa comercial, cuyos dueños vieron en él mucha capacidad y notable honradez.
SE DEDICÓ A LA ACTIVIDAD COMERCIAL
Ese cargo lo ejercía junto a otra actividad comercial de suma importancia para el sustento familiar, la de realizar viajes hacía el oriente, a las selvas de Puno (Carabaya) y Cusco (valle de La Convención), a fin de comprar coca y cascarilla para trasladarlos a Arequipa y venderlos. Eran tiempos en que por esa ruta el viaje era penoso y, por tal motivo, sólo lo hacían jóvenes que tenían espíritu de aventura y afán de riqueza. Se trasladaban por abruptos caminos de herradura, en viajes que duraban varias semanas. Esas caravanas no tenían ningún temor de pasar las inhóspitas yungas, las frías punas ni las más calurosas omaguas. En el trayecto eran alentados por los lugareños quienes les brindaban alimentos y hospedaje a precios irrisorios, amén de los consejos y los contactos necesarios.
¿PARA QUÉ SERVÍAN LA COCA Y LA CASCARILLA?
La coca, que conseguían en las regiones de Selva Alta, las trasladaban a Arequipa y vendían a las casas comerciales o a los ricos hacendados, quienes daban dicho estimulante a sus operarios o peones como parte de pago de sus jornales o como contraprestación de sus servicios. Por poner a su alcance la “hoja sagrada de los Incas”, el comerciante que los llevaba desde lugares tan lejanos era recompensado con la venta asegurada. La cascarilla es también arbusto tropical, muy útil, porque de ella se extrae la quinina, sustancia medicina que en esa época se utilizaba para combatir el paludismo, endemia arraigada en todas las yungas o quebradas interandinas del Perú.
“LA EXCEPCIÓN QUE CONFIRMA LA REGLA”
La contabilidad y el comercio los cumplió Francisco Bolognesi hasta el año 1840, cuando frisaba los 24 años de edad. En esos tiempos, de caudillismos y revoluciones, eracomún observar en los ejércitos estatales y particulares, que de estos muchos los había, a gente muy joven, tradición que habían heredado desde los tiempos de los precursores y próceres. La carrera militar era la más popular e interesante entre la juventud de entonces.
Francisco Bolognesi, que había roto dicha tradición, porque había comenzado primero como contador y comerciante, fue una de esas excepciones que confirman la regla y recién se asimila al ejército peruano en 1853, a los 37 años de edad.
BOLOGNESI ERA CASTILLISTA
Entre los años 1854 y 1855, en las luchas partidarias entre los caudillos por el poder político, Francisco Bolognesi se inclinó por la señera figura de don Ramón Castilla, cuando este caudillo se enfrentó a Rufino Echenique, por entonces supremo mandatario del Perú. Se inició la revolución de Castilla en Arequipa afines del año 1854 y el gran mariscal se dirigió a Lima. Sus tropas y el de Echenique se enfrentaron en la batalla de Las Palmas, el 5 de enero de 1855, siendo derrotado Echenique y Castilla asumió el gobierno como presidente provisional, iniciando su segundo período gubernamental. Era uno de los tantos golpes de Estado que se sucedían en el Perú desde su creación como República. Bolognesi supo desde aquellos días cómo eran los vaivenes del poder.
EXPERIMENTÓ UN ACTO MILITAR GENEROSO
En 1858, Bolognesi fue ascendido a la clase de coronel del ejército peruano. En 1860, cuando las tropas de Ramón Castilla llegaron por tierra y mar a Ecuador y Castilla ingresó a Guayaquil, con el objeto de dar una lección histórica al gobierno ecuatoriano que tenía pretensiones de anexar la parte norte del Perú a su país, Bolognesi se encontraba en dicha expedición victoriosa. Fue, pues, actor de días de gloria con las que se cubrió el ejército peruano, principalmente porque Castilla puso las cosas claras con el hermano país del norte y se despidió de sus ocasionales rivales sin ningún rencor, sin haberles cobrado el cupo de la victoria y, al contrario, después de haberles colmado de regalos a los militares ecuatorianos, dejándoles inclusive uniformes de campaña. Bolognesi aprendió de la generosidad de su comandante y presidente del Perú.
ARMAMENTO QUE SIRVIÓ PARA DEFENDER A LA PATRIA
Luego de esa contienda, Francisco Bolognesi fue enviado a Europa para que adquiera armamentos para las fuerzas armadas del Perú; con el encargo especial de comprar cañones para la marina y la fortificación del Callao. Esa adquisición hecha por Bolognesi fue de suma utilidad y sirvió para defender con éxito la integridad del Perú y de América en 1866, cuando una armada española pretendió reconquistar el Perú y atacó el Callao, Combate del Dos de Mayo, saliendo totalmente derrotada. Lo más loable en la adquisición de armamentos que hizo Bolognesi en Europa fue el hecho que nuestro insigne patriota pagó con su propio dinero el costo de 7 piezas de artillería y que según el notario y administrador de la Tesorería Principal de Lima, don Juan Ignacio Elguera, ascendía a la suma de 1 436,00 libras esterlinas y que el Estado peruano había reconocido y que debería pagarle con un interés del 6% anual.
MODERNIZÓ EL ARMA DE ARTILLERÍA E INTERVINO EN LA GUERRA
En 1868, por sus indiscutibles méritos, Bolognesi fue nombrado Comandante General de Artillería, cargo desde el cual hizo todos los esfuerzos para modernizar dicha arma del ejército peruano. En abril de 1879, al declararse la Guerra del Pacífico, Bolognesi es nombrado Jefe de la Tercera División del Sur y marcha con sus tropas a defender el frente Tacna-Arica, zona que fue considerada por los chilenos como terreno estratégico y en donde se definió en realidad la campaña terrestre. Los más decisivos encuentros se realizaron, en efecto en esa franja territorial, y Bolognesi cumplió papel destacado en las batallas de San Francisco y Tarapacá, habiendo sido los chilenos derrotados en esta última.
UNA DEUDA PÚBLICA QUE EL ESTADO NO HONRÓ
En el año 1870 el Estado peruano no había honrado todavía la deuda que tenía con Bolognesi por la adquisición de los 7 cañones Blackelly y que nuestro héroe había comprado con su plata en Europa para la defensa del Callao en el año 1866. Bolognesi reclamó de manera indignada ante ese incumplimiento y escribe una carta al ministro de Hacienda. En uno de sus párrafos dice que, incluso, “... ha encontrado abandonados en el parque general de Aduanas 7 cañones Blackelly de su propiedad, rayados...”.
En 1873, Bolognesi decide nombrar a Aquiles Fonayre como su representante, quien, en otra carta dirigida a las autoridades del Poder Ejecutivo y al ministerio de Hacienda, hace notar que por el tiempo transcurrido y los intereses devengados la deuda ascendía a 10 mil soles, queja que ya había sido elevada a los tribunales. Es decir, el Estado había sido querellado.
Dos años antes de la Guerra del Pacífico, en 1877, Francisco Bolognesi escribió una conmovedora carta, dirigida nuevamente al ministerio de Hacienda, donde le recuerda que aún se le adeudaba 10 020 soles, de acuerdo con los cálculos de liquidación practicados por la Dirección General de Contabilidad y Créditos de dicha cartera.
El 22 de febrero de 1877, Mauricio Félix Torres, representante del ministerio de Hacienda, reconoce que la deuda a Bolognesi ascendía en realidad a 13 674,03 soles. Cuando dos años más tarde estalló la Guerra del Pacífico, Bolognesi tuvo otro noble gesto: postergó su reclamo “para otra ocasión”.
En el año 1870 el Estado peruano no había honrado todavía la deuda que tenía con Bolognesi por la adquisición de los 7 cañones Blackelly y que nuestro héroe había comprado con su plata en Europa para la defensa del Callao en el año 1866. Bolognesi reclamó de manera indignada ante ese incumplimiento y escribe una carta al ministro de Hacienda. En uno de sus párrafos dice que, incluso, “... ha encontrado abandonados en el parque general de Aduanas 7 cañones Blackelly de su propiedad, rayados...”.
En 1873, Bolognesi decide nombrar a Aquiles Fonayre como su representante, quien, en otra carta dirigida a las autoridades del Poder Ejecutivo y al ministerio de Hacienda, hace notar que por el tiempo transcurrido y los intereses devengados la deuda ascendía a 10 mil soles, queja que ya había sido elevada a los tribunales. Es decir, el Estado había sido querellado.
Dos años antes de la Guerra del Pacífico, en 1877, Francisco Bolognesi escribió una conmovedora carta, dirigida nuevamente al ministerio de Hacienda, donde le recuerda que aún se le adeudaba 10 020 soles, de acuerdo con los cálculos de liquidación practicados por la Dirección General de Contabilidad y Créditos de dicha cartera.
El 22 de febrero de 1877, Mauricio Félix Torres, representante del ministerio de Hacienda, reconoce que la deuda a Bolognesi ascendía en realidad a 13 674,03 soles. Cuando dos años más tarde estalló la Guerra del Pacífico, Bolognesi tuvo otro noble gesto: postergó su reclamo “para otra ocasión”.
UNA INCÓMODA POSICIÓN MILITAR
Pero, la superioridad chilena era manifiesta; cosa que se hizo más notoria cuando los bolivianos se retiraron definitivamente de la guerra. Bolognesi sufrió en carne propia esa disímil situación, lo que supo sobrellevar con decoro y heroísmo. En efecto, Bolognesi, al replegarse el ejército peruano a Tacna, se quedó en Arica, al frente de una guarnición de 2 000 soldados. En el puerto de Arica quedaba el emplazamiento original de este pequeño destacamento. Allí, en el Chinchorro, había una casona que sirvió a Bolognesi como su cuartel general. A pocos metros se alzaba el Morro de Arica, colina de laderas suaves hacia el continente y de altísimo y abrupto acantilado hacia el mar.
LA HISTÓRICA RESPUESTA DE BOLOGNESI
Los chilenos tenían que pasar por dicho puerto para llegar a Tacna, que queda más al norte y con quien le une un ferrocarril, por el que muy bien Bolognesi podría haber ordenado la retirada de sus soldados. En la madrugada del 6 de junio se nota que más de ocho mil hombres del ejército chileno se apuestan frente a Arica y hacen que sus cañones apunten hacia el cuartel general y al morro. El general chileno Baquedano envía al mayor Salvo donde Bolognesi, pidiéndole rendición inmediata. El veterano coronel, con las palabras que inspira solo los momentos de gloria, le replica diciendo: “Mayor, dígale a su general, que no me rindo y que lucharé hasta quemar el último cartucho”. Pero, cuando el mayor Salvo ya se retiraba, lo llama y le dice que espere, “... que en su delante va a consultar con sus oficiales”. Era, sin duda, el sabio consejo de la experiencia y de los sentimientos nobles. El viejo soldado se había dado cuenta que sería egoísta de su parte hablar en nombre de todos, principalmente de todos...los jóvenes.
La respuesta de Bolognesi |
Eso ocurría en la tarde del 6 de junio de 1880. Desde aquellas horas, se redoblan los preparativos para defender el morro, símbolo de la patria y de la libertad. Bolognesi da órdenes sin cesar. Se colocan las pocas baterías en lugares estratégicos; se mina el morro para hacerla “volar si fuera necesario”; se distribuyen soldados, pertrechos y alimentos. La vigilia se muestra eterna, interminable; en el mañana parece que no habrá luz.
LA BATALLA DEL MORRO DE ARICA
El 7 de junio de 1880, desde horas muy tempranas, empiezan a retumbar los cañones chilenos. Los peruanos responden con furor pero los otros son demasiados. Los regimientos de infantería y caballería chilenos anuncian su marcha con densas polvaredas. Bolognesi, hecho un titán, arenga, estimula, amenaza. Está en todas partes, parece que se multiplicara. Pero, las tropas enemigas no entran en mientes y siguen avanzando. Los peruanos empiezan a replegarse y no funciona el sistema de explosión del morro. A los pocos minutos ya se lucha cuerpo a cuerpo. Un peruano tiene que enfrentar a diez chilenos y aquéllos se van haciendo cada menos, mientras éstos parecen ser cada vez: muchos más.
Bolognesi se bate heroicamente. Sable en mano, defiende al Perú, su honra y la de sus camaradas de armas. Cuando ya existen muy pocos peruanos en pie, los chilenos rodean al grandioso soldado, lo acribillan a balazos, le hieren con bayonetas, y lo matan al Titán del Morro. Alfonso Ugarte ve la escena, coge la bandera bicolor, espolea su caballo y, antes de rendirla al enemigo, se tira por el barranco a las profundidades del morro. Arica ha caído en manos de los chilenos, muy pronto lo hará el resto del Perú, pero la lección de Bolognesi lo encumbrará ante la gloria y la inmortalidad.
ASALTO SANGRIENTO Y MÁS DE MIL MUERTOS
“En aquella epopeya –dice José Santillán Arruz- las bajas peruanas fueron grandes: más de mil muertos. Los integrantes de los batallones Granaderos de Tacna y Cazadores de Piérola, comprendiendo jefes, oficiales y tropa, murieron casi en su totalidad (Chile tuvo 114 muertos y 337 heridos). Fue una batalla heroica y que pudo ser ganada de no ser por la falta de refuerzos, entre ellos los hombres del coronel Segundo Leiva, comandante del segundo Ejército del Sur del Perú. De allí la famosa frase de Bolognesi en sus telegramas a este oficial cuando le escribe “¡Apúrate, Leiva; todavía puede llegar!”.
En el Instituto de Estudios Históricos del Pacífico se conserva la página del diario perteneciente a un joven soldado. En ella, el conscripto refiere que, al tener su arma inservible, sólo esperaba la muerte de su compañero para coger el rifle y seguir peleando. “Hay muchos soldados en mi situación”, confesaba. La razón es que en Arica más del 70% de los fusiles eran los rifles Chassepot, que tenían un percutor tipo aguja. Al cabo de un par de horas de uso, el sistema se desgastaba y el arma quedaba inservible.
¿EL ESTADO PERUANO PAGÓ LA DEUDA DE 1866?
En 1884, a los 4 años de la heroica muerte de Bolognesi en el legendario Morro de Arica, su hija, doña Margarita Bolgnesi de Cáceres, en una carta dirigida a los poderes públicos recordó que el Estado tenía una deuda pendiente con su padre. El ministerio de Hacienda hizo la liquidación correspondiente y reconoció que a la heredera del héroe de Arica debía pagársele la suma de 20 239,07 soles. El Estado empezó a pagar a cuenta gotas y terminó de hacerlo recién en el año 1905.
Lima, junio de 2009
Julio R. Villanueva Sotomayor
Héroe del Perú Y patrono del Ejercito Francisco Bolognesi
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