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jueves, 28 de enero de 2016

El origen de los partidos y los políticos

Las primeras luchas partidarias por hacerse del poder en un país que nacía al final de la Guerra de Independencia. Liberales, conservadores y política en la formación del Perú.
Durante las décadas que siguieron a la Independencia, el Perú quedó en ruinas por las incesantes guerras civiles. En el caos político del siglo XIX, la división entre conservadores y liberales constituyó la brecha más visible. Agustín Gamarra, Antonio Gutiérrez de La Fuente y Felipe Santiago Salaverry estuvieron entre los líderes de los conservadores, en tanto que José La Mar y Luis José Orbegoso encabezaban a los liberales. Aunque todos ellos eran generales, ambos grupos -y de hecho cada caudillo- estuvieron a la cabeza de alianzas políticas con conexiones a lo largo de todo el país. El trazo de esta división puede remontarse en la larga Guerra de la Independencia. Los conservadores (con frecuencia llamados autoritarios, principalmente por sus enemigos) eran los seguidores de quienes se habían mostrado más reticentes al derrocamiento del colonialismo español, mientras los liberales continuaban el combate de los más ardorosos luchadores por la Independencia, y de quienes estaban a favor de una república y no de una monarquía constitucional. Los políticos más influyentes de los primeros años de la República (1820-1850) formaron parte de una generación que surgió durante la Independencia. La mayoría de los generales que gobernaron el Perú en esos años habían recibido su bautizo político y militar durante la guerra contra los españoles, y muchos de ellos se habían pasado al lado de los patriotas recién cuando los españoles estaban ya al borde de la derrota.
Los conservadores estaban a favor de un Estado fuerte y centralizado, de políticas comerciales proteccionistas y del mantenimiento de las corporaciones y el ethos coloniales. A pesar del gran número de asesores, ideólogos y oficiales extranjeros en sus filas, los conservadores eran xenófobos. Vilipendiaban a los liberales por el supuesto favoritismo de este grupo hacia los extranjeros y porque aplicaban ideologías “importadas" que tenían como resultado el caos político. Los liberales, por otro lado, buscaban un Estado menos centralizado y con fuertes restricciones al poder del presidente. Asimismo, estaban a favor de una política comercial más abierta y de una reducción drástica de los derechos otorgados a las corporaciones. Aun cuando eran menos chauvinistas y militaristas que sus contrapartes conservadores, los liberales no proponían cambios sociales radicales. Tulio Halperín señaló su “adhesión a una imagen jerarquizada de la sociedad... [que] excluye de ese primer liberalismo hispanoamericano todo motivo democrático”. Increpaban a los conservadores acusándolos de intentar defender y reconstruir las estructuras coloniales y de oponerse a la democracia. Si bien los principales líderes de los liberales tenían una activa participación en el Congreso, para la lucha contra los conservadores dependían de la conducción de jefes militares débiles y maleables como La Mar y Orbegoso. Nótese, por otro lado, que muchos de los ideólogos liberales eran curas.

¿Qué pasó después del 28 de julio de 1821? El origen de los partidos y los políticos

Las luchas políticas del siglo XIX en la América Hispana no siempre siguieron líneas claramente partidarias. Algunos políticos tendían un puente, o incluso cruzaban en uno y otro sentido entre los campos conservador y liberal. En la zona andina es particularmente notable el caso de Andrés Santa Cruz, que condujo la Confederación Perú-Boliviana entre 1836 y 1839. Dirigió un Estado conservador fuertemente centralizado, que favorecía políticas autoritarias; sin embargo implementó una política comercial liberal. De hecho, los generales Gutiérrez de la Fuente, Santa Cruz y Gamarra tuvieron opiniones y carreras políticas similares, y trabaron juntos y estrechamente a fines de la década de 1820; no obstante, a lo largo de la década de 1830 combatieron incesantemente unos contra otros. El oportunismo, así como la incertidumbre en relación a la naturaleza del Perú republicano, ayudan a explicar que las divisiones entre los principales grupos políticos con frecuencia se tomaran borrosas, y que las posiciones de los principales caudillos fueran cambiantes. Así, la división entre diferentes fracciones permaneció fluida y la flexibilidad fue una característica de las afiliaciones políticas de este inestable periodo.
El federalismo también complicó la distinción entre liberales y conservadores. Gamarra era la cabeza de los conservadores, que tenían tendencias centralistas y cuya sede estaba en Lima, aunque mantenía una fuerte coalición en Cusco, basada en el regionalismo anti-limeño. Geográficamente, los conservadores tenían su base en Lima y en la costa norte, en tanto que los liberales eran más fuertes en el sur, particularmente en Arequipa. Sin embargo, muchos individuos, grupos sociales e incluso regiones enteras no corresponden tan claramente a este patrón norte-sur. Más aún, los conservadores y los liberales no controlaban totalmente sus bases: los conservadores de Lima enfrentaban una constante oposición de los liberales de Lima -tanto de la elite y de la clase baja-, mientras el sur andino nunca fue sólidamente liberal. Es más, las guerras civiles del período no simplemente enfrentaron al sur de los Andes versus Lima y el norte; en este turbulento período las fracciones políticas cambiaban constantemente, pues la gente se afiliaba y abandonaba coaliciones y, por otro lado, las plataformas conservadoras y liberales también evolucionaban. No obstante, la oposición liberal/conservador constituyó la línea divisoria central, incluso en los períodos caóticos en los cuales varios caudillos se disputaban la presidencia.

Tomado del libro De Túpac Amaru a Gamarra
Autor Charles F. Walker

jueves, 21 de enero de 2016

Cusco en descripción del secretario personal de Francisco Pizarro

El relato de Pedro Sancho, publicado en 1873, resume el asombro y admiración que los españoles tuvieron al poner los pies en el ombligo del mundo.

Pedro Sancho Secretario
personal de Pizarro
La ciudad del Cusco por ser la principal de todas en donde residían los principales señores, es tan grande, tan bella y con tantos edificios, que sería digna de ser vista en España, y toda llena de caseríos de señores, porque en ella no vive gente pobre, y todos los señores fabricaban en ella sus casas así como todos los caciques, aunque 110 residían continuamente en ella. La mayor parte de estas casas son de piedra, y las demás tienen solo la mitad de la fachada de piedra; hay muchas casas de tierra, y están fabricadas con bello orden; las calles son muy derechas, cruzadas, todas enlozadas, y en medio de cada una corre una acequia de agua cercada de piedras; el único defecto que tienen es de ser angostas, pues que por un lado del conducto apenas puede uno ir a caballo y otro al otro. Esta ciudad está situada en lo alto de una montaña; muchas caserías están colocadas en su misma falda, y otras más abajo de lo llano: la plaza es cuadrada, y en gran parte plana y enlozada de piedras menudas; a su derredor hay cuatro casas de señores que son las más suntuosas de la ciudad, pintadas, laboreadas y de piedra; y la mejor es la del cacique Huayna capac, cuya puerta principal es de mármol blanco, rojo y de otros colores; tiene además de esto en las azoteas otros edificios dignos de ser vistos: existen en esta ciudad otros muchos alojamientos y grandezas: pasan a sus flancos dos ríos que nacen una legua lejos sobre el Cusco, hasta que llegan a la ciudad, y dos leguas más abajo, los dos están empedrados para que el agua corra limpia y clara; y para que no inunde en la creciente tienen ambos sus puentes, por los que se entra a la ciudad: sobre la colina hacia la ciudad que es redonda y muy escarpada, hay una fortaleza hermosísima de tierra y piedra con grandes ventanas que miran hacia la ciudad y que la hacen aparecer más bella: en su interior hay muchos alojamientos y una torre principal en el medio, construida a manera de cuba y de cuatro a cinco vueltas, grandes unas superiores a las otras: los alojamientos y aposentos de adentro son pequeños, las piedras con las que es construida son muy bien labradas, y unidas de tal suerte que parece no haber mezcla de cal, y las piedras son tan lizas y pulidas que parecen tablones acepillados con lija, una puesta en contraria de la otra al uso de España: tiene ese edificio tantos cuartos y torres que una persona no podría verlos todos en un solo día, y muchos españoles que lo han visto y que han estado en Lombardía, y en otros reinos extranjeros, aseguran que jamás habían visto otra como esta fortaleza, ni castillo más fuerte. Podrían caber cómodamente adentro cinco mil hombres: no se puede batir por parte alguna, ni mirarla, porque está colocada sobre una peña viva; de la parte de la ciudad que es una colina muy escabrosa, no hay más que un girón, y por la otra parte opuesta que no es tan escabrosa hay tres, uno más alto que el otro, y el último más adentro es el más alto de todos.

Cusco en descripción del secretario personal de Francisco Pizarro

La cosa más bella que puede verse en estos edificios son estos girones, porque están construidos de piedras tan grandes, que el que las vea no podrá, creer que han sido colocadas por manos de hombres, pues que son tan grandes como pedazos de montañas pedregosas y escollos, y se ven muchas de la altura de 30 palmos y otro tanto de ancho, otras de 20 y 25 y otras de 15; pero no hay una siquiera de tamaño tan pequeño que pueda ser arrastrada por tres carretas: esta no es piedra liza, pero muy bien encajada o tejida la una con !a otra: los españoles que la ven dicen que ni el puente de Segovia, ni los otros edificios que hizo Hércules, ni los Romanos son tan dignos de ser vistos como este. La ciudad de Tarragona tiene en su muralla alguna obra de esta clase y muy parecida, pero no está construida con tanta solidez, ni con piedras de un tamaño tan enorme: estos girones son volteados de manera que si les diera batería no se le podría dar en lo llano sino a través de los jirones que sobresalen afuera, los que son todos de esta misma piedra, y entre una pared y la otra se ha colocado tierra, y en tanta cantidad que pueda caminar cómodamente tres carretas de frente. Están hechos a modo de tres gradas, que el uno comienza en la altura del otro y este en la del otro. Toda esta fortaleza era depósito de armas, mazas, lanzas, arcos, hondas, hachas, rodelas, almillas, fuertemente tejidas, y otras armas diversas, y vestimentas para soldados que se reunían allí de todas partes del país que estaba sujeto a los señores del Cusco. Tenían muchos colores azules, amarillos y otros muchos para pintar telas, y mucho estaño y plomo con otros metales, y mucha plata y algo de oro, y muchas mantas y almillas para los hombres de guerra. La causa porque esta fortaleza tiene tanto artificio, es, porque cuando se fundó la ciudad, que fue edificada por un señor Orejione, que vino de la parte de Cunti-Suyu hacia el mar, grande hombre, conquistó este país hasta Vilcas, y viendo que este era el mejor sitio para hacer su residencia, fundó aquella ciudad con la fortaleza, y todos los demás señores que le han sucedido después hicieron alguna mejora en la fortaleza, por cuya razón siempre estaba creciendo y engrandeciéndose.

Desde esta fortaleza se ven voltear en la ciudad muchas casas a un cuarto de legua, media legua y una legua: y en el valle que está al medio rodeado de colinas, hay más de cien mil casas, y muchas de ellas son de campo y recreo de los señores pasados, y otras de los caciques de todo el país que residen continuamente en la ciudad: las otras son casas o almacenes llenos de ropas, lanzas, armas, metales y telas, y de todas las cosas que nacen y se hacen en el país. Hay casas donde se conservan los tributos que las gentes dan a los caciques: y hay tal casa que en ella hay más de cien mil pájaros secos, porque de las plumas de ellos que son de muchos colores, se hacen vestidos y hay para ello muchas casas. Hay rodelas, planchas de cobre para cubrir las casas, cuchillos y otras herramientas: zapatos y peines para previsión de la gente de guerra, en tanta cantidad que no se puede calcular quienes hubiesen podido dar tan gran tributo de tantas y varias cosas. Cada señor nuestro tiene allí su casa de tributo de estas ropas que se le dieron en vida, porque ningún señor que le sucede (así es la ley entre ellos) puede después de la muerto del finado, llegar a ella en la heredad. Cada uno tiene su vajilla de oro y plata, su ropa y vestido aparte, y el que le sucede no se lo quita; y los señores y caciques muertos tienen cercadas sus casas de placer con los servicios de criados y mujeres, y se les siembran sus campos de maíz, del cual se pone un poco cuando son sepultados. Adoran el Sol, y le han construido muchos templos, y de las cosas que tienen, tanto ropa como maíz y de otra cosa ofrecen una parte al Sol, de lo cual se sirven después las gentes de guerra.

Documentos literarios del Perú colectados y arreglados por el coronel de caballería de ejército, fundador de la independencia, Manuel de Odriozola (páginas 61-64). 
Publicado en Lima en 1873.
Foto: perutripsplanner.com

miércoles, 13 de enero de 2016

Batalla de San Juan: ¿Cómo relató Andrés Avelino Cáceres este episodio de la Guerra del Pacífico?

“Pero importa consignar aquí que el ejército peruano, si bien experimentó una tremenda derrota en San Juan, no fue destruido, ni tampoco ‘casi aniquilado’ (como algunos escritores lo afirman)”, escribió el héroe Andrés Avelino Cáceres en sus Memorias.

Eran las cuatro y media de la mañana y el campo hallábase cubierto de neblina, la cual favorecía el avance aproximativo de los chilenos. Y poco antes de clarear el alba presentáronse de improviso, sin haber hecho fuego, por la parte casi indefensa que se dejó entre la izquierda de Iglesias y mi derecha. Al oir que se iniciaba un violento tiroteo, comprendí que el enemigo había penetrado por ese sitio desguarnecido de nuestra línea, e inmediatamente me dirigí allí, hacia donde se encaminó también El Dictador, de esta manera inicia el entonces coronel Andrés Avelino Cáceres su relato de la Batalla de San Juan realizado un día como hoy 13 de enero pero de 1881 durante la Guerra del Pacífico.


Aquel día cerca de 30 mil soldados del ejército regular de Chile se enfrentaron a 15 mil hombres peruanos mal organizados y cubriendo una línea de fuego de 14 kilómetros como parte de la primera línea de defensa de Lima contra la invasión sureña.
Según señaló Mariano Felipe Paz Soldán, las fuerzas peruanas se encontraban dispuestas en cuatro cuerpos: el primero comandado por Miguel Iglesias, a la derecha con 5, 200 hombres; el cuarto al centro con 4, 500 bajo las órdenes de Andrés A. Cáceres; el tercero, a la izquierda, con 4,300 soldados conducidos por Justo Pastor Dávila; el segundo cuerpo de 2,500 hombres constituía la reserva y estaba a las órdenes de Belisario Suárez.
En aquél entonces gobernaba el Perú Nicolás de Piérola bajo el carácter de Dictador. ‘El Califa’ había ocupado la presidencia el 21 de diciembre de 1879 tras sacar del poder al vicepresidente Luis La Puerta (encargado de la Presidencia cuando Manuel Prado viajó a Europa a agilizar la compra de armamento para la Guerra con Chile).
Llegado que hubimos, pude confirmar mis presunciones y llamé la atención del señor Piérola diciéndole: “Vea usted, el enemigo está sobre nuestra línea”. Avanzamos en seguida hasta el pie de una colina, en cuya cima se encontraba uno de los batallones de la división Ayarza, cuando vi que los chilenos habían efectivamente penetrado por ese claro desguarnecido y nos atacaban de revés. Entonces dije al Dictador: “Los chilenos están detrás de nuestra línea y nos atacan por la espalda”. El Dictador miró atónito y sin decir palabra, dio vuelta a su caballo y partió hacia Chorrillos…”
Mientras las tropas de Ayarza combatían esforzadamente envié a uno de mis ayudantes a solicitar del coronel Suárez, que mandaba la reserva y se encontraba a retaguardia, que acudiera en nuestro apoyo y tratara de contener al enemigo que avanzaba sin mayor obstáculo por el boquete desguarnecido, Suárez me mandó decir, en respuesta, que no podía acudir a mi llamamiento por haber recibido orden del dictador de retirarse a Chorrillos. Continuaba, entre tanto, la lucha en el ala derecha y el fuego se generalizaba en toda la línea. Ya no era posible sustraer ninguno de los batallones que tomaban parte en la refriega para oponerlo al avance del enemigo.


Dejando a Ayarza que sostuviera la derecha, me encaminé hacia el centro de la línea, defendida por la división Pereira y con la cual estaba la artillería. Dispuse que ésta intensificase el fuego sobre las tropas enemigas que avanzaban por el frente, y ordené a Pereira que se sostuviera allí, haciendo que sus soldados se tendieran en tierra detrás de los montículos de arena formados en el cerro, a fin de hacer mejor puntería sobre el contendor, presentándole a la vez menos blanco.
En seguida me dirigí a la izquierda, defendida por el coronel Lorenzo Iglesias, y al llegar encontré que sus tropas habían sido abatidas completamente, por no haber ocupado las posiciones que le indiqué contrariando mis órdenes. El enemigo había rebasado la extrema izquierda del sector, formada por el batallón Ayacucho.(…)
Encaminándome nuevamente hacia la derecha, se me dio parte que la división Ayarza había sido derrotada, tras dura e intensa pugna, y muerto heroicamente su valiente jefe.
Así pues, en menos de tres horas-desde el alba hasta cerca de las nueve-nuestra línea había sido totalmente destrozada por el enemigo.
Me encontraba ya sin soldados y solamente acompañado de mis ayudantes sobre una pequeña colina, donde mi presencia carecía ya de objeto, y además, casi rodeado por tropas enemigas que, en esos momentos, ocupaban la hacienda San Juan, afluyendo por uno y otro lado, después de haber dispersado también a Dávila, que constituía el ala izquierda de nuestra extensa y débil línea de defensa.(…)
Mientras tanto el doctor Lorente pedía insistentemente por telégrafo refuerzos para el coronel Iglesias, a quien suponía, en esos momentos combatiendo, a juzgar por la crepitación de fusilería. El general Silva, hízome llamar y me propuso que fuera en auxilio de Iglesias que, según los reiterados pedidos del doctor Lorente, aún resistía en el Morro.Tomé 400 hombres de los ya reunidos en el campamento y partí en seguida.


Al pasar por Barranco, encontré al coronel Suárez con el cuerpo del ejército que mandaba. Al ver que Suárez se retiraba tan tranquilo no pude contenerme y le dije: “No me explico el motivo de su retirada, encontrándose Iglesias combatiendo, y, sobre todo, cuando pide refuerzos”. El coronel Suárez me respondió que Iglesias había sido tomado prisionero a las diez del día y que las tropas que permanecían en la cima del Morro ya se habían retirado y dispersado. “Las tropas que se ven allí-añadió-son de los chilenos y el tiroteo que se oye es de ellos mismo, que se han entregado al saqueo, rompiendo las puertas de las tiendas y de las casas”.
-“Pues bien-repúsele-yo voy a cumplir la orden del jefe de estado mayor”. Y continué mi marcha hacia Chorrillos; Suárez siguió la suya a Miraflores. Su cuerpo de ejército estaba íntegro, a excepción de un batallón que Recavarren condujo voluntariamente en socorro de Iglesias y que fue desbaratado en Chorrrillos.
Llegué a casa del señor Lafón, ciudadano francés, que me ofreció su mirador para observar el campo, y pude ver con mi anteojo que efectivamente tropas chilenas ocupaban el Morro y alturas contiguas a la población de Chorrillos. Era la una de la tarde.
No obstante, y tomando las debidas precauciones, penetré en Chorrillos. En la primera de las calles tropecé con un grupo de soldados enemigos, a los que ataqué y puse en fuga; pero momentos después fui acometido por fuerzas superiores que intentaron cortarme el paso, lo cual impidió la oportuna intervención del capitán de fragata Leandro Mariátegui, que llegó en tal circunstancia conduciendo un cañón montado en la plataforma de un carro y les hizo fuego. De este modo pude contener el empuje enemigo y continuar combatiendo; pero el adversario iba reforzándose con la aducción de nuestras tropas; y comprendiendo luego lo inútil que sería prolongar la lucha sin esperanzas de recibir ningún esfuerzo y con soldados que comenzaban ya a flaquear, a causa de las bajas sufridas, resolví interrumpir el combate y regresar a Miraflores, convencido del fracaso de nuestros esfuerzos y profundamente apenado de las desgracias del Perú…


EL DATO
Cabe resaltar que el coronel Miguel Iglesias sostuvo prolongada lucha contra los chilenos en el Morro Solar durante todo el día hasta 4:30 de la tarde en que cayó prisionero.
Las imágenes de esta nota son acuarelas de Rudolph de Lisle,militar inglés que se encontraba en el Perú durante la Defensa de Lima y de observa el desenlace de las batallas.

Fuente: Memorias de la Guerra del 79 de Andrés A. Cáceres y Narración histórica de la Guerra de Chile contra el Perú y Bolivia de Mariano Felipe Paz Soldán.

domingo, 10 de enero de 2016

El rostro andino de la fundación de Lima

El aniversario de Lima no solo debe recordar el legado español, sino también el señorío que ocupó antes este territorio. La historiadora María Rostworowski escribió al respecto:

Taulichusco curaca que dominaba Lima
De manera casi unánime los discursos y artículos periodísticos con ocasión de conmemorarse un nuevo aniversario de la fundación de Lima coincide en resaltar la participación española en dicho suceso, a la vez que silencian el aspecto andino de aquel episodio fundamental de la colonización del antiguo territorio inca […]. Tanto el curacazgo como el río que atraviesa sus tierras y fecunda sus campos se llamaban Lima o Limac. El quechua de la costa central, más suave que el del Cusco, no usaba la “r” sino la “l”. De ahí que las toponimias de los llanos centrales se pronunciaban de distinta manera, según la procedencia del hablante: serrano o yunga. Lima era un pequeño curacazgo supeditado al señorío de Ychma, que comprendía los valles bajos de las cuencas de los ríos Rímac y Lurín. Su sede principal era el centro ceremonial llamado Pachacámac por los conquistadores incas en honor del dios del mismo nombre, cuyo culto irradiaba sobre toda la región central del Tahuantinsuyo y alcanzaba también lugares lejano del ámbito andino. No solo eran apreciados los presagios emitidos por la divinidad, sino que se le veneraba como dios de los temblores.
Su ira se manifestaba en la intensidad de las sacudidas y el grado de su enojo, en la fuerza destructora de las ondas sísmicas.

Al tiempo de la llegada de los españoles a estas tierras, era curaca de Lima el viejo Taulichusco, personaje que no pertenecía al linaje de los antiguos
jefes de la región, a quienes los conquistadores cusqueños reemplazaron por personas adictas […]. Cabe explicar aquí que, según la constante dualidad andina, el curacazgo de Lima se dividía en los bandos de Anan y Lurín, cada uno de ellos con su respectivo curaca […]. Los gastos hechos en mantener a los fundadores hispanos y en la construcción de la nueva ciudad recayeron naturalmente sobre los indígenas. Esta pesada carga afectó severamente a los pobladores nativos de Lima, cuyo número no tardó en disminuir de manera alarmante. Según los datos de archivos españoles, el señorío de Lima contaba en 1535 con unos 4 mil tributarios, hombres en edad de trabajar. En 1544, menos de nueve años después, quedaban mil doscientos hombres y solamente 250 en 1557 […].


Taulichusco murió antes del asesinato de Pizarro en 1541. La sucesión se realizó sin mayores problemas, pues el nuevo jefe, Guachianiamo, había colaborado en el gobierno de su padre como corregente […]. Su gobierno tuvo corta duración […]. Fue así que se nombró para el cargo de curaca a un hijo de Taulichusco, llamado Gonzalo, de quien sabemos defendió desesperadamente los derechos y las tierras propias de su pueblo […]. Con el correr de los años y el aumento de la población europea, fue dejándose sentir en Los Reyes la falta de terrenos para construir casas y huertas. Por tal razón, en tiempos del Marqués de Cañete, se decidió mudar nuevamente a los naturales de Lima a un lugar más alejado, para así aprovechar sus tierras.
Se optó por crear el pueblo y reducción indígena de Santa María Magdalena, al que fueron a vivir no solo los naturales de Lima, sino también los de Maranga, Guatca, Amancaes y Guala […]. Después de tantas injusticias, es tiempo de que la comuna de Lima ofrezca una tardía reivindiación a don Gonzalo y, en su persona, a sus antiguos pobladores […].
María Rostworowski
El Dominical, 25 de enero de 1981.

domingo, 3 de enero de 2016

Señor de Sipán (800-835)

En el siglo XX, después del descubrimiento de las ruinas de Machu Picchu, en 1911, y de la tumba de Tutankamón, en 1922, ningún otro resto arqueológico ha conmovido el mundo científico ni ha despertado tanta curiosidad entre el público como el hallazgo de la cámara funeraria del Señor de Sipán, catalogado como el más importante de las últimas décadas.

Ubicación Geográfica
Sipán, llamado Siec en el extinto idioma mochica, se encuentra en la parte norte de la costa peruana, en el valle de Lambayeque, a 35 kilómetros al este de la ciudad de Chiclayo. Se llega a esa localidad, enclavada en la Cooperativa Pomalca, por una carretera asfaltada.

Historia del hallazgo arqueológico
Señor de Sipán
“En abril de 1987 -dice el doctor Walter Alva-, arqueólogos y estudiantes del Museo Bruning, dirigidos por el autor, iniciamos un trabajo de rescate arqueológico en una antigua plataforma de adobe emplazada delante de dos grandes construcciones piramidales, de más de 30 m de altura que emergen entre los campos de caña de azúcar, cerca del pueblo de Sipán, en el valle de Lambayeque. Estos monumentos que pertenecen a la Cultura Mochica, debieron constituir en su época un importante santuario religioso que venía siendo depredado. Nuestra intervención, después de detener el saqueo, inició la excavación científica en la plataforma que condujo, unas semanas más tarde, a uno de los descubrimientos más fascinantes e importantes de la arqueología americana: la cámara funeraria intacta de un señor moche. Por primera vez un gobernante del antiguo Perú mostraba su esplendorosa magnificencia e invalorable información sobre la organización social, religión, tecnología y sistema de vida de la época".
Las tareas de excavación duraron diez meses. Las primeras semanas fueron de arduo trabajo físico para retirar miles de toneladas de tierra, antes de llegar al primer compartimento preínca. Las siguientes semanas fueron de una diaria familiaridad con la sorpresa porque las espátulas y las escobillas, manejadas por diestras manos, acercaban a los arqueólogos al mundo del pasado. Una excitación científica colectiva se apoderó de la expedición los últimos días de la excavación cuando arribaron a la "cámara real", aquella donde estaba enterrado el más poderoso de los señores de Lambayeque. Al descubrirlo, sintieron una sublime exultación.

Tumba del Señor de Sipán
Los tesoros guardados por las pirámides
Las dos pirámides de barro emergen en Sipán a manera de desérticas colinas, mientras sus bases besan las verdes llanuras, sembradas de caña de azúcar. Hace casi dos mil años, el paisaje de ese sector del valle de Lambayeque era una mezcla de barro y cultivos. La diferencia con el de ahora es que el hombre mochica había hecho que el barro se convirtiera en fastuosas edificaciones, donde vivían y morían los miembros de la más alta estirpe de los "señoríos mochicas". Éstos eran dueños y rectores de todo lo que pasaba en sus extensas zonas agrícolas que, así como hoy, mirados desde sus palacios, se pierden en lontananza. Dichos "señores" dejaron sus huellas y no permitieron sino hasta el año 1987 que la humanidad se entere cómo vivieron.

Sonajera de oro con la presenci de un dios alado
Estatuilla de oro que parece representar a un vasallo inclinándose ante su señor.
El recinto central y la cámara real
La excavación en el nivel central posibilitó el hallazgo de un recinto de 1,30 por 2,80 m donde había: 1150 piezas de cerámica con restos de alimentos, cuatro coronas de cobre, huesos de llamas y el esqueleto de un hombre. Al este de la pirámide se halló un relleno cuadrangular, delimitado por adobes cortados. Al ser excavado en uno de sus lados, apareció el esqueleto de un joven guardián, portando un escudo de cobre sobre el antebrazo. Sus pies estaban amputados, para que tenga "la obligación de permanecer para siempre en su puesto". Era el singular indicio de que se hallaría una tumba intacta. En efecto, la tumba era un recinto de 5 m por lado, techado con 17 vigas paralelas que soportaban antaño los sedimentos exteriores. Para proteger un ataúd de madera se habían colocado ocho ribetes metálicos, que delimitan un espacio de 2,20m por 1,25m. "Bajo la tensa atmósfera -dice el Dr. Alva- que reinaba en el ambiente, quedamos todos estupefactos cuando apareció el perfecto y enérgico rostro en miniatura de un hombrecito de oro. El arqueólogo Luis Chero, mi asistente inmediato, convino conmigo para llamar al personaje que veíamos resucitando de su largo reposo: Señor de Sipán". Los objetos que se contaron y seleccionaron fueron los siguientes:
- Dos pares de orejeras de oro y turquesa, a ambos lados del cráneo.
-Tres lanzas agudas y discos de cobre en la parte central del esqueleto, donde se halló también un lingote de oro sólido.
- Sandalias de cobre que cubrían los pies del señor.
- El fardo funerario había sido cubierto con mantos de algodón y recamado con finas placas de cobre dorado. A su alrededor se hallaban muchas conchas de spondylus procedentes del golfo de Guayaquil.
- Sobre los huesos de la cara, se encontró dos ojos, una nariz, un protector del mentón, narigueras y otros adornos del cráneo, todos ellos hechos de oro y piedras semipreciosas.
- Once pectorales estaban hechos de cuentas cilíndricas de concha roja, blanca y anaranjada, los que cubrían el pecho, las piernas y el torso del esqueleto.
- Habían cientos de cuentas de turquesa en los brazaletes del señor.
- Estaban puestos sobre el pecho 20 frutos metálicos de maní, de los cuales 10 eran de oro y 10 de plata. Los primeros estaban a su lado derecho.
- Un lingote de oro en la mano derecha del esqueleto y otro de cobre en la izquierda. La derecha sujetaba también un cetro de oro, con un alto relieve donde se ve el degollamiento de un guerrero enemigo. Su mano izquierda sostenía un cetro de similar configuración, pero fabricado de cobre.
- Dieciséis discos convexos de oro descansaban directamente sobre el pecho.
- A la altura de la garganta, se hallaba un collar con 71 esferas de oro en degradé. Más abajo, sobre el vientre, había un cuchillo de oro a la derecha y uno de cobre a la izquierda.
- Los huesos del señor estaban astillados o desintegrados. Los arqueólogos procedieron a armarlos y endurecerlos con capas de resina acrílica.
- Debajo del esqueleto apareció una gran diadema semilunar de oro. Es:"... una hoja de 62 cm de
ancho y 42 cm de altura que sólo aparecía en la iconografía mochica, relacionada a los personajes de la más alta investidura, que acaparan honores y ofrendas".
- Debajo del camastro había dos sonajas semicirculares de oro, con la mitológica figura de "El Degollador".
- Se encontró también una de las joyas más espectaculares: un protector coxal de oro de 45 cm de alto y 790 gramos de peso.
- Otro protector similar era de cobre.
- Este rico señor de 35 años de edad no había sido enterrado solo. Lo acompañaban dos mujeres jóvenes de apenas 20 años, sus esposas o favoritas y que, probablemente, fueron enterradas vivas. Además había dos esqueletos de varones, uno de los cuales era el de un guerrero y tenía entre sus piernas el esqueleto de un perro. Más alejados, se encontraban los restos de una mujer, de un niño de diez años y dos llamas.
- En cinco hornacinas que había en tres de los lados de la cámara real, se hallaron 212 vasijas de cerámica con restos de alimentos: "la comida para la vida futura".

Cetro de Poder del Señor de Sipán
Collar de oro con figurillas de maníes encadenados con piedras preciosas
Mascarilla de oro. Representa a un hombre con colmillos de jaguar
Mascarilla de oro con incrustaciones de plata y lapislázuli en los ojos
Nuevos hallazgos: tumba del sacerdote
La tumba de un sacerdote mochica fue la segunda cámara funeraria en ser encontrada. Se trataba de un personaje de menor linaje, el que había sido enterrado en la compañía de un guardián, de cuatro personas más y de un perro. El doctor Alva dice sobre dicho hallazgo que: "... tal parece que estamos rescatando los integrantes de la élite que podrían constituir una llave para conocer esta compleja sociedad".

El viejo Señor de Sipán
En el lado sur de la pirámide se ha excavado otra tumba intacta, a 6 m. de profundidad, ligeramente más pequeña que la anterior. Se encontró un esqueleto, 54 objetos de oro y otros ornamentos de cobre y piedras semipreciosas. Entre los objetos de oro, sobresalen un collar con la representación de 10 arañas de oro, otro con 10 felinos, 10 sonajeras o "chalchalcas" y varias narigueras. Fue sepultado junto a una mujer joven y a una llama. Debió antecederle, en dos o tres generaciones, al Señor de Sipán.

Significado etnohistórico del Señor de Sipán
Los restos del Señor de Sipán nos han trasladado a 1700 años atrás, aproximadamente. El valor de sus joyas y otros artefactos encontrados en su tumba es incalculable. Pero, mucho más rico es haberlo hallado en su primigenia tumba, porque ello permitirá desentrañar el modo de vida de los mochicas, una de las grandes culturas preincaicas. Por su importancia actual, el Señor de Sipán ya ha sido trasladado a varios sitios del mundo. Estuvo en Alemania para su restauración y en Estados Unidos, estuvo de museo en museo para ser observado, estudiado y admirado. Para que dichas visitas tengan la solemnidad del caso, es acompañado por una condecoración impuesta por el gobierno peruano, lo que significa un reconocimiento actual a uno de los grandes pobladores del pasado.  Los restos del Señor de Sipán descansan en el recién inaugurado (2002) Museo Tumbas Reales de Sipán de Lambayeque, donde se ha hecho una réplica de su tumba original. 

Orejeras de oro y turquesas con representación del guerrero mochica
Plato hondo adornado con estatuas que representan a pescadores
El fiel compañero de la nobleza preínca
En las antiguas tumbas andinas, los arqueólogos han encontrado las momias de los nobles siempre acompañadas de todo aquello que les podía “servir en el más allá”. Por supuesto, el noble era enterrado con más cosas cuanto más rico había sido en la tierra. Por ejemplo, los reyes, como el Señor de Sipán, fueron enterrados con sus mujeres, guerreros,cola larga”, de color blanco o negro con manchas marrones. Se le puede comparar con el actual “perro chusco”. Tenía un promedio de vida de doce años. Era de colmillos grandes, básicamente carnívoro y se alimentaba de los restos de los animales que se cazaban. Justamente, por su carácter agresivo, fue utilizado para la caza, principalmente de venados.Había sido adiestrado para acorralarlos. Luego, sus amos se encargaban de matar la presa con flechas y cuchillos.
El perro vivió junto al hombre andino desde los primeros asentamientos humanos. Durante el Precerámico el perro fue domesticado por los primeros cazadores del animales, joyas, ceramios, textiles, etc. Menos cosas se han hallado en las tumbas de los nobles de jerarquía inferior. Pero, el esqueleto del perro siempre ha sido un distintivo común. El tipo de perro que principalmente Ande y se desplazaba junto a sus amos en búsqueda de presas. Al período Poémape pertenecen los esqueletos de perros hallados en las tumbas de la nobleza de la cultura Cupisnique. Las huellas de perros en barro fresco encontradas en las excavaciones de las tumbas en el valle de Saña pertenecen al período Purulen. Las primeras representaciones del perro en esculturas pertenecen a la cultura Moche, donde ya se había constituido como “guardián y compañero de nobles y sacerdotes”. Pero, en épocas posteriores, este “perro de cola larga” fue reemplazado por el “perro sin pelo” o “perro chino”. Sus funciones cambiaron y se le utilizó más en el hogar que en la cacería criaron los nobles de la época preincaica es el llamado “perro de cacería.

“Perro de cola larga”, tipo de perro más común en el antiguo mundo Andino
Los perros de Sipán fueron de origen andino
“Las personas se equivocan al afirmar que el perro del Señor de Sipán no tuvo pelo. El famoso perro sin pelo nunca fue utilizado para la cacería porque careció de casi todos los molares y premolares. Ello lo convertía en un animal casero, comenta Ermano Maneiro, juez internacional de perros de raza de la Federación Cinológica Internacional. Maneiro comprobó esto cuando en Poémape un grupo de arqueólogos encontró el esqueleto de un perro, cuya forma le llevó de seis a siete meses identificarla. Al final, se descubrió que sí tenía pelo. Es muy difícil decir cuál de ellos, “el que se encontró junto a la tumba del Señor de Sipán o el llamado sin pelo”, es el más antiguo, pero los dos existieron en la época preínca. Sobre el origen de esta raza hay varias teorías. Una de ellas afirma que apareció junto con la migración de personas que viajaron con sus perros de Asia a América a través del estrecho de Bering. Lo que sí se puede afirmar es que aparece en ceramios de distintas culturas preíncas como Vicús, Mochica, Chimú y sobre todo Chancay con influencia Tiahuanaco” (Lucero Yrigoyen M.Q.).

 JULIO VILLANUEVA SOTOMAYOR  
"Biografías -Señor de Sipán"