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viernes, 9 de diciembre de 2016

-Batalla de Ayacucho-

El 9 de diciembre de 1824 las tropas dirigidas por el general Antonio José de Sucre derrotaron al ejército realista en la batalla de Ayacucho. Para los historiadores fue la batalla decisiva de la liberación latinoamericana. Después de Ayacucho hubo algunas pequeñas refriegas y en una de ellas -el combate de Tumusla en territorio de Bolivia- fue muerto el general realista Pedro Antonio Olañeta, el jefe del último foco de resistencia monárquica. Olañeta fue ejecutado por uno de sus oficiales porque, precisamente, después de Ayacucho, los soldados y oficiales realistas empezaron a desertar de una causa que había perdido objetivos y destino. Ayacucho entonces fue la batalla que puso punto final a la resistencia de los ejércitos realistas a los procesos de liberación iniciados en 1810 en diferentes puntos del dominio hispanoamericano.
A esta batalla ambos ejércitos llegaron en el límite de sus fuerzas. Los criollos habían sufrido derrotas y rebeliones internas que prefiguraban nuevas borrascas hacia el futuro; los realistas, por su parte, proyectaron en estas tierras las disensiones políticas de la península y el testimonio de esas discordias se expresaba en los recientes enfrentamientos armados entre las tropas liberales del virrey José de la Serna y las dirigidas por general absolutista Pedro Antonio Olañeta.

Capitulación de Ayacucho
La batalla de Ayacucho se inició alrededor de las once de la mañana y antes de las dos de la tarde los realistas estaban derrotados y su jefe máximo detenido y gravemente herido. La batalla no tuvo un resultado prefigurado de antemano. Los ejércitos estaban dirigidos por generales lúcidos y valientes, aunque es probable que los realistas, como consecuencia de sus recientes guerras internas, hayan asistido al combate algo más debilitados.
Conviene recordar, al respecto, que así como en 1820 la causa americana se favorece gracias a la rebelión de signo liberal que en España protagoniza el general Rafael de Riego, en 1824 el escenario internacional vuelve a complicarse cuando Fernando VII derrota y ejecuta a Riego gracias al apoyo e intervención de los ejércitos de la Santa Alianza. Como en 1814, este rey canalla y miserable que fue Fernando VII, instala la monarquía absoluta, deroga la constitución liberal de Cádiz y pasa por las armas a todos los disidentes liberales. Este combate entre liberales y absolutistas es el que se libra en Perú y el Alto Perú entre las tropas españolas, conflicto al que debemos estar agradecidos porque la victoria criolla pudo darse gracias a esta fractura.
El héroe de Ayacucho fue el general Sucre. Para los entendidos en estrategia militar, se estima que el plan de batalla elaborado por este bravo militar fue una obra de arte, un armonioso y sincronizado despliegue de las alas derecha e izquierda y una ofensiva en el centro que despedazó a las tropas españolas. Sucre aún no había cumplido los treinta años. Entre sus antecedentes se registraba la victoria de Pichincha, su participación en innumerables combates en Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú y su adhesión leal al liderazgo de Simón Bolívar. Después de Ayacucho, Sucre fue el forjador de Bolivia y uno de los jefes militares que con más entusiasmo defendió un proyecto político de largo alcance territorial. Ninguno de estos méritos impidió que el 4 de junio de 1830 fuera asesinado en una emboscada tendida por sus enemigos en el marco de las feroces guerras civiles desencadenadas luego de la derrota de los realistas.
La batalla de Ayacucho concluyó con un acuerdo firmado en el mismo campo de batalla por los jefes españoles y el general Sucre y su estado mayor. Allí los realistas dieron por concluida la guerra, por su parte Perú se comprometía a pagar los servicios prestados por los otros países en la gesta liberadora y los vencedores se hacían cargo de respetar la integridad física y moral de los soldados y oficiales derrotados.
Años después, algunos historiadores han dicho que la batalla de Ayacucho estuvo precedida de un acuerdo de la masonería consistente en fingir un enfrentamiento armado con un resultado acordado de antemano. Se suponía que los liberales españoles liderados por José de la Serna tenían más puntos en común con los patriotas que con sus paisanos absolutistas seguidores de Fernando VII y simpatizantes de las ejecuciones que el rey perpetraba en España. Esta hipótesis no está comprobada, pero circula en ciertos ambientes como si fuera moneda legal.
Quienes la han refutado con entusiasmo han sido los propios oficiales españoles cuando regresaron a Europa y se les reprochó esta falta. No era para menos. En Ayacucho murieron alrededor de dos mil soldados, muchos americanos, pero también españoles, por lo que se hace poco creíble que se haya montado un simulacro de batalla con semejantes costos humanos.
Batalla de Ayacucho- Pampa de la Quinua
Mucho más interesante y macabro fue la suerte corrida por los oficiales americanos que participaron en Ayacucho. Sucre -decíamos- fue asesinado en una emboscada y su cuerpo quedó a merced de las alimañas durante días. Hasta el día de hoy no se sabe con exactitud la causa y los autores reales de su muerte. El héroe de Ayacucho, el general José María Córdova, el hombre cuyas inspiradas decisiones en el campo de batalla garantizaron la victoria, fue asesinado en 1829 en las cercanías de Bogotá por un oficial inglés. El general Agustín Gamarra, jefe del estado mayor, fue otro de los militares consumidos en la hoguera de las guerras civiles y las intrigas políticas. Gamarra pereció en combate en territorio boliviano en 1841, después de intentar una vez más anexar Bolivia al Perú.
El general Simón Bolívar murió en 1830, solo, deprimido y agobiado por las enfermedades y las culpas. Una de sus ultimas reflexiones al respecto fue “He sido víctima de mis perseguidores que me han conducido a las puertas del sepulcro”. Por último, el general José Francisco de San Martín para 1824 ya hacía unos cuantos meses que estaba en Europa, exilio que se prolongará durante más de veinticinco años, es decir, hasta su muerte.
Capítulo aparte merece el general inglés Guillermo Miller, soldado de cientos de combates en Europa y América, en 1817 se suma al Ejército de los Andes dirigido por San Martín y, luego de su desempeño heroico en Cancha Rayada, es designado edecán del general. A partir de allí se inicia entre ambos una amistad perdurable que se expresará luego a través de la correspondencia y quedará registrada en el libro de Memorias que años después escribirá Miller en Inglaterra. Miller no muere joven, ni en el campo de batalla. Tampoco es ejecutado. Pero de alguna manera es también una víctima de las guerras civiles. Cuando regresa a América, luego de una estancia en el Viejo Mundo, concluye enredado en ese infierno de intrigas que eran Bolivia y Perú y, como consecuencia de ello, es degradado y su nombre desaparece de todos los archivos oficiales.
Miller murió en 1861 pobre y olvidado. Presintiendo la hora de la muerte exigió morir en un barco británico. Cuando luego le hicieron la autopsia, descubrieron que en su cuerpo había dos balas “ganadas” en algunas de las innumerables batallas que lo tuvieron como protagonista en un tiempo en que los militares encabezaban las cargas de caballería y los combates cuerpo a cuerpo. Como Napoleón, el general Miller se jactaba del número de caballos que sintió morir bajo sus piernas mientras cabalgaba en el campo de batalla.
El ejército de Sucre en Ayacucho estuvo integrado por soldados y oficiales de diversos lugares de América y Europa. Algo parecido podría decirse de las tropas de José de la Serna. En el caso de los criollos, habría que destacar la participación de nuestros granaderos a caballo, cuyo arrojo en el combate ya había sido ponderado por Bolívar y Sucre en Junín. Los “granaderos a caballo” se alinearon bajo las órdenes del general francés Alejo Bruix, pero en términos prácticos quien los dirigió fue el oficial José Félix Bogado, el mismo que luego de Ayacucho regresará un año y medio más tarde a Buenos Aires al frente de alrededor de cien granaderos, algunos de los cuales habían combatido desde el bautismo de fuego de San Lorenzo hasta Ayacucho, sin faltar a ninguna cita donde estuviera en juego el destino de la causa emancipadora.
Los granaderos arribaron a Buenos Aires en febrero de 1826, pero allí no los esperaba nadie y nadie estaba dispuesto a rendirles homenajes u honores a quienes llegaban después de haber combatido durante trece años y participado en más de cien combates defendiendo la causa de la emancipación americana como se los había enseñado San Martín. Pero esa ya es otra historia.

FUENTE: Ellitoral.com

viernes, 2 de diciembre de 2016

La Constitución de Huancayo de 1839: «un parto monstruoso»

Nacida en medio de las conmociones intestinas que habían desgarrado la patria; formada por hombres sin ideas ni principios, en su mayor parte; dirigida por un soldado [Agustín Gamarra], a quien un triunfo había sometido todos los hombres y todas las cosas, cuya ciencia administrativa se reducía tan solo a la intriga y a los sórdidos manejos de las conspiraciones y que, colocado de nuevo, por la fortuna en el primer puesto de la nación, deseaba dotarla de instituciones que redundasen en provecho exclusivo de sí mismo y de sus allegados; ¿qué podía resultar sino un parto monstruoso en que se sacrificaban la justicia y los intereses de la generalidad, para que sirviesen de pedestal a la dominación de una oligarquía exclusivista, despótica y privilegiada?

Agustín Gamarra: Caudillo militar
La obra pareció, sin embargo, perfecta a sus autores, y, enamorados de ella, la rodearon de mil trabas que se opusieron a la reforma, no solo de toda entera, sino de las más insignificantes de sus disposiciones; como si hubiesen querido amoldar el país entero a una medida informe y extravagante, o como si los pueblos fueran para las instituciones y no las instituciones para los pueblos. Licurgo mismo, que inventó un código extraño y sorprendente, tuvo en cuenta el carácter de sus conciudadanos, para someterlos a un yugo de fierro e imponerles una existencia cuasi monástica. Su legislación duró algún tiempo; pero al fin pereció, a pesar del juramento solemne que Esparta hizo para conservarla, al embate de las transformaciones operadas en las costumbres y en los hábitos del pueblo.
Nuestros legisladores del año 39 se creyeron más sabios y más poderosos que todos los legisladores del mundo; mucho más que el mismo Dios que dio el código de leyes que debía regir al pueblo de Israel. La legislación hebraica presenta, en efecto, una circunstancia admirable. Fue dada una sola vez y no se la sometió jamás a modificación alguna; pero desde su principio, contuvo las bases fundamentales de los diferentes sistemas de gobierno que se habían de suceder en la nación judía.
Para los candorosos autores de la Carta de Huancayo, nada más perfecto ni más completo que su obra, y, si debiera precederse según las fórmulas por ellos establecidas, su reforma sería imposible. Prueba de ello son las vanas recomendaciones del mismo poder ejecutivo y las infructuosas tentativas de algunos miembros de las cámaras. Felizmente el país entero se ha pronunciado por la reforma; la prensa periódica ha secundado esa impulsión con fecundas y luminosas producciones y, por nuestra parte, queremos también contribuir en algo a tan magna empresa.

Escrito por el insigne jurista Toribio Pacheco y Rivero (1828-1868) en Cuestiones Constitucionales.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

La Revolución Velasquista de octubre

Las huellas profundas que han dejado en la sociedad las reformas emprendidas hace más de cuatro décadas por el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado son analizadas por el historiador Nelson Manrique en una entrevista del periodista Edmundo Cruz publicada en el diario La República en 2009, cuando se cumplieron 41 años del golpe que sacó del gobierno a Fernando Belaúnde.


¿Un retroceso o una revolución? ¿Qué fue el gobierno militar de Velasco Alvarado?
Fue el proceso de cambios más importante de la República. De 1821 a 1865 habíamos tenido solo presidentes militares y a lo largo del siglo XX unos pocos civiles. Vivíamos en una sociedad oligárquica. El poder lo detentaba una oligarquía asentada en la tierra. Las finanzas iban asociadas a terratenientes y gamonales del interior. En América Latina se aceptaba que cualquier cambio profundo en un país de la región pasaba por una revolución antioligárquica. 

¿Esa revolución llegó tarde a Perú?
Definitivamente. Grupos revolucionarios populistas la llevaron a cabo en Argentina, Getulio Vargas en Brasil, Lázaro Cárdenas en México, el MNR en Bolivia, Aguirre Cerda en Chile. En el Perú esas fuerzas fueron tempranamente derrotadas. El Partido Socialista con la muerte de Mariátegui y la corriente ultraizquierdista del Partido Comunista que lo aisló y lo marginó. El Apra fue batida en la guerra civil del 32-33 y en la clandestinidad del 30 al 56. Campeaba el militarismo cerrado a la crítica, a la disidencia, al pensamiento libre y la transformación. 

¿Cómo así ese vacío lo intentó cubrir una dictadura militar?
El gobierno de Velasco fue una dictadura militar atípica. Se preparó en los años 40 y 50. En 1940 éramos un país eminentemente serrano e indígena. El 67 por ciento de los 7 millones de peruanos vivíamos en la sierra. En ese momento se produjo una ruptura en la relación hombre-tierra. Quiero decir que la tierra agrícola existente ya no era suficiente, no alcanzaba. 

Habla de ruptura, ¿por qué?
Porque la falta de tierras tuvo dos grandes impactos. Millones de personas abandonaron el campo, la tierra, y emigraron a las ciudades, a la costa, invadieron terrenos y formaron barriadas. Mientras, los que se quedaron en el campo desataron el más grande movimiento de toma de tierras entre el 56 y el 64, algo que no se veía desde los tiempos de Túpac Amaru. La reforma agraria de Velasco culminó ese proceso, pero ya las movilizaciones anteriores habían herido de muerte al latifundio. Los militares pedían cambios. 

Recuerdo que había consenso sobre la necesidad de los cambios.
Sí, fue extraordinario, con excepción de la oligarquía todo el mundo los pedía. En 1958, vino la Misión Lebret (del dominico francés Joseph Lebret) y planteó la necesidad de una reforma del agro y del Estado, y de cambios estructurales profundos. La Democracia Cristiana fundada en 1956 bajo el padrinazgo de Bustamante y Rivero demandó lo mismo. Haya de la Torre se alió con Manuel Prado y poco más tarde con Manuel Odría. El espacio del centro dejado por el Apra al correrse a la derecha y aliarse con la oligarquía fue cubierto por los nuevos partidos de clase media todos los cuales exigían cambios: Acción Popular, Democracia Cristiana, Movimiento Social Progresista. Hasta los militares, con el CAEM (Centro de Altos Estudios Militares) como laboratorio de gestión gubernamental, concluyeron que la seguridad nacional e internacional tenía como prerrequisito la integración y esta era imposible sin desarrollo. 

En 1962, el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas cuestionó la permanencia de la IPC (Internacional Petroleum Company) en La Brea y Pariñas. 
No solo eso. Hicieron la reforma agraria en el valle de La Convención y Lares y crearon el Instituto Nacional de Planificación. Pasó desapercibido, pero es claro que apuntaban no a un golpe de estado clásico, sino a un gobierno institucional de la Fuerza Armada que llevara a cabo reformas estructurales. 

Responsabilidad del Apra 
¿Por qué los partidos fueron incapaces de hacer esas reformas democráticas?
En eso el Apra tiene una responsabilidad grande. Julio Cotler menciona la pregunta que le hizo a Haya de la Torre: ¿Por qué usted se alió con la oligarquía en lugar de hacer la revolución? Haya le respondió: Porque tuve un error de apreciación, pensé que la oligarquía era más fuerte. Asumiendo que era muy fuerte creyó que había que ser aceptable con ella. Increíble, en 1963, el Apra llevó en sus listas a los candidatos del Movimiento Democrático Peruano, el partido del banquero Manuel Prado, y en el Parlamento se alió con la Unión Nacional Odriísta. Es conocido también el encuentro de Haya de la Torre con Juan Gonzalo Rose en un coctel. Rose había sido aprista y fue perseguido. Haya lo reconoció y le dijo: “Usted fue aprista”. Rose le contestó: “Usted también”. 

Tampoco los partidos de izquierda cumplieron su papel…
Es que eran partidos muy pequeños. El Partido Comunista estaba desprestigiado por su alianza con la oligarquía financiera (régimen de Manuel Prado) y su actitud contemplativa con el dictador Manuel Odría. El Movimiento Social Progresista contaba con excelentes intelectuales como los hermanos Salazar Bondy y profesionales promotores del Instituto de Estudios Peruanos, pero no tenía arraigo. Las organizaciones partidarias de la revolución armada, el MIR y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), montaron guerrillas pero fueron aplastadas rápidamente en 1965. 

Se dice que esas experiencias dejaron huella en la oficialidad.
Cierto. Poco después Velasco Alvarado reconoció en un discurso que cuando salieron a reprimir a las guerrillas aplastaron a los guerrilleros pero se dieron cuenta de que estos tenían razón en términos de que la situación del país era insostenible y que los cambios eran necesarios. También en una entrevista concedida a César Hildebrandt, Velasco respondió que en el Perú era necesario hacer una revolución desde arriba para que no estallara la revolución desde abajo. 

Sendero y la reforma agraria 

Pero estalló Sendero Luminoso en 1980. ¿Qué hubiera pasado si Velasco no hubiera emprendido la reforma agraria?
Con todas sus imperfecciones y defectos, el hecho de que en 1969 Velasco emprendiera una reforma agraria radical, le quitó base social a Sendero Luminoso. Creo que Sendero habría sido prácticamente incontrolable si no se hubiese hecho esa reforma agraria. Esa reforma agraria fue un elemento fundamental para que Sendero Luminoso no avanzara más allá de donde llegó. ¿Qué hace Sendero? ¿Intenta proseguir la reforma agraria incompleta bloqueada por la burocracia estatal? No. Sendero no quiere hacer una reforma agraria campesina democrática. Sendero más bien quiere convertirla en una guerra popular. 

A la luz del tiempo, ¿cómo analiza la nacionalización y estatización de los recursos estratégicos?
Hay que poner esas medidas en el contexto de su época. Vistas con los ojos de hoy fue un tremendo error la estatización de todo, pero vale recordar que esa era la receta promovida en América Latina no solo por los partidos de izquierda, sino por la CEPAL (Comisión Económica para América Latina, organismo regional de la ONU). La industrialización, las nacionalizaciones, la estatizaciones de los recursos estratégicos, la acumulación desde el Estado, esa era la receta clásica. Fue un error, pero fue un error que corresponde a su época. 

El fantasma actual del racismo 

La reforma de la empresa mediante la creación de las comunidades laborales fue una reforma singular del velasquismo.
Cierto, las comunidades industrial, minera, pesquera, fueron una novedad, un intento de conciliación de clases, la ilusión de dar participación a los trabajadores en la gestión y en las utilidades. Carlos Delgado decía: cuando los trabajadores lleguen al 50 por ciento del capital el capitalismo habrá desaparecido porque la empresa ya no es de los capitalistas sino de los trabajadores. No es así y el fracaso de esto tiene que ver no solo con razones económicas sino étnicas. 

¿Cómo étnicas?
Carmen Rosa Balbi, en una excelente investigación, entrevistó a muchos empresarios y encontró que se negaban a sentarse a discutir con los trabajadores no tanto por las reivindicaciones económicas sino porque suponía el trato con los cholos. No podían tratarlos en condiciones de igualdad. Para ellos era intolerable que esta gente estuviera en los directorios de las empresas. Creo que por esto Velasco se convirtió en la bestia negra de la burguesía.

¿No eran reformas que afectaban el capital?
Velasco trató de crear un capitalismo nacional, los Romero, Raffo, Brescia, prosperaron y se desarrollaron. Drasinower, Moraveco eran engreídos de la junta militar de gobierno. Velasco no era antiburgués, pero, como dirían nuestras abuelitas, con Velasco la gente se olvidó cuál era su lugar. Se alzaron los cholos. 

Fuente: https://agencias.lamula.pe/2014/10/03/hace-41-anos-se-alzaron-los-cholos/agencias/?platform=hootsuite

domingo, 9 de octubre de 2016

-"NO TERMINÉ LA OBRA DE LA REVOLUCIÓN"-

Una entrevista del periodista César Hildebrandt a Juan Velasco Alvarado, publicada en la revista Caretas el 3 de febrero de 1977.

General, ahora tal vez tenga usted tiempo para hacer reflexiones que antes no pudo hacer, ¿ha reflexionado sobre el verdadero objetivo de su gobierno?
Sí, lo he hecho.

¿Cómo calificaría ahora ese objetivo?
Hacer del Perú un país independiente y cambiar las estructuras para que el Perú se desarrollara con independencia, con soberanía. No un país vendido, de rodillas. ¿Cómo era aquí? ¡Aquí mandaba el embajador americano! Cuando yo era presidente, el embajador tenía que pedir audiencia y yo lo manejaba a seis pasos. Yo los fregué. Yo boté a la misión militar americana.
Aquí había 50 ó 60 jefes americanos y el gobierno peruano tenía que pagarles sus sueldos, el pasaje hasta para el gatito que traía la familia. Y formaban parte de la información para la CIA.
Nosotros no lo necesitábamos, ya habíamos crecido bastante como para no tener que consultarle todo. Aquí nuestras escuelas de guerra son muy buenas. Nosotros les podemos dar vacantes, más bien.


Mucha gente considera que usted está lleno de rencor, ¿qué piensa de eso?
¿Rencor?, ¿contra quién? ¡Contra nadie! Yo no di ningún golpe. Yo llevé una revolución. Fue una revolución bien planteada. Porque nosotros entramos de frente a actuar, a operar con velocidad. Nosotros hemos hecho cuántas cosas a una velocidad espantosa. Yo sabía que en cualquier momento me botaban. Porque aquí en el Perú, fatalmente, la oligarquía nunca muere.

¿Usted qué cree?
Bueno, al menos durante mi gobierno a la oligarquía le hemos dado forma tal que la hemos deshecho. Muchos han dicho que una de las cosas que hizo la revolución fue terminar con la oligarquía. Bueno, yo creo que no hemos terminado con la oligarquía. Han quedado restos. Y estos restos, están creciendo otra vez. Yo tengo mi conciencia tranquila, excepto por una cosa. Porque no terminé la obra de la revolución. No hicimos lo de la salud y lo de la vivienda. Y no lo hicimos porque me sacaron.

Y ¿por qué cree que lo sacaron? La ambición política, la ambición del poder... Algunos sectores le reprocharon siempre el que usted fuera amigo de los comunistas, el que fuera blando con ellos.
No sólo eso, me han dicho que oficialicé el comunismo. Y eso es una brutalidad. Eso lo dice mi amigo Frías. Eso lo he leído en "X". ¿Por dónde voy a salir comunista? Yo he sido militar toda mi vida. Había algunos medio rojos en el gobierno, que eran pasables. Ustedes me hubieran acusado de macartista si yo hubiera perseguido a los comunistas. Yo más bien he dicho que los comunistas se infiltraron. Hubo infiltración. Y sin embargo, el guerrillero, este muchacho guerrillero, ¿cómo se llama? ¿Béjar? Béjar. Bueno, Béjar dice en su libro "La revolución en la trampa", que no hubo infiltración comunista. ¡Cómo que no hubo infiltración comunista! Hubo infiltración comunista en todas partes, viejo. Y en SINAMOS, donde trabajaba Béjar, hubo más infiltración que en ninguna otra parte.

¿Y usted combatió esa infiltración?
En cierta forma. Yo no les hice la guerra, no salí a cazar guerrilleros como hicieron una vez acá. Yo no los he perseguido. Yo no he perseguido tampoco al APRA. A ningún partido he perseguido yo, viejo. Un hombre es dueño de sus ideas y es libre de expresarlas como le dé la gana. A no ser que lo hagan cambiar a la fuerza. O que le hagan lavado cerebral.
Uno de los puntos de nuestra revolución era: Pluralidad política. De manera que la revolución peruana era para todos los peruanos, no era para unos cuantos. Yo decía que aquellos que no querían estar con la revolución, la revolución les iba a entrar por los poros alguna vez.

¿Con algún partido sintió alguna aproximación? Libros como "El poder invisible", lo han descrito a usted como un hombre resentido, lleno de amargura por su infancia tan pobre, tan dura. ¿Qué le suscita eso?
Hubiera sido como el alacrán. Me hubiera metido la ponzoña yo. Cuando yo hice la revolución, ya era general de división. Había llegado a lo más alto de mi carrera General de División.


¿Qué puesto tenía?
Mandaba al Ejército y mandaba a la Fuerza Armada. Era comandante general del Ejército y presidente del Comando Conjunto. ¿Dinero? Yo no necesitaba dinero, viejo. Yo había estado como agregado militar en Francia, donde gané bastantes dólares como diplomático. Después fui miembro de la Junta Interamericana de Defensa y ahí gané también buena plata. Ahorrábamos, yo nunca he sido botarate. Esta casa me la hizo mi hijo, el arquitecto. De manera que esta casa es antes de... De manera que dinero tenía, lo suficiente para vivir una vida cómoda. Yo no hice la revolución para llenarme los bolsillos. ¿Dónde está el dinero que me he robado? Yo no tengo plata. Yo vivo con las justas. Vivo de mi pensión nada más. Como todavía estoy enfermo no puedo trabajar en otra cosa.

Si no es indiscreción, ¿a cuánto asciende la pensión de un general de división? ¿Cuarenta mil?
Nunca llegó a cuarenta... De manera que yo no hice la revolución para mí. Había viajado, conocido el mundo, ¿qué más quería?

General, usted dice que la revolución está detenida, porque no ha habido ninguna medida de transformación. Pero ante la crisis económica, ¿qué hubiera hecho usted?
Arreglar la crisis económica.

Sí, pero ¿cómo?
En principio, viejo, hay una tanda de mocosos en las entidades claves. Así no se puede arreglar la economía del país. He visto que acaban de botar a Guiulfo, un mozo inteligentísimo, botan del Banco de Reserva a Barreto, que es un tipo de mucha experiencia. ¿Así se hace patria? A la buena gente la han botado y ha quedado una partida de mocosos.

¿Mocosos, general?
Para mí, mocosos, viejo.

Usted recibió una deuda de 800 millones de dólares. Y cuando salió está en 4 mil millones. ¿Cómo un gobierno como el suyo pudo producir una deuda tan alta?
Depende de lo que se haga. Si usted va al gobierno y no hace nada, no gasta un centavo. La revolución fue para hacer un nuevo Perú. Había que expropiar las tierras y había que pagar esas tierras. Cada transformación costaba al país, las cuentas están claras.
Yo le pongo el oleoducto Poechos, Cuajote, Bayóvar, Olmos, la fábrica de papel, fertilizantes. Actualmente no va a apretar el botón a hacer inauguraciones.

¿Inauguraciones de qué?
De obras importantes que hizo la revolución.

Hace un rato le pregunté y usted no me contesto esto: ¿Cuál fue el peor defecto de su gobierno? Digamos, ¿cuál fue su mayor virtud y cuál su peor defecto?
La mejor virtud fue que fue el primer gobierno que luchó por las grandes mayorías que estaban oprimidas.

¿Y su peor defecto?
El peor defecto de la revolución, bueno, tenía muchos defectos. Porque yo actuaba con gente que era enemiga de la revolución. Había Belaundistas, apristas, comunistas. Teníamos opositores por todos lados, inclusive ya está usted viendo, viejo, que mis ministros me traicionaron. ¿O no? Me traicionaron porque me sacaron, traicionándome. Eso fue una traición.

¿Cuáles eran sus relaciones con Expreso?
"Expreso" nos defendía. "Expreso" defendía a la revolución peruana. Todos los del "Expreso" defendían a la revolución.

¿Por qué?
No sé, pero la defendían. Cuando "La Prensa" nos atacaba, el único que salía y nos defendía era "Expreso". Cuando "El Comercio" nos atacaba, el único periódico que salía en defensa de la revolución era "Expreso". Se les prendía como un perro y les decía pestes. Nos defendía bravamente, nos defendía con valentía. Ahora, yo sé que había comunistas, claro. Estaba Moncloa, Roncagliolo, había varios, había un grupo. Pero nos defendía, viejo, era el único...

Pero digamos que esa defensa solitaria se acaba cuando se expropiaron los periódicos...
Bueno, no, porque en buena cuenta no se trató de una expropiación. Los periódicos no se quitaron para que el Estado los manejara, para que el gobierno los manejara a su gusto...

Pero así fue y así es...
Ahora yo no respondo por nada. Ahora todo es una mierda, viejo... [con Morales Bermúdez]

Sus palabras parecen expresar a veces amargura, general...
Amargura de qué. Amargura contra qué. Absolutamente, viejo...

["Esta con el mejor genio del mundo", interviene su esposa, que hace cinco minutos escucha la conversación]


La única amargura que tengo es no haber completado las transformaciones. Nos faltó no sólo la salud y la vivencia sino el crédito, la banca. No queríamos apoderarnos de los bancos para apoderarnos de sus utilidades. 
Lo que queríamos es que el Estado fuera dueño de la banca para poder manejar el crédito con un criterio revolucionario. Prestarle al zapatero, al gasfitero, al campesino. ¿Qué yo quiero cuarenta mil soles? Aquí está señor. Yo quería que el banco agrario comprara cuarenta camionetas y que todos los días esas camionetas recorrieran los valles para prestar plata. ¿Señor, usted siembra? Tal cosa, tal cosa. ¿Cuánto necesita? No quiero. ¿Qué no quiero? Si señor, aquí tiene usted: meterle por la boca la plata, aquí tiene usted. Porque la plata iban a mejorar. Oye viejo, no había plata, a esta pobre gente le compraban las cosechas por cinco años. Esta gente era estafada, les robaban su dinero... Nos faltó tiempo, porque me botaron.
Yo hice lo que pude. Más no puedo. Y mire cómo he salido...

Ya, que no te suba la presión. Interviene, doña Consuelo.

Mira lo que he ganado; una pierna menos, enfermo...

Pero todo tiene sus compensaciones. Usted ha ganado...[¿El amor de la gente?, pregunta llena de ironía, doña Consuelo.No diría eso, respondo]  ¿No cree usted que ha ganado, más allá de las pasiones y cuando las esencias se sedimenten; digamos, un puesto en la historia? [La gente más ingrata no puede ser, dice Consuelo. Después de tantas amarguras ¡un puesto en la historia!]
La revolución se ha dado el gusto de hacer las transformaciones que no hicieron los civiles. Los civiles tuvieron 150 años en el gobierno y no las hicieron. Por eso es que la Fuerza Armada tuvo que hacer la revolución. El consuelo que tengo es que la revolución hizo vibrar. Porque hasta los enemigos nuestros vibraron de contento cuando... (Velasco llora discretamente, apenas tiene voz para terminar) recuperamos Talara. Cuando recuperamos Talara hicimos vibrar hasta al mismo Ulloa... ¿Qué yo tenga amargura contra nadie...? ¡Contra nadie!

¿No cree que en algún caso fue usted, excesivamente autoritario, rígido, despótico?
¿En qué caso?

Por ejemplo: deportar a Armacanqui, deportar a Duharte, deportar a Zileri.
Yo no era ministro del Interior... Zileri nos atacaba continuamente, nos paraba, nos frenaba... El gobierno tiene también que sancionar a quienes lo atacan. La revolución tenía que defenderse. No iba a cruzarse de brazos para que le dijeran falsedades. De manera que ellos mismo se la buscaban, por locura...

Una última pregunta, general: ¿Cuál es según su punto de vista la salida política para el país?
Si ya no hay revolución, entonces el gobierno militar ya no se justifica. Debía haber pues, un gobierno democrático, ¿no?

¿O sea virtualmente, una convocatoria a elecciones?
Bueno, eso es lo único hasta la fecha inventado, ¿no?

https://agencias.lamula.pe/2014/10/03/no-termine-la-obra-de-la-revolucion/agencias/

jueves, 29 de septiembre de 2016

Historia de las siete primeras constituciones del Perú

Reseña histórica de José Silva Santisteban

1. Primera Constitución de 1823
Apenas proclamada la Independencia del Perú, instalose en Lima con gran pompa y solemnidad, el 20 de setiembre de 1822, un Congreso Constituyente, convocado por el general San Martín y compuesto de diputados propietarios elegidos por los departamentos libres y suplentes nombrados por los que aún no lo estaban. Este Congreso sancionó la primera Constitución política en noviembre de 1823, con el carácter de provisional hasta que, terminada la guerra, se reuniera un Congreso general con diputados elegidos por todos los pueblos de la nación.

Primer Congreso Constituyente del Perú de 1822 (pintura de Francisco González Gamarra)
2. La boliviana o vitalicia de 1826
Llegado el caso, convocose efectivamente el Congreso general para febrero de 1826; mas, no llegó a instalarse, porque 52 diputados que constituían la mayoría, y a quienes se conoce en nuestra historia con el apodo de persas, exagerando las dificultades de la situación, creyeron más obvio aconsejar la adopción de un plebiscito, que dio por resultado la Constitución llamada Boliviana, en la cual se confería a Bolívar el poder vitalicio.

3. La de 1828
La duración de la Constitución de 1826 fue efímera; una insurrección militar dio en tierra con la presidencia de por vida; y en 1827 instalose un Congreso Constituyente, que sancionó la Constitución del 28, reduciendo a cuatro años el período presidencial.

4. La de 1834
Mal seguros debieron estar de su obra [1828] aquellos legisladores, cuando limitaron su duración a cinco años, disponiendo al mismo tiempo que en 1833, se reuniera una Convención para examinarla y reformarla. Vino, en efecto y, anulando la anterior, dio la Constitución de 1834.
A diferencia del Congreso del 28, quiso la Convención, con dificultad la reforma, asegurar larga vida a su Carta; pero, sucedió todo lo contrario; la Asamblea fue violentamente disuelta, encendiose en el país la guerra civil y después de sangrientas peripecias, vimos fraccionarse nuestro territorio ya cercenado por Bolívar, y establecerse en 1836 la Confederación Perú-Boliviana, con el general Santa Cruz por supremo protector.

5. La de Huancayo de 1839
Tres años después, la batalla de Ancash ganada por el general Gamarra, uno de los más grandes capitanes de Sudamérica, derrocó para siempre al protector y restauró la unidad nacional; más, haciendo abstracción de la Carta del 34, que tal vez no le era grata, prefirió convocar un Congreso, el cual, junto en Huancayo, sancionó la Constitución de 1839.

6. La del año 1856
Esta Carta autoritaria [se refiere a la de 1839], que anuló la autonomía de los municipios, estableciendo las intendencias de policía sujetas exclusivamente al Gobierno y confirió a este amplias facultades, no podía contrarrestar las aspiraciones del pueblo, ni la corriente de las ideas. Así fue que su reforma era anhelada ya cuando estalló la revolución de 1854; y alcanzada la victoria, convocose la Convención Nacional, que dio la liberal Constitución de 1856. Como en 1834, la Asamblea fue violentamente disuelta; y como entonces, el país quedó envuelto en la guerra civil.
La Constitución no llegó a regir por completo, a causa del temor que inspiraban las juntas departamentales, con facultades administrativas y políticas; y las reformas radicales que en ella se implantaban fueron mal recibidas: por el clero, que había sido desaforado; por el ejército, cuyos ascensos se dificultaban; por el Gobierno, que veía limitadas sus facultades; por los empleados, que perdieron la propiedad de sus destinos; y en general, por los enemigos de toda innovación.

7. La Constitución de 1860
El deseo de reformar la Carta se manifestó, pues, desde luego; y vino a dar el golpe decisivo la conducta irreflexiva del Congreso de 1858, que con indiscreto, aunque justo celo, se engolló en la cuestión sobre vacancia de la presidencia y puso en grandísimo aprieto al Gobierno. Puestas en temporal receso las Cámaras, el Gobierno impidió su reinstalación, convocando un nuevo Congreso para el 28 de julio de 1860.
Había a la sazón un hombre de vastas miras, exterior dulce y simpático, carácter firme y tenaz, clara inteligencia, variada instrucción, dicción fácil y castiza; este hombre que no era otro, sino el doctor D. Bartolomé Herrera, venía trabajando con infatigable constancia por hacer triunfar la soberanía de los más inteligentes y dotar a su patria de un gobierno fuerte, aristocrático. Herido vivamente por el desafuero eclesiástico y contando con un competente número de distinguidos discípulos que le ayudarán, creyó llegado el momento oportuno de realizar sus planes, entendiose con el Ministerio y quedó acordada la reforma constitucional, mediante un plebiscito que autoriza a los representantes a llevarla a cabo antes de dividirse en Cámaras.
Así sucedió en efecto y la causa liberal parecía perdida, desde que en la primera votación apenas fuimos trece; pero, este pequeño grupo aumentó día a día y luchó con vigor hasta conseguir el triunfo en los dos puntos capitales, que habían motivado la reforma, a saber, el fuero y la reelección, en los cuales se concentraron todos los esfuerzos. Desde que se resolvió mantener el desafuero personal, el reverendo obispo Herrera, presidente del Congreso, dejó de concurrir a las sesiones, abandonó luego la capital, viendo malogrados sus trabajos de veinte años y retirose a su diócesis, donde a poco murió con la amargura del desengaño; y confirmada la no reelección, el general Castilla bajó del mando, consiguiendo así el Congreso lo que en vano habían intentado las armas.

Tomado del Curso de derecho constitucional 
(Centro de Estudios Constitucionales, 2015) 
del preclaro jurista José Silva Santisteban. 

lunes, 12 de septiembre de 2016

La escritura preinca sobre Pallares

El 21 de octubre de 1934, "LA PRENSA" de Buenos Aires, tuvo la bondad de acoger en sus páginas mi primer artículo, sobre el descubrimiento que hice del sistema ideográficos de escritura que tuvieron los Mochicas. Para comprobar esta teoría, de carácter revolucionario, he recopilado ya miles de documentos arqueológicos, que han contribuido, en el presente, a darle mayor solidez en su estructura. Este singular sistema de reflejar y transmitir el pensamiento humano, no sólo fue empleado por los Mochicas, como ya lo había afirmado en 1934, sino también por los antiguos hombres de las criaturas de Nasca, Paracas, Tiahuanaco y  Lambayeque.

Representación de la posible escritura pallariforme.
En efecto, he hallado centenares de vasos Nasca, exornados con pallares estilizados, que no solamente aparecen en forma simple y con la característica bicromía Mochica (rojo y crema), sino que se combinan, formando, en algunos casos, ideogramas más complejos y bellamente policromados. También existen telas de esta misma cultura, cubiertas con pallares, que por su colorido y diseño, son de gran variedad temática. En el Museo de Arqueología "RAFAEL LARCO HERRERA", de Chiclín, hay un fragmento de tela, en el que he contado hasta 174 pallares.

En el Museo Antropológico de Magdalena del Mar, Lima, se conserva un vaso de la cultura de Paracas, con pallares incisos, de colorido y diseño complicados. Y también entre los famosos mantos de esta misma cultura, admirables por su técnica textil no igualada, hay muchos con numerosas representaciones de pallares estilizados. En algunos, aparecen las divinidades con vestimenta adornada con pallares y en otras se descubre a las mismas con apéndices conteniendo pallares, que al brotar de la boca o barbilla, se prolonga hacia adelante, como si quisieran en esa forma significar la voz del personaje, tal como lo hacían los Toltecas, Aztecas y otros pueblos. Es importante señalar, a este respecto, que dentro de las culturas de los Mayas, los apéndices que brotan de la boca de sus divinidades, representan en efecto la voz.
Los ideogramas, ya en su forma peculiar de gramos o estilizados, que aparecen en otras culturas, amplían el campo de la investigación de la escritura prehistórica, en que estoy empeñado.
Algo más, en algunos de los grandes mantos de Paracas, las cenefas están cubiertas por cientos de pallares de variados diseños y armonioso colorido, que tienen una significación netamente ideográfica. El uso de la decoración cursiva en el arte textil, se refleja hasta nuestros tiempos. Es cosa sabida que durante el Coloniaje, enviaron del Cuzco al Virrey don Francisco de Toledo, cuatro paños que contenían, en forma escrita, la historia de los Incas que fundaron el Imperio del Tahuantinsuyo. El notario Alvaro Ruiz de Navamuel, dice al respecto lo siguiente: "Estaban escritos y pintados en los cuatro paños los bultos de los Ingas, con medallas de sus mujeres y ayllos; en las cenefas, la historia de lo que sucedió en tiempo de cada uno de los Ingas y la fábula y notables que van puestos en el primer paño, uno que ellos dice de Tampo Toco y las fábulas de las creaciones de Viracocha que van en la cenefa del primer paño, por fundamento y principio de la historia, cada cosa por sí distintamente escripto y señalado de la rúbrica de mí, el presente secretario; y de la declaración y prevención para la inteligencia de la historia, y los rumbos y vientos para la demarcación de los sitios de los pueblos, quespuesto por el Capitán Pedro Sarmiento...."

En la actualidad, los más valiosos ponchos del Cuzco están exornados con letras y frases. Las alforjas y los paños de cara, que las mujeres indígenas de Eten, Monsefú y Santa Rosa -descendientes directas de los Mochicas- tejen primorosamente para uso de sus esposos o enamorados, contienen a menudo una frase de amor o de carácter recordatorio. Esta costumbre, todavía generalizada en el territorio peruano, constituye un filón de fuente informativa.
Es cierto que el escollo principal que tuve en mi investigación, sobre la existencia de un sistema de escritura pre-incana, fue aquella serie de anotaciones que nos han dejado los Cronistas, tendientes todas da negar la existencia de otro sistema que no fuera el de los equipos. Pero es que los Cronistas, al referirse a la escritura, no pensaron en otra cosa que en la escritura alfabética y fonética de su uso. Afortunadamente, el Revdo. Padre Joseph de Acosta, honorable y culto sacerdote de la Compañía de Jesús, apartándose de la regla general, ha consignado en su obra lo siguiente: "Las señales que no se ordenan de próximo a significar palabras sino cosas, no se llaman, ni son en realidad de verdad letras, aunque estén escritas, así como una imagen del Sol pintada no se puede decir que es escritura o letras de Sol, sino pintura. Ni más ni menos otra señal es que tienen semejanza con la cosa sino, solamente sirve para memoria, porque el que las inventó, no las ordenó para significar, sino para denotar aquella cosa". Y agrega más adelante: "El otro notable que se infiere es, el que en este capítulo se ha propuesto, es a saber que ninguna nación de indios que se ha descubierto en nuestros tiempos vsa de letras ni de escritura, sino de las otras dos maneras, que son imágenes, o figuras, y entiendo esto no solo de los indios del Piru, i de los de nueva España". Tan importantes conceptos, permiten entonces llegar al convencimiento de que los antiguos peruanos empleaban un sistema ideográfico y no alfabético ; pues el padre Acosa, explica sabiamente, lo que es un sistema ideográfico y lo que es un sistema alfabético.
Pero el padre Acosta, no sólo se contenta con dar luces sobre la antiquísima escritura, sino que compara este sistema con el que empleara el mexicano antiguo. Esta comparación me brindó la oportunidad de emprender un estudio de los dos métodos de escritura: el preconizado por mí y la escritura de las Mayas. A este respecto, el ya tantas veces mencionado padre Acosta dice: "....fuera desta diligencia suplían la falta de escritura y letras; parte con pinturas como los de México, aunque las de Piru eran muy groseras y toscas; parte y los más con Quipos":
Tomé pues un nuevo camino, y comencé a estudiar los jeroglíficos de los Mayas, tanto los que aparecen en los monumentos líticos, como los que cubren las páginas de los códices. Y no ha sido en vano esta labor, pues he encontrado analogías tan valiosas que considero de mi deber señalarlas: con el objeto de que más tarde se pueda llegar a conclusiones de importancia, en el estudio del origen y de las relaciones de las culturas de la América Preincaica.

(Ideogramas Nascas, En éstos se emplea el colorido)
En el presente artículo, precisamente, voy a limitarme a un estudio analítico y concreto de las primera similitudes encontradas:

LOS SIGNOS.- Tratándose de la forma, en unos casos aparecen ovalados y en otros con la misma ovalación, pero con punta a un extremo. Hay jeroglíficos reniforme y muchos semi-rectangulares, con las esquinas ovaladas.
Comparando estas formas con las de los pallares estilizados, que aparecen en los vasos de los Mochicas, Nasca, Paracas y Tiahuanaco y en las telas de Nasca y Paracas, comprobé que no sólo había una gran similitud entre ellas, sino que hasta eran algunas idénticas.

LA YEMA GERMINATIVA.- En la mayoría de los glifos Mayas, casi siempre en el lugar donde debe fijarse la yema germinativa del pallar, se observa un dibujo circular, rectangular, o de líneas paralelas circulares, o simplemente una línea gruesa rectangular, con lo que parece pretendían representar la yema germinativa. En algunos casos, sólo se presenta el contorno; mas este detalle no debe sorprender, puesto que en los pallares ideográficos de los antiguos peruanos, desaparece con frecuencia la yema germinativa. La yema germinativa del pallar, se representa en los signos ideográficos de las culturas peruanas, en la misma forma que lo hacían los Mayas.

(Jeroglíficos Mayas. Nótese la insistencia de dibujar en ellos círculos, elipses, semicírculos, fragmentos de elipses, círculos i elipses concéntricos, que dan la impresión de que quisieran figurar la yema germinativa del pallar. Hay también representaciones ariñonadas, similares al cereal)
ORDENACIÓN.- Los Mayas ordenaban sus glifos en líneas horizontales y perpendiculares, y también, en algunos casos, aparecen indistintamente, alrededor de los personajes míticos o simbólicos. Los hombres de Nasca y Paracas, ordenaban sus ideogramas en las telas, también en líneas horizontales y verticales; y dentro de la cerámica Mochica, los ideogramas aparecen circundando los vasos globulares, en líneas horizontales, o indistintamente mezclados con las representaciones simbólicas, o junto a las divinidades.

HUMANIZACIÓN.- Tanto los Mayas como los Mochicas, antropomorfizan sus signos: y la humanización se verifica, sustituyendo la yema germinativa por el rostro de un personaje.

COMBINACIÓN DE LOS SIGNOS.-Entre los Mayas, aparecen algunos glifos superpuestos los unos sobre los otros; combinan también dos signos, uniendolos con simetría, para lograr un signo combinado. Esta misma modalidad, se halla frecuentemente entre lo vasos de Nasca. Las representación de la mano como signo, es común en los códices mexicanos. Y también aparece representada en la cerámica Nasca.

ELEMENTOS IDEOGRÁFICOS.- Encuéntrese muchos elementos ideográficos similares, en los signos mayas y en los ideogramas peruanos, con puntos de diferentes tamaños y número, círculos, líneas rectas simples y paralelas, líneas curas y curvas paralelas, semicírculos, líneas quebradas, etc. Sin embargo, es mi deber dejar constancia que los signos Mayas son más complicados y denotan una mayor evolución.

GERMINACIÓN EN LOS SIGNOS- Hay que considerar esta analogía como la más importante. En los Códices Mayas, aparecen glifos con la yema germinativa y con los puntos y rayas característicos del pallar; algo más en uno de estos glifos he podido entrever, que el artista hasta quiso representar las arrugas que se forman en la superficie del grano, cuando se seca anormalmente. Muchos de los signos Mayas aparecen germinando. En unos, el brote inicial surge pujante; en otros, los brotes son dobles, constituyendo la segunda etapa del crecimiento. Y la culminación del proceso vegetativo, es representada con la aparición de las primeras ramillas con hojas. Este mismo proceso integral, lo ofrecen también los signos ideográficos Nasca.


(Ideogramas Nasca. Los pallares, con diferentes signos ideográficos, están germinando)

PERSONAJES ZOO-ANTROPOMORFOS.- Alentado por estas analogías tan sugerentes, comencé a estudiar los códices. Mayor fue mi interés, al encontrar a las divinidades Mayas - solas en algunos casos y en otros sentadas las unas frente a las otras - sosteniendo en las manos signos Mayas, de gran semejanza con los pallares; tal como se halla la divinidad Mochica, también con un personaje al frente y sosteniendo pallares de gran tamaño, en el propio acto de descifrar.
En el Códice Troano (Etudes sur le système graphique et la langue des Mayas par M. Brasseur de Bourbourg, París, 1869), comprobé algo más, que me llamó poderosamente la atención: como siempre. he mantenido que los Mochicas utilizaron los personajes simbólicos, para denotar las cualidades del individuo por venados, aves, cientopies, libélulas, etc., antropomorfizados, con el objeto primordial de dar la idea de velocidad, en el desempeño de sus funciones de mensajero. El zorro antropomorfo simbolizaba al descifrados, lo mismo que el felino y la vizcacha (ardilla de los Andes), ambos antropomorfizados. En este Códice, he encontrado personajes zoo-antropomorfos sentados, tal como se les halla entre los Mochicas, y he podido identificar al zorro, al felino, al conejo y al venado, con la particularidad de tener todos ellos, a su lado, los glifos Mayas de formas similares a los pallares peruanos. La tendencia de antropomorfizar a los animales, especialmente a los que aparecen con signos ideográficos que están en poder de ellos o junto a ellos, tiene que preocupar a cuantos nos dedicamos a estos estudios, acrecentando mayormente la inquietud, al comprobar que en ambos pueblos se advierten estas simbolizaciones zoo-antropomorfas.


A. El Felino antropomorfo Maya.B. El Felino antropomorfo Mochica.)
(
En otras páginas del mismo Códice Troano, también aparecen los escribas: en unos casos, con punzones similares a los que usaban los escribas Mochicas, sosteniendo en la mano un signo en forma de pallar; y en otros, en el preciso momento de pintar uno de estos signos. Si bien los Mochicas incidían los pallares, que eran transportados luego por los chasquis, en cambio, conviene aclarar ahora que los hombres de Nasca utilizaban cierta pintura sobre los pallares. En el Museo Nacional de Lima, he encontrado las bolsitas conteniendo los colores y un pallar, un tanto deteriorado, con las huellas de haber sido pintado.


(A. El venado antropomorfo Mochica.B. El venado antropomorfo Maya.)


A. Conejo antropomorfo Maya. Al lado de la cabeza, aparece un glifo de forma idéntica a los pallares-ideogramas peruanos. En sus manos, tiene un jeroglífico del que brotan hojas.
B. Vizcacha antropomorfa Mochica.


                                 
A. Escriba Mochica.
B. Escriba Maya. Nótese que el signo que tiene en la mano, es casi idéntico al ideograma de forma de pallar, que el personaje simbólico que representa el escriba, tiene frente al pico.


(A.- Divinidad Maya, sosteniendo en la mano un jeroglífico.B.- Divinidad Mochica, sosteniendo en la mano un ideograma.)




A medida que se extreme, pues, el análisis, el problema de las analogías adquiere mayor interés, al punto que obliga a perseverar. Pero no he concluido aun mi estudio en los códices, y no sé cuántas sorpresas más me deparará su análisis cuidadoso. Sin embargo, adelantando un poco, he creído conveniente dar a los hombres de ciencia de la América, acaso un breve bosquejo de las analogías encontradas, para incorporarlas a un estudio metódico y sereno. Pues estoy convencido, de que son grandes los problemas que se derivarán y múltiples las interrogantes que han de surgir. Por eso mismo, es necesario acometer las lucidamente nuestro horizonte arqueológico americano, tan rico y todavía enigmático. Ojalá que este llamado tenga eco, y promocionar la Ciencia Antropológica y que gane en este campo tan enmarañado de la investigación del presente siglo.

Rafael Larco Hoyle
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